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Opinión

Opinión: Las eternidades

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La permanencia sin interrupciones en los estrados del poder, no es cosa nueva. Y es una cuestión intrínseca a todos los niveles. Tanto en el ámbito nacional, provincial o por supuesto también, en lo vernáculo.
Hablar de ciclos agotados es una reiteración dialéctica poco creíble. Por ejemplo, los macristas critican a diestra y siniestra, a los doce años de oficialismo kirchnerista, no obstante ellos mismos van con los tapones de punta por triunfar una ocasión más, en la Ciudad Autónoma.
Los renovadores massistas, hacen lo propio, pero saltaron enseguida varios alcaldes cuando el tigrense esbozó la propuesta de limitar la re reelección indefinida de Jefes Comunales. Es que nadie está a salvo de los estiletes afilados.
“Cristina eterna” fue un pretendido eslogan impulsado, entre otros acólitos, por la señora Diana Conti, en un momento de auténtica ínfula del “modelo nacional y popular”. La cosa no prosperó y entonces guardaron los cánticos y los banderines para otra oportunidad más propicia.
Sin embargo, lectores míos, la capa no debe caer al piso. Que no se haga ninguno el asombrado puesto que acá nomás, en nuestro querido Distrito de la Séptima Sección Electoral, poseemos un canto de sirena muy conocido: el “Eseverri eterno”.
II.- Porque muy a mi pesar, he de resultar reiterativo. Nos fijamos de lo que sucede allá en Casa Rosada, mas no advertimos que en éste pago chico, la cuestión es sinónima. No es para nada casualidad que, desde 1983 hasta hoy, hayan pasado por el sillón de don Castro, sólo tres señores intendentes.
No, no es un dato para despreciar; por el contrario: ameritaría un contundente examen sociológico de la gente y un análisis pormenorizado de nuestra idiosincrasia olavarriense. Que, a lo mejor y dicho sea de paso, no es tan disímil de la de otras latitudes donde se instalan nombres y permanecen por los siglos de los siglos. El “síndrome del oficialismo”, lo llamó alguien con buen tino.
Entre los méritos de gestión, la ausencia de opciones opositoras fuertes y potables y un apego de la vecindad al conservadurismo, vamos caminando por la senda del “mejor conocido que por conocer”. Y con tal decisión axiomática, nos aprestaremos en el octavo mes del corriente 2015, a sufragar.
Y no es por falta de críticas o errores o falencias, que no brilla otra estrella en el cenit. Es sencillamente, porque el que no está conforme con algo, suele culminar votando en beneficio del oficialismo de turno, habida cuenta de vaya uno a saber, que razonamiento de última instancia.
Hay dos Olavarría. José María Eseverri es loado y contemplado con excelente imagen en una, eso es más que cierto; es una realidad práctica. No ha de asustarnos que triunfe en determinados ángulos. Lo ensordecedor es que gane también con holgura en rincones que, tradicionalmente, vienen quedando relegados del marco de acción Municipal.
III.- El problema no es que solamente haya dos máquinas para laburar en las calles. El dilema y la bronca social es que, además, los laburos se hagan mal. Ese es el quid a visualizar. Eso se denomina carencia de gente acorde para concretar lo que se hace.
Y falta de inspecciones y controles. Y varios funcionarios con una soberbia y ausencia de tacto y sentido común. Pero, igual se supone que seguirá el eseverrismo a ultranza. Eso sí, amigos, repito, debiera ser estudiado. Porque resulta una incongruencia e incompetencia de quienes ingresan con potestad al obscuro cuarto de votación.

Por Mario Delgado.

Opinión

Lo bueno de tener prioridades

Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.

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Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar. 

Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego. 

A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa. 

Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera. 

Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas. 

Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido. 

El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría. 

Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad. 

Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?

Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora. 

Por Mario Delgado.-  

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Opinión

Te acostumbrás 

Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera. 

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“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo. 

La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos. 

Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto. 

Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros. 

No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.

En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino. 

Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes. 

Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales. 

Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre. 

Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás. 

Por Mario Delgado.-   

  

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 Farmacias de turno en Olavarría Facultad de Derecho