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Opinión

Opinión: De cómo llegamos al primer año

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Los criterios de tránsito hacia el primer año de gobierno de “Cambiemos”, son dispares. Dependiendo claro, mis lectores, del lugar donde se sitúa cada quien.

Desde las esferas del oficialismo nativo, se habla con elocuencia de una “permanencia de ocho años en el sillón de don Amparo Castro”. O sea, traduciendo, dos períodos consecutivos y a otra cosa.

Se puede suponer, siguiendo esta línea de deseo – pensamiento, que el doctor Ezequiel Galli, cuenta en su agenda con un plan efectivo como para seducir a su pueblo.

Su forma de dirigir los destinos del partido del cemento, es diferente a la ostentada por su antecesor. Ha ido creando una novel impronta que consiste, a nuestro modesto entender, en dar generalmente la cara, frente a sus conciudadanos. La fórmula basal la pergeñó con su “Gabinete Itinerante” que recorre de tanto en tanto, barrios y localidades.

Los encuentros allí son un libro que se abre. La población no sujeta la lengua; por el contrario, exterioriza penas y anhelos. Un punto a favor del Jefe Comunal es estar ahí, oír y tratar de solucionar dilemas. Desde lo más profundo a lo más trivial. Todo recibe idéntico valor. Aplausos. Abrazos y a esperar luego las cosas que se prometen. Nunca promete mucho el señor Intendente. Sabia decisión…

Se menciona desde los “búnquers” opositores que su núcleo de acción es cada vez más cerrado. Lo que se conoce como “mesa chica”. Flaco argumento de la vereda de enfrente. Típico en todo caso de desmemoriados. Veamos, pues… Sí, es absolutamente veraz que los colaboradores directos, íntimos del abogado Intendente, son poquitos. Contarlos podríamos con los dedos de una mano, mis amigos del alma.

Sin embargo permítanme una sugerencia: ¿Cuántos integraban la “mesa chica” de don José María?

Sí con pruebas, se le achaca (con razón) unas cuántas idas y retrocesos. En su defensa, el Ejecutivo dice que son pertinentes estas disyuntivas, de un reacomodar los ejes de gestión. La ida intempestiva de don Cajén. La salida de Sarachu. Y sigue la nómina de funcionarios que funcionaron muy poco. Demasiado poco, digamos, a visos de ser sinceros.

Culpa que debiera ser compartida en todo caso, o en algún caso al menos, por elegido y elector. Se distingue con un cargo a alguien por conocimiento del sujeto, ¿o no? Se lo lleva a un puesto por valores, por idoneidad. No se puede improvisar con todos. Y este Gobierno, improvisó bastante y aún lo hace en ciertas áreas. En aras de ser nuevo, se le han perdonado yerros.

Hay ámbitos conflictivos. Con empleados que no saben bien cómo encarar su rol. Se cambiaron nombres propios que pudieron haber quedado en sus sitios de trabajo.

Los fantasmas corren por los pasillos y no todos son excelsos. También es verídica ésta axioma. Hubo personal traidor, que le jugó en contra al novel líder político vernáculo, también hay que deslizar estas incidencias.

Los opositores juegan al error del que comanda la nave. Y un error en el que no debiera reincidir, como cayó José María, es en la “falta de tacto”.

Ejemplos claves de este tópico que ronda por las vertientes gallistas: Primero: La estupidez acaecida con el monumento a Carlos Gardel en el Paseo homónimo. Una equivocación infantil no avisarle a la escultora y tirar todo por la borda.

Segundo: Lo que acaece ahora en el Hospital de Hinojo. Desgaste inútil de un equipo de Administración que quiere mandar ocho añitos.

Los arcos eseverristas y peronistas, se tensan con firmeza. Se viene un tiempo electoral y todo valdrá para enlodar la cancha. Desde lo nimio a la falta más grave.

Un terreno a no descuidar son los barrios y los reclamos de los mismos. Es fundamental anticiparse a los hechos, no llegar al cruce de las confrontaciones.

¿O acaso no es factible que ciertos “grupetes”, enciendan cubiertas, en pos de peticiones viejas o nuevecitas? Válidas excusas para incentivar a los díscolos de siempre. El horno puede generar bollos si la situación lo amerita. El tema es disponer de la cintura política adecuada. ¿Se me comprende?

Son instantes de afianzar poder. De construir la pirámide. Y desde el otro lado, bien convendría ir mostrando propuestas, proyectos, ideas. Porque misiles ya interpretamos que lanzarán a diestra y siniestra.

Por Mario Delgado.-

Opinión

Lo bueno de tener prioridades

Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.

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Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar. 

Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego. 

A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa. 

Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera. 

Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas. 

Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido. 

El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría. 

Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad. 

Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?

Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora. 

Por Mario Delgado.-  

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Opinión

Te acostumbrás 

Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera. 

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“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo. 

La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos. 

Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto. 

Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros. 

No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.

En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino. 

Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes. 

Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales. 

Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre. 

Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás. 

Por Mario Delgado.-   

  

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 Farmacias de turno en Olavarría Facultad de Derecho