Opinión
Saliendo al cruce: barrio Independencia
La Comuna se acercó al sitio del drama, intentando abrir las alas para proteger integridades y descomprimir situaciones peliagudas. Las usurpaciones, u ocupaciones o tomas literales de apartamentos en el barrio Independencia, son una cuestión de Estado.
Un Estado que, oh casualidad, amigos del alma, no ha ido controlando las circunstancias como se debiera desde hace años. Prueba elocuente de reiteradas facetas: se construye un complejo habitacional, se adjudica, se entrega con la pompa del momento, con los característicos flashes y a otra cosa. Después el lloro y crujir de dientes.
La crudeza de la realidad fue comprobada entonces, bien de cerca por los funcionarios del área de Desarrollo Social. No es de poca monta el dilema. Que te quiten la propiedad así porque sí, no es plausible.
La perspectiva pasaría por instrumentar una especie de tregua – acuerdo que posibilite la absorción de algunos alquileres por parte de la Municipalidad, ante casos específicos, pagándole a los dueños de los departamentos una cuota mensual por la respectiva ocupación que ya, dicho sea de paso, se convertiría, reafirmamos, en un alquiler hecho y derecho, con la tranquilidad que esto conlleva para los señores propietarios.
El punto es no dejar al descubierto una problemática acuciante y muy compleja. Aunque, tal procedimiento no resulte la solución definitiva. Habrá que relevar muy bien los casos y no quedar pegados a “vivillos de ocasión”, porque las usurpaciones no son niñerías, ya que hay, en varias de ellas, una maquinaria aceitada detrás, con la presencia incluida de un profesional que reparte “escrituras truchas”, como un auténtico salvoconducto legaloide. Bien debiera hacerse una investigación a fondo.
Como cierre de esta nota, permítannos anunciar, amigos, que hace apenas horas atrás, en este miércoles, para no irnos demasiado en el tiempo, un departamento dejó de estar ocupado (o tomado) por una pareja de ex convictos.
Una orden judicial emanada de la tribunalicia ciudad de Azul, abrió el cauce a un desalojo pacífico y expeditivo. Cabe la pregunta fatalista: ¿Fue menester la intervención de la mano poderosa de otra comarca, de otro estamento, para lograr el éxito de tal operación?
Ahora y contra reloj, unos obreros colocan las correspondientes rejas de hierro, imagen propiciatoria de una cotidianeidad que no es la mejor.
Por Mario Delgado.-




