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Opinión

A pocas horas

Sin dudas que despierta emociones y expectativas encontradas, el traspaso de mando que se producirá en nuestro terruño este miércoles 9 a las 19 horas en el  Salón Rivadavia.

Lejos de los encontronazos soberbios, tozudos y carentes de sentido práctico, emanados de Casa Rosada, donde una Jefa de Estado no parece reconocer la voluntad de más de 13 millones de argentinos que sufragaron por el ingeniero Mauricio Macri, en éste ámbito más reducido y consensuado, la transición ha sido pacífica, y con diálogo directo entre las partes.

Distantes entonces de la batahola porteña, no obstante, circulan comentarios y se barajan posibilidades en cuanto a lo que sucedió y más aún, por cierto, a lo que vendrá con el correr de las jornadas subsiguientes.

Todavía quizá haya quien se pregunte compungido: ¿por qué perdió José María Eseverri? Sin ánimo de ofender ni de prolongar en demasía mi columna de hoy, déjenme sugerirles que fueron varios los ítem que se encolumnaron para desembocar en la para varios, inesperada caída de un modo de gestionar la Comuna.

Más allá de citar errores y descuidos oficialistas anteriores, lo interesante pasaría en estos instantes, por una revisión auténtica del poder que se entronizará ahora en Rivadavia 2801, con un objetivo concreto y plausible, mis lectores: no ceder a la tentación lamentable de tropezar con la misma o con las mismas piedras.

Lo que fue la etapa eseverriana debiera servir como un libro abierto, como una luz en la senda gallicista. Aprender de los puntos débiles que disponía el intendente saliente y su equipo y que ciertas personas de su entorno, no quisieron divisar, en aras de una actitud carente de tino y tacto.

O sea, siendo directo y al grano, no hay que maltratar a nadie, sea pobre o rico, sea del barrio que provenga. Hay que oír los reclamos vecinales y contar con un nexo efectivo que dé, en nombre del alcalde, las respuestas acordes, nunca mintiendo por supuesto. La señora Mentira, resta oportunidades, no multiplica adhesiones.

Los barrios desheredados no pueden continuar en su periplo, en su peregrinaje ante las oficinas públicas en busca de un poco de ayuda. Un funcionario no ha de expresar jamás que si no le gusta tal lugar a un individuo, que se cambie rápido. Insostenible concepto que fue circunscripto durante el lapsus eseverrista.

Las localidades, tanto rurales como serranas, forman el cuerpo olavarriense, por lo tanto no es menester rezagarlas cual jugadoras suplentes y solo utilizarlas en ocasiones puntuales.

Y ojalá el próximo Jefe Comunal esté al lado del pueblo, oyendo al hombre y a la mujer, no dejándose influenciar por terceros, sino contemplar el panorama por sí. Todo el año, no salir tres meses antes de las votaciones y comprender recién ahí, cómo es el “leiv motiv” de cada zona, de cada ángulo de la ciudad.

Y otro requisito es la COHERENCIA, tan vapuleada ella en las horas presentes. O estás con tal o cual propuesta o no. Que lo que se afirme, se mantenga, pese a los vaivenes y a la coyuntura, no siempre aliada.

Eseverri, Galli y los que vengan también después tienen que ser receptores de una eximia verdad: es el votante el dueño del destino, no el gobernante de turno. Olavarría es de los olavarrienses y los funcionarios son temporales administradores, no poseedores de las voluntades de la gente.

Creerse que los “Idus de Marzo” nunca nos rozarán, es un pecado de aquellos que mal entienden su rol dentro del espectro democrático.

Por Mario Delgado.-