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Opinión

Opinión: Eludiendo lo obvio

Discernir un detalle tan impactante como la propia nueva pérdida de una vida tan joven, conlleva varias aristas para meditar, para rumiar con sumo detenimiento, sin ningún tipo de restricciones ni eufemismos. Ni disculpas.

Un pibe de apenas 16 años, se fue de este mundo, engrosando, insistimos, la ya extensa nómina de casos dudosos, controversiales. La localidad picapedrera de Sierra Chica se convulsiona y arrastra en su penar, a todos los olavarrienses.

Después de un mes y fracción de haberse ido de su casa, de iniciarse un revuelo, de conjeturar hipótesis, de derramar lágrimas su familia, de circunscribir pensamientos y de imaginar escenarios, se supo lo más tétrico, lo más espeluznante, lo menos grato, por cierto: Alejandro Martín Galván ya no regresará a su domicilio. Se fue a galopar por las estrellas del cenit.

¿Cuánto de bueno o de malo puede caber, mis queridos lectores, en un envase corpóreo de esa corta edad? ¿Acaso vivió inmensos traumas o dilemas que no podía llegar a resolver con las cartas del razonamiento?

Quedaran anécdotas y recuerdos en los hermanos. En la mamá Natalia. En las páginas del libro inconcluso. El dolor cubre con su indeseable manto a esta mujer que creía a pie juntillas que “su” Ale, se había retirado hacia el sur frío de Comodoro Rivadavia. Porque “mi hijo de chiquito, quiso a esa ciudad y siempre expresaba su anhelo de vivir allá”, nos comentó la señora madre en sendas entrevistas radiales.

Martín estudiaba. Suponer que poseía proyectos y sueños es algo lógico. Ahora, indagar en las entrañas de sus inquietudes y vicisitudes, es algo un poquito más complejo y delicado. Es que, a la luz de los acontecimientos, los regueros de pólvora amarillenta, corrieron en este tiempo de búsqueda y continuarán haciéndolo, sin espacio a dudas.

Algo acaeció en su devenir que la investigación deberá ir determinando con certeza, despejando, ahuyentando de tal forma, elucubraciones sin fundamento. Pero la verdad debiera asomar su figura, por más siniestra que parezca, puesto que sólo así se podrá cerrar una herida abierta, una grieta que fluye desazón y llantos.

Los uniformados recorrieron distintas zonas, en este período a partir del 9 de junio, con la esperanza de localizar al muchacho. Buscaron por ahí, por este otro lado y, hete aquí, lo sorprendente: no interpretaron el discurso de lo evidente. No se les ocurrió revisar en el preciso predio donde hoy lo ubicaron.

Eludiendo lo obvio, mis amigos. ¿Cómo se concibe semejante impericia? En un pueblo chico, no existen tantos sitios para revolver, sin embargo no advirtieron la posibilidad que Alejandro estuviese cerca de su casa.

Se supuso que podía ser el sur del país su destino y no se fijó nadie en lo tan inminente. Recién ayer y por un par de amigos que hablaron en Fiscalía, se movió la máquina en esta dirección.

Por Mario Delgado.-

 Farmacias de turno en Olavarría Facultad de Derecho