Opinión
Opinión: ¿Y por qué no?
La cena del viernes 16 en el recinto de los municipales, Rivadavia 1943, donde acudieron una cantidad atrapante de referentes barriales de distintas Juntas Vecinales y/o Sociedades de Fomento, ha dejado secuelas colaterales que aún hoy dan tela para elucubrar factibilidades con los barrios como actores primordiales.
Este primer encuentro fogoneado por José Stuppia, José Grandi y otros partícipes necesarios, atrae las miradas por su espectacularidad y por los resultados que podría llegar a acarrear en un plazo perentorio.
Claro que más allá de las consideraciones puntillosas del porqué de tal comida, a la cual también se invitó al Municipio, presente a través de sendos representantes, surge un pensamiento que pretende volar más alto que los demás considerandos teóricos, mis amigos. Y ese martillar constante se pregunta: “¿Y por qué no un Concejal de los barrios?”
Porque es evidente que tal idea, genera rumores de buen rango. Y la propuesta, lanzada al aire en la nocturnidad de aquél viernes, colisiona de frente con aspiraciones y propósitos de algunos fomentistas. Se inquietan en sus sillas, más de cuatro. ¿Y por qué no..?
Después de todo, se parte del supuesto de que un dirigente conoce a la perfección su zona, su gente y, por ende, puede ir movilizando una legión de acciones en torno a mejorar la calidad de sus congéneres.
Ahora, imaginen ustedes, lectores míos, si ese hombre o mujer que comanda una entidad, se multiplica, se bifurca, se expande, abre sus alas y se impulsa hacia el cenit.
La cuestión no resulta tan alocada, tan utópica. Por el contrario, es muy probable que haya prendido en alguien el bichito de la seducción y se sienta por estos momentos, capacitado el tal fomentista para iniciar la tarea “desmalezadora”.
Incluso no ha faltado quien ha soñado de noche con tal puesto electivo. Si se aúnan voluntades, no sería tan incongruente la cosa; el HCD local se nutriría con la “Voz del Barrio” o de “los barrios”, puesto que encarnaría la visión de un montón de sectores, en sus reclamos y en sus anhelos.
Pero ¿cómo arribar a ese sitial? Ahí el asunto adquiere un tono de mayor abstracción. Sin embargo, no debiera nadie olvidar que los vientos soplarían por el lado del oficialismo, o armar un partido Vecinal o suscribirse a un partido ya existente, de porte opositor.
Esas son las vías. O con uno, o con otro o con nadie: solos. ¿Cuánto se precisará, en personas y en dinero, para competir en las legislativas del cada vez más cercano 2017?
Si los barrios exhiben pronto un candidato “polenta”, y lo hacen visible en el sur y en el norte y en las localidades, ávidas de protagonismo, la bandera a cuadros no distaría demasiado de ondear por las filas de ese núcleo nuevo.
Obvio, se apareja otro escollo a sobrepasar: a quién bendecir. Ese individuo debiera ubicarse frente a sus pares con excelente intelectualidad, con un grado propicio de carisma y con supina claridad en su discurso. No hay tiempo para fabricar un candidato de cero; ya debe reunir estas cualidades citadas al menos y saber, esto sí es imprescindible, la cotidianeidad de todos los complejos habitacionales, que quieren, que no, donde hay focos de inseguridad, donde no, y así por el estilo.
La rueda se ha echado a andar por pendientes y llanos. ¿Caerá al vacío o será detenida antes? La responsabilidad es ardua, los laureles y los abucheos, suelen entrecruzarse. Mas la semilla, está sembrada. La antorcha arde.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Lo bueno de tener prioridades
Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.
Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar.
Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego.
A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa.
Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera.
Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas.
Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido.
El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría.
Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad.
Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?
Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Te acostumbrás
Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera.
“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo.
La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos.
Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto.
Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros.
No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.
En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino.
Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes.
Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales.
Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre.
Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás.
Por Mario Delgado.-