Opinión
Opinión: Un teléfono no tiene valor
Esta narración no es producto autóctono de la imaginación. Por consiguiente, cualquier similitud con la realidad, no es pura coincidencia.
Sábado 8 de octubre. 18:30 horas. Calle Roque Sáenz Peña al 750, esquina 17. Barrio “12 de Octubre”. Una joven camina tranquila y de repente, un individuo se le acerca presuroso en bicicleta. La aborda y con violencia, golpeándola incluso en el rostro, le sustrae su teléfono celular. Forcejea no obstante la víctima con su traicionero contrincante, y a raíz del cariz del momento, el delincuente termina huyendo de a pie.
La mujer queda en estado de shock, aturdida, abrumada por tamaña situación desesperante. Acude en ayuda de vecinos que la socorren, dándole agua, reanimándola, haciéndole oler perfume para evitar que se desmaye.
Necesita asistencia médica. Es un cuadro desolador y cada quien, colabora como puede y mejor le sale. Llega un móvil de los uniformados. Luego un segundo vehículo policial.
Entonces surgen como misiles de corto alcance las preguntas de rigor: ¿Cómo era el ladrón? ¿Qué ropa vestía? ¿Qué características tiene el celular? Y, por si fueran pocas las ya citadas, un par de consultitas más.
La chica está al borde de un ataque de nervios. Entre superada por la ocasión y dolorida, no sabe ni qué le preguntan los servidores del orden. Alguien demanda una ambulancia. Como ésta se retrasa, solicitan que la trasladen en un móvil hacia el nosocomio. Dice que no la gente de la Comisaría. A esperar sin otra salida. Más de media hora.
Sin embargo la odisea de la muchacha no culmina ahí, en plena zona barrial. Porque hay otro detalle de impacto: a la hora de tomarle la correspondiente denuncia, los asistentes de la Ley, exclaman como quien no quiere la cosa, mirando a lontananza: “Un teléfono no tiene valor”.
Traducir tal frase, resulta penoso pero la crisis lo amerita. Al parecer, se birlan tantos “celus” por aquí, que ya ni vale la pena hacer el papeleo de la presentación de la víctima ante la policía. Eso es lo que consideran los señores de azul. O al menos algunos de ellos. Habría, eso sí, que avisarles que para cualquier damnificado, todo elemento que le roben, cuenta con un valor interesante, más allá del precio del mercado.
La chica fue internada en el Hospital, después de tanto ajetreo. A la bicicleta del birlador, que había quedado allí, tendida, la cargó la policía y a otra cosa.
Por Mario Delgado.-

