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Opinión

En pos de “Ni una menos”

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El miércoles que viene, 3 de junio, habrá que copar los ámbitos geográficos nacionales prefijados con un propósito determinado: cercar definitivamente el camino de los violentos que maltratan, verbal o físicamente, a las mujeres.
Y no debiera ser ésta una movida más, como tantas que ya se han ejecutado, mis amigos, en relación a los tristes y abundantes casos suscitados, donde las actitudes despóticas hacia las damas, han sido terribles y dañinas al por mayor. Quiera el cielo que esta oportunidad nos muestra el corazón compungido y la solidaridad multitudinaria y sobre todo, el compromiso serio para cercenar los derechos de los violentadores.
Hablar de nombres y apellidos de víctimas sería caer irremediablemente, en un listado cuantioso. Hechos difundidos y de los otros. De aquellos de puertas adentro, en los cuales mujeres desprotegidas y despreciadas, son sometidas al vil accionar de imbéciles que se creen “machos polenta” y no son nada más que escoria.
Claro que hay tejido amplio para cortar en este urticante y delicado asunto. Porque las aristas del entramado social y cultural cuentan, amigos lectores. Y no solo suman, sino que también pesan bastante a la hora de mirar con auténtica imparcialidad a los prolegómenos y a los desenlaces de los golpeadores y sus azotadas inocentes.
El pretendido auge y aceptación popular de las conductas “machistas”, se divisa de varias maneras. En todos los tiempos y comunidades. Acá, en la República nuestra, y sin irnos lejos, contamos con por ejemplo, ritmos musicales y canciones que son empleados para denigrar a las féminas. Ni qué decir de ciertos programas de televisión, puestos al servicio de un impulso totalmente burdo y soez, en detrimento de la femineidad.
No se ha llegado al minuto actual de balde. Como sucede en diferentes rubros de la existencia humana, las casualidades no se ven, porque no están. Entonces coincidamos en que la ultrajante sonoridad de la pérdida de valores, ha ido colaborando también, desde su ángulo, con timoratas respuestas que hemos como sociedad, ensayado para reprimir conductas más bestiales que civilizadas.
Pero si es que hasta ayer nomás, un tipo noqueador de su esposa, era guardado en el baúl de los tabúes y nadie salía a su encuentro. La señora magullada mentía una y otra vez y el circo continuaba su show.
Díganme ustedes, mis pacientes y valiosos lectores, ¿adónde huía hace años atrás una mujer golpeada? ¿Quién acaso la recibía y se ocupaba de que el idiota de turno no la molestase nunca jamás? No, señores míos: la pobre devastada quedaba a la deriva, bollando en un irónico limbo y terminaba volviendo a los brazos de su torturador.
Vale señalar que esto en rigor de verdad, en varias ocasiones, aún acaece. Por eso me irrita mucho cuando se intenta banalizar y dar vueltas en círculos. La problemática no es simple ni sencilla. Es y debe ser conmovedora. Pero en su totalidad, no tan solamente en los nefastos y mediáticos efectos de las chicas muertas por sus maridos o ex parejas.
El nudo gordiano no arranca ahí; pues ya viene de larga data. Lo que observamos es siempre el final tétrico, electrizante de la película. Mas ¿alguien se preocupa de los orígenes de la tragedia? Por suerte, dentro del drama, ahora se encienden lámparas empuñadas por asociaciones civiles con ánimo de auxiliar a las víctimas desde el principio mismo de su calvario.
El ninguneo, la burla, la bronca abre su puerta negra generalmente en la etapa de noviazgo. Y va ganando terreno de a poco, en cuanto la permisividad de la mujer deja anidar estas falaces maneras de llevar adelante una positiva relación. Un vínculo amoroso cimentado, no cuenta con odio y rencores. Y mucho menos con insultos o puñetazos.
El amor es sublime. No es sinónimo de violencia en la casa o en el trabajo o donde fuere. “Quien ama no golpea”, se afirma, aunque aún hoy se distinguen mujeres que todavía no lo tienen tan claro al axioma teórico.
Ejes que no funcionan. Organismos que no responden y conductas permeables al dolor. Idas y vueltas en un dilema acuciante. En tal contexto, debo admitir que no dispongo de ningún dato fehaciente que me lleve a pensar o a rubricar que un golpeador se redime.
¿Notan voluntad social, política y jurídica de querer resolver esto? Al desborde del tanque de agua en mal estado, no lo frenan con palabras. Acciones concretas amerita la coyuntura. Penas severas para las ratas que abusan de la confiabilidad. Y un Estado que ha de enrolarse en la lucha, para dar contención cierta, verídica a esa persona que huye del hogar y sin recursos.
Hijos que ven cuadros penosos y vomitan luego, con el correr de los años, idéntica idealización de lo que es un noviazgo o matrimonio. Damas presas del miedo que no se atreven a denunciar al energúmeno porque las ha amenazado previamente. Y la cadena no se corta.
Sin embargo, llego el segundo preciso, amigos, de no desviar la visión. Es ahora o nunca. Entre todos y sin excluidos. Ni excusas tampoco. Cada uno en su sitio, pero entre todos. Porque los cobardes detractores de mujeres no están en Marte; no, se ubican, se sitúan aquí, en nuestro propio hábitat. Y hay que desenmascararlos con categoría, con altura y autoridad. Para que algo mute para bien, luego del 3 del sexto mes.
Por Mario Delgado.-

Opinión

Lo bueno de tener prioridades

Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.

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Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar. 

Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego. 

A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa. 

Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera. 

Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas. 

Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido. 

El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría. 

Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad. 

Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?

Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora. 

Por Mario Delgado.-  

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Opinión

Te acostumbrás 

Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera. 

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“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo. 

La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos. 

Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto. 

Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros. 

No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.

En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino. 

Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes. 

Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales. 

Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre. 

Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás. 

Por Mario Delgado.-   

  

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 Farmacias de turno en Olavarría Facultad de Derecho