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Opinión

Construir poder

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La objetivación de los liderazgos, no es cosa nueva. La construcción de poder, tampoco. Las nuevas miradas y los ojos desacostumbrados a ver cambios tan rápidos de nombres. Hasta Jesús, dicen, se encolerizaba a veces, con su gente de confianza.

Acá, en nuestro pago chico, hay un hecho sustancial y objetivo, mis amigos. Hemos trasladado el equipo a otro escenario y hay que iniciar de verdad, una novel etapa. No habrá espacio para nostálgicos o para tibiezas si, con rigor científico, se anhela implantar los cimientos de una impronta gallicista auténtica.

Ahora el que está detrás de la puerta marrón, es otro señor. Ahora hay en Olavarría, otro intendente. Con todo lo que tal situación implica, desde luego.

Y, al parecer, lectores míos, lo que estaría costando un poquito en la platea ciudadana vernácula, es el acostumbramiento a esta coyuntura, distinta en un todo y en parte, a lo anterior.

Por tal motivo, y en un contexto insisto, de novedades casi continuas, resulta aún un tanto raro el mutar de apellidos que se produce por ciertas áreas de gestión. Entre paréntesis se sitúan los vientos que en cada caso particular, pueden haber soplado.

Quizá la pérdida más añorada debiera ser la de don Luis María, aunque ya del tema no se hable y haya un reemplazo que precisamente, ya actúa en su lugar.

Da la impresión sin embargo, que los colaboradores que se van, o los van, siguen en el candelero, cual nómina indefinida e inestable. Alguien podría inquirir: “¿Son todos o quedan más por quitar del tablero?” Modificaciones de subsecretarías y personas que no dan “el perfil” al poquito de andar, una combinación que mueve las paredes y obliga en cierta forma al tipo común a anotarse los cargos y nombres en un cuaderno, so pena de tener serias confusiones existenciales.

El punto saliente del entramado en sí, lo adscribe el estilo. Porque sabido es, que don José María poseía otra manera de comandar el barco. Y, en estas “menestrías”, fue poco común el viraje de funcionarios, salvo excepciones muy contadas.

Pero volvemos a lo mismo, cual círculo o “Gilgal” antiguo: hoy es distinto y hay que aceptar tal axioma político y electoral. El “modus operandi” reviste una capa de un elemento compactador de materiales diversos. Un imprescindible artículo que se denomina en el mercado “construcción de poder”.

Exacto, el abogado Ezequiel Galli, está abocado, por si alguien no lo advirtió, a la tarea de abrirse camino, de instalarse y de romper con viejos paradigmas locales, algunos más débiles y otros más sólidos.

Discutibles son y serán (como en cualquier caso), sin lugar a dubitaciones, los métodos o los pasos empleados para convertir el deseo y la necesidad en obra terminada. Los plazos pueden variar, mas él sabe que dentro de un parcito de años, deberá rendir examen y en cuatro lustros, su laburo al frente de Rivadavia y San Martín, tendrá una prueba de fuego interesante.

O sea, que la cosmovisión tiene que explayarse libre, por encima inclusive de las propuestas o ambiciones personales, yendo por sobre afectos y amistades. Lo más extenso, pone las reglas. Y nadie puede permanecer impermeable porque prima el propósito constructivo.

De esa acción se deduce, no obstante algo esencial y frío: quien no encaje o no adopte posturas colectivas, pegará los bloques sin mezcla. Y no durará.

Galli va en aras de liderar el Municipio con “SU” decisión; no por manuales ya escritos y por consejos de otrora. El tema a resguardar es la “sangre” que se derrame y los costos que se vayan abonando.

Porque todavía es momento de acomodar piezas, de nombrar personas, de canalizar ideas. Pero en un momento dado, todo el espectro reclamara concreciones y aplomo. Del tiempo que tarde en disponer el andamio el señor alcalde y de los resultados, hablaremos, si no les disgusta, en una columna futura.

Por Mario Delgado.-

Opinión

Lo bueno de tener prioridades

Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.

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Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar. 

Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego. 

A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa. 

Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera. 

Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas. 

Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido. 

El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría. 

Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad. 

Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?

Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora. 

Por Mario Delgado.-  

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Opinión

Te acostumbrás 

Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera. 

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“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo. 

La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos. 

Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto. 

Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros. 

No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.

En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino. 

Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes. 

Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales. 

Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre. 

Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás. 

Por Mario Delgado.-   

  

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 Farmacias de turno en Olavarría Facultad de Derecho