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Opinión

Quinta nota barrio Independencia: Comprá tranquilo

Las rosas son maravillosas, aunque posean espinas, han exclamado con altivez los poetas. Sin embargo, en ciertas cuestiones, las espinas suelen esconderse más que el aroma floral. El punto es que, ante la tentación de la belleza de la flor, hay quienes lamentablemente, no advierten el concerniente peligro intrínseco de la operatoria espuria.

Tanto protocolo, tanto preámbulo, mis lectores, tiene que ver con un asunto que venimos reseñando como nadie: las usurpaciones intempestivas del barrio de los ocho monoblocks, o sea el Independencia.

La lluvia sonora de detalles a anexar, es múltiple y recorre no obstante, un círculo concéntrico bien aceitado. Porque si bien las “tomas” de los apartamentos han sido cuantiosas y traumáticas varias de ellas, cuando nos tomamos el trabajito de repasar a conciencia la nómina de involucrados, arribaremos con sorpresa, o no, a una conclusión determinante: algo huele pésimo aquí, amigos del alma.

Tan olorosa es la trama que su desagradable consecuencia se traslada, inclusive por fuera de la frontera barrial. La podredumbre cuenta lustros de “inaugurada”, pero se manifestó con furia de titanes en las últimas semanas, corriendo ya cualquier viso de resguardo, desvelando casi con soberbia un pseudo poder en las sombras que proyectan los apartamentos al anochecer.

Si hasta los más díscolos infieren apuestas a ver cuál departamento usurpan hoy, por ejemplo. Y tiran la moneda, empapados en alcohol y en fechorías pocas oportunidades castigadas como es debido.

El aceite de la unción sagrada no puede rozarlos. Están imbuidos de insolencia y maldad y juegan con lo más preciado de varias familias: su necesidad de vivienda medianamente digna.

Como en un match despiadado y desigual, se pasan la pelota. Los usurpadores “profesionales”, el señor escribano “truchando” documentos de propiedad y un ser vinculado a la Justicia que la oficia de “noviecito” de una señorita muy agraciada, y que la va además de nexo entre lo mágico y lo absurdo.

Entonces la cadena suma eslabones. Claro que la gente común sufre y maldice por lo bajo tanta algarabía de los nefastos. Claro que ha ido quedando un auténtico tendal de pobres víctimas que lograron vivir en los departamentos poco tiempo. Hasta que la telaraña los succionó y echó a la “puta calle”, al decir de un relato novelado.

La Municipalidad tuvo que salir al cruce para torcer en parte la mano cruel. La Ley se tuvo que poner los pantalones largos y hasta vinieron uniformados de otro pago lindero. La Fiscalía interviniente mueve las piezas de un tablero que no termina de derrumbarse. Demasiado dolor de los inocentes y miradas absortas de padres que no saben qué corno explicarles a sus hijos. Se vive para el traste y no se proyecta nada auspicioso en la región “independentista”.

Y si aún queda algo en el tintero, escribamos que no solamente negocian los delincuentes con apartamentos; también en sus carpetas exhiben terrenos para vender a muy módicos valores.

Frente mismo al barrio cuarentón, hay un lotecito que lo anhelan “ubicar” al mejor postor. Incauto y gentil, alguien puede “tragarse el sapo” de que el “terreno tiene todo en regla”. Flojito de papeles está; mas la parafernalia en pie, dirá y pretenderá demostrar, lo contrario.

Así las cosas, no habría que alarmarse si éstos individuos, excelsamente asesorados, abren una inmobiliaria y ahí sí que te quiero ver…

Por Mario Delgado.-