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Opinión

[Fomentismo olavarriense] Distintas lecturas

La panorámica amplia que ofrece hoy el fomentismo local y la consiguiente interpretación que podemos ir concretando de ese universo, es de carácter diverso también. 

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No existe una verdad revelada, una cabecera de línea, un liderazgo férreo que indique el camino. O sea, es cierto el planteo de quienes sostienen que, por ende, es imposible hablar de la utilización de un único sendero como probabilidad de tránsito ameno y seguro, sin sobresaltos internos. 

Cada uno de los actores, o a través de grupos, se van  desgranando los proyectos y poniendo sobre la mesa, metas y objetivos. U opiniones y teorías. Tanta diversidad hace interesante la observación, aunque se requiere estar despiertos, para contemplar con sumo cuidado y objetividad supina, los dichos y acciones pertinentes. 

Cada gesto o silencio, cuentan una historia. Y cada palabra ha de ser medida con la vara de la historia y el recuerdo vívido, para comprobar si lo que se sostiene hoy, fue a su vez, apuntalado también ayer, o hay mutaciones drásticas y sugestivas. 

Intentaré, con vuestro permiso, adentrarme en algunas circunstancias puntuales, a vuelo de pájaro, claro, porque la cuestión da para largo. 

PRIMER PUNTO.- Una fuente del pensamiento fomenteril actual, parte de la premisa, lectores míos, que tenemos a nuestro derredor una marea de vecinos con necesidades inconclusas. Gente no escuchada por el Estado Municipal que anhela sueños inalcanzables desde hace años. Asfaltos, o cloacas o mayor iluminación o red de gas, son nada más que algunas de las requisitorias barriales o de las localidades que se colocan a la palestra, en el candelero de las demandas por conquistar. 

¿Quién puede atreverse soberbio e iracundo, a desconocer la cotidianeidad de determinados sectores olavarrienses? Sería un suicidio político no prestar atención a las “bases” y deslindar responsabilidades o ningunear a los “peticionantes”. 

Por caso, tal formalismo no resultaría novel: ya hubo en anteriores administraciones funcionarios que dilapidaron su carrera política con frases poco ortodoxas, pronunciadas al calor de una inequidad bastante triste. 

Este Gobierno, por otro lado y en consonancia con los barrios, abrió su juego de una manera opuesta a otras gestiones previas: tomó la periferia como eje y desde allí, inició un proceso hacia el núcleo. Por tal motivo, un descuido de su inédita pero efectiva acción, es tomado enseguida por los referentes vecinales como un error o abandono del plan original. 

SEGUNDO PUNTO.- Por eso tal vez, surge la idea en ciertos fomentistas de que un dirigente se debe primordialmente al pueblo, antes incluso que a la entidad madre, o sea a la “Federación de Sociedades de Fomento y Juntas Vecinales”. 

Si adscribimos a esa lógica, cualquier límite es un freno a borrar del mapa. “No importa que haga el resto; yo avalo tal o cual acto, sin refugiarme en leyes o ítems estatutarios”, expresan ciertos dirigentes, poniéndose del lado del desamparado o necesitado de alguna obra pública. 

El problema que puede conllevar esa forma de ver  y moverse, es muy directa, con dos resultados posibles: pueden llover sanciones por una vertiente del canal, y por la otra, amigos, podría aparecer la palma extendida de los damnificados, quienes son acompañados por esos dirigentes sin titubeos.

Aquí se pone de manifiesto un tópico atrapante: estar o no estar bajo el paraguas redentor del Reglamento. Se supone, de todos modos, que por encima está la Constitución Nacional y los deberes fomenteriles no podrán ir en contra de esa fuente legislativa general. 

En tal contexto, se manifiesta un dato objetivo: cortar rutas o calles es un delito, así lo ratifica nuestro Código Penal en su Artículo 194, el cual es resultado de un estudio exhaustivo en concordancia con la Ley 23.077/84. Por eso es muy atrapante lo que se logre ir recogiendo en versiones y visiones de hechos acaecidos últimamente. 

TERCER PUNTO.- Por otro andarivel, es verdad iluminada que no son escasos los referentes que utilizan la vereda del fomentismo, cual plataforma de lanzamiento hacia un puesto de índole partidario. Acá se nos ofrece al paladar otra jugosa dicotomía, entre lo que “debiera ser” y lo que “realmente es” la cosa. Porque no se miente si se subraya que suelen hallarse fomentistas enraizados a una postura partidaria, a la que no divorcian de su trabajo en los barrios. Llegan en casos, a usar la entidad a la pertenecen, para proclamar su adhesión constante a una ideología o personero político. Y chocan con la proclama tradicionalista de que el fomentismo no ha de teñirse de color en este campo. 

CUARTO PUNTO.- Otro aspecto a mencionar en este breviario, es el respeto casual o total al Estatuto de “Federación”, escrito allá por 1.985, y tantas veces vilipendiado. Pero es el único que rige y entonces, o lo acatan o lo despojan de autoridad, a gusto del momento y la coyuntura. El drama se da también aquí puesto que, en general, el citado manual no se aplica al ciento por cien, más bien se adecúa. 

QUINTO PUNTO.- Para ir concluyendo, convengamos, aunque duela, que la tarea se barniza a menudo con bastantes capas de hipocresía, por lo cual no es fácil distinguir a prima facie, quien dice lo que piensa de una. Pueden esconder la piedra u optar por no esbozar comentarios, mas aguardan en las sombras que se cometan errores para criticar. 

QUINTO Y FINAL PUNTO.- Y la pata que falta dilucidar es el rol del Palacio San Martín. Quien controla los barrios, posee una gran dosis de tranquilidad en su mandato. Esto no es nuevo tampoco. Y han pasado gobiernos que desdibujaron al acto fomenteril, dejándolo a un costado. Hoy no faltan los que entienden que la Comuna desea entrometerse más de la cuenta. Y quedará flotando por un buen tiempo en el aire gris de las murmuraciones, cuál fue el papel verídico del Municipio en el armado de una lista en las elecciones de noviembre de 2.017, en la “Federación”. 

A lo mejor, y sólo quizá, la criatura creció más de lo esperado y quiso volar al sol. O no, y es todo producto de la imaginación febril de varios dirigentes.

Por Mario Delgado.-     

Opinión

Lo bueno de tener prioridades

Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.

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Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar. 

Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego. 

A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa. 

Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera. 

Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas. 

Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido. 

El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría. 

Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad. 

Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?

Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora. 

Por Mario Delgado.-  

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Opinión

Te acostumbrás 

Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera. 

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“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo. 

La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos. 

Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto. 

Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros. 

No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.

En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino. 

Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes. 

Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales. 

Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre. 

Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás. 

Por Mario Delgado.-   

  

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 Farmacias de turno en Olavarría Facultad de Derecho