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Opinión

Las primeras percepciones

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Ya han transcurrido doce días desde la asunción de las nuevas autoridades y, si bien todavía se va acondicionando el barco a los nuevos timoneles, es preciso consignar que no obstante, podemos ir divisando dos señales que pretenderemos subrayar en esta columna.

1.- Por un lado quisiéramos resaltar el valor intrínseco de la iniciativa gallicista de trasladar su gabinete en pleno a los barrios y localidades, con el fin de conocer de propia voz de los olavarrienses, sus respectivas inquietudes y apetencias.

Es una tarea loable que por supuesto lleva implícita una alta cuota de riesgo. ¿Cuál es el peligro de tales asambleas?, puede preguntarnos alguien, sorprendido. Y la contestación amable es: que las solicitudes barriales superen en número y en monto económico, a las estimaciones y propósitos municipales.

Decimos esto sin dejar de ver, una vez más, queridos amigos, la importancia de charlar cara a cara con quienes son parte integrante de nuestra comunidad. No podríamos bajo ningún concepto, renegar de tales encuentros; sería sumamente contradictorio con lo expuesto siempre en este espacio.

Hemos sido críticos de la falta de diálogo que hubo en los niveles de poder anterior. Y sostenemos tal postura. Pero somos también conscientes de que la figura que se emplea ahora en muy ambiciosa y, por ende, a nuestro modesto entender, debiera contener un cinturón de prioridades que contuviese la sumatoria de pedidos.

En el barrio AOMA se distinguió con supina claridad esta cuestión, mis lectores: hubo una carpeta puntual con un variopinto despliegue de necesidades a resolver lo antes que fuese factible.

También pongamos sobre la mesa de la sinceridad una premisa concreta: que los anfitriones tendrán que adecuar sus cuitas y enmarcarlas en dos o tres ítems sobresalientes, dejando para otra ocasión más propicia, los demás asuntos que puedan aguardar en el tiempo y en el espacio.

O sea, debería haber un ejercicio común, ensamblado de ambos lados. Porque si no la cosa se pondrá, en algún momento, espesa. Los instantes, la paciencia de la población por ahí no coincide con los plazos de los políticos y de las esferas oficiales.

Si se abre el grifo, luego se caerá en la trampa de ir augurando promesas sin probabilidad real de rápido cumplimiento. Entonces lo imprescindible pasaría por centrar los pedidos y las ofertas en lo fundamental. Y no extralimitar las reuniones, habida cuenta de que de la esperanza a la desazón, se arriba en segundos apenas.

El descontento de vecinos con ideas erróneas, no alimentaría ninguna buena acción. Por tal motivo, la experiencia exige prudencia y tino. Y continuar recorriendo y oyendo a la ciudadanía, mas sin salirse de los cauces normales de la interrelación.

2.- Y una segunda opinión nos transporta al mundo de los señores Delegados de localidades del partido. Más allá o más acá de nombres y nombramientos meteóricos, la sensación que dejó la campaña no tendría que empañarse gratuitamente.

Los hombres y mujeres de las localidades aplaudieron el sentido proyecto de “Cambiemos” de oficializar de una bendita vez algo tan ansiado por ellos: la elección de sus representantes.

¿En cuántas oportunidades se debatió tal cosa en el Deliberativo y no prosperó? Sin embargo la vida da revancha y parece que en agosto del venidero año, los pueblos tendrán su “Jefe” por decisión voluntaria y no por imposición de Rivadavia y San Martín.

Claro que quedan aspectos por coordinar y sintetizar. Pero los vientos que han soplado con dimes y diretes, con “te pongo” y “luego te saco”, no auxilian al caído, sino lo hacen perder aún más el equilibrio. Ustedes me comprenden.

Por Mario Delgado.-

Opinión

Lo bueno de tener prioridades

Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.

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Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar. 

Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego. 

A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa. 

Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera. 

Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas. 

Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido. 

El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría. 

Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad. 

Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?

Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora. 

Por Mario Delgado.-  

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Opinión

Te acostumbrás 

Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera. 

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“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo. 

La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos. 

Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto. 

Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros. 

No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.

En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino. 

Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes. 

Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales. 

Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre. 

Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás. 

Por Mario Delgado.-   

  

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 Farmacias de turno en Olavarría Facultad de Derecho