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Opinión

Opinión: Hermanos en la fe

Hace pocos días atrás el Papa Francisco I, recibió en la sede vaticana a la líder de la Iglesia Evangélica Luterana de Upsala, Suecia, la arzobispa Antje Jackelén, justamente muy cerca de cumplirse los 51 años del decreto del ecumenismo del Concilio Vaticano II. Por Mario Delgado.

En el documento “Unitatis Redintegratio” se habla de esa cuestión tan particular que separara hace siglos a la matriz de la grey cristiana. La idea central por hoy del Jefe católico, pasa por entablar un puente comunicacional con los luteranos, en pos de una reunificación eclesial, anunciada en teoría por lo menos, para el 2017.
El respeto y amor por los prójimos, más allá incluso de las connotaciones cercanas a la fe, está presente, se advierte, en medio de estos contactos que establece desde su llegada al papado por el ex arzobispo de Buenos Aires.
Los “hermanos” émulos de Martín Lutero, aquél eximio reformador alemán, son dignos de ser atendidos y se trasluce además un ejemplo de apertura hacia otros cultos. Por eso el encuentro con la conductora espiritual sueca citada, se ha visualizado como un peldaño de significación en toda esta perspectiva de Jorge Bergoglio de alentar las buenas relaciones y hasta quizá, las propuestas en común para los próximos tiempos.
Es de comprender que la óptica del sucesor del apóstol Pedro tiende a despejar del sendero de la cruz, cualquier escollo de rivalidad o falta de diálogo con otras vivencias de carácter religiosa. Una presunción de plenitud por cobijar sin tapujos ni pre conceptos, a la mayor cantidad de amigos y hermanos. Obviamente, remendando agujeros y alineando posturas de por sí, disímiles.
La filosofía papal se presiente clara: “abramos los brazos, reconozcamos errores propios del pasado y empecemos una nueva etapa”. Un capítulo diferente dentro del espacioso volumen de la fe crística. El punto basal advierte por supuesto que para tal actitud, se necesita una alta dosis de humildad y ser auténticamente receptivos.
Los interrogantes, lógico, han surgido en el ámbito de la curia romana, como así también las críticas. Porque no ha faltado la voz tronadora de algunos religiosos que, con ademanes ampulosos, se declararon firmemente en disidencia con el máximo purpurado universal.
No le perdonan muchos católicos a los continuadores de Lutero el haberse ido del rebaño. Y no haber vuelto más. No consienten tampoco las consideraciones afines que pudieran tener. Una vez más, la polémica se sirve en la mesa del dominio vaticano.
El quid de la cuestión es, entonces: ¿son todos, sin excepción “hermanos en la fe”, o hay que establecer divisiones humanas, por sobre inclusive de los preceptos tan difundidos de “somos todos hijos de un mismo Dios”?
Por Mario Delgado.-

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