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Opinión

Las divisiones impuestas

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El primero de junio del corriente año, ya quedó marcado en el almanaque de la institucionalidad local, como un día trágico. Y, convengamos mis fieles lectores, que de ahí en más, las andanadas de piedras de culpabilidades, han ido cayendo medio en saco roto.

No hay, insisto, hasta este instante en que escribo esta columna, una auténtica claridad imparcial de por qué las instancias se desmadraron a tal punto que la Especial Sesión del Cuerpo de Legisladores no pudo concretar su cometido; no los dejaron laburar a los ediles, así de sencillo y patético.
En el devenir del caos mefistofélico experimentado en las céntricas arterias, sí flotó cual lanza heridora, una consigna perversa: sembrar la división entre hermanos. O sea, traduciendo: entre alumnos que reclaman su boleto gratuito por Ordenanza y los conductores de las compañías concesionarias del público transporte interurbano y urbano, se ha formado una ¿insalvable? brecha.
Así que nos situamos intranquilos ante diversos “paneos” de una imagen sobrecogedora e intrépida. Por un lado, la búsqueda de respuestas que no llegan, o llegan en cuentagotas y no satisfacen y, por otro andarivel, observamos entonces a una porción del pueblo “agrietado”.
Al unísono, mis amigos, que el Presidente del HCD, don Eduardo Rodríguez, esté pidiendo a través de senda nota (ver aparte en este mismo portal) la garantía de seguridad policial para una próxima Sesión, el jueves 9, certifica que la cuestión es hilarante.
Pero, ¿cómo es potable tal petición? ¿A qué nivel de intolerancia hemos arribado? O a qué grado de inoperancia uniformada, ya que el otro día, se quedaron los servidores del orden “como con ocho” y se hicieron reverendamente bien los “sotas”. Esa actitud tan insólita, ¿acaso estuvo digitada por altas esferas políticas..?
El grito distintivo de la rivalidad política, salta a la vista. No obstante, hemos de perfilar la irracionalidad de los aconteceres, con un proceder policial ausente, con un oficialismo que se queja de no haber tratado la temática del boleto, en común con el resto de los tópicos, en una Ordinaria. Aprovechando la oposición la licencia de la doctora Fernanda Araneo.
En fin, en concordancia con tanto lío y zozobra, las aguas se estancan y se profundiza la línea fronteriza. Quedan por ende de un lado los choferes, “fogoneados” por la UTA y la patronal, para que se pongan firmes en la lógica de exclamarle “no” al boleto gratuito, so pena de perder el trabajo por la incapacidad empresarial de mantener en forma el servicio.
Claro que los ejes centrales del conflicto, no debieran establecerse en tal dial. La gratuidad del boleto es una vieja demanda argentina que, incluso, dejó vidas truncas en el pasado nacional. Y nuestro distrito ha replicado tales menesteres y hoy la notoriedad excede a lo pensado.
Sin mesa de diálogo que reúna a los estudiantes, a los conductores, a los concejales y a funcionarios del Palacio San Martín, es difícil toda vía de entendimiento. Bueno sería que alguien pospusiese determinados orgullos, y se juntasen en un sitio neutral y, tranquilos, charlar y ubicar el camino más correcto a seguir.
No obstante, hay que divisar ciertos aspectos que son condimento del dilema: el crecimiento exponencial de los empresarios, especialmente uno, que apenas tenía once coches alquilados en la ciudad feliz, al comienzo de su concesión allá por 2007.
De eso no habla tal empresa. Como tampoco lo hace de un sindicato que no vela por los intereses de sus representados, salvo en minutos extremos en los que termina usándolos de “cabeza de turco”.
¿Ha clamado el río empresarial por mejorar la condición diaria de laburo de los hombres y mujeres del volante, por ejemplo? Choferes sin descanso, sin baño, con pésimas unidades que se llueven y donde brota el frío, con puertas mal cerradas?
¿Por qué se esquivan estos planteos, a la hora de poner blanco sobre negro? La concesión, al contrario, lo que internaliza es un llanto eterno por no ganar dinero; cosa que es altamente discutible.
Por supuesto que la instrumentación de la famosa TEO, amerita correcciones. Pero consensuadas y sin poner frente a frente a los actores, como si se tratara de rivales en un ring.
La cuestión de fondo es ¿cuánto recauda en verdad la compañía urbana y cuánto la interurbana? Con una auditoría concreta y fiable esto se sabría. Los indicios anticipan resultados insospechados. O no tanto…
Por Mario Delgado.-

Opinión

Lo bueno de tener prioridades

Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.

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Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar. 

Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego. 

A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa. 

Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera. 

Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas. 

Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido. 

El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría. 

Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad. 

Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?

Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora. 

Por Mario Delgado.-  

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Opinión

Te acostumbrás 

Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera. 

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“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo. 

La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos. 

Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto. 

Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros. 

No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.

En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino. 

Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes. 

Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales. 

Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre. 

Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás. 

Por Mario Delgado.-   

  

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 Farmacias de turno en Olavarría Facultad de Derecho