Opinión
Prolijidad ante todo
El recinto deliberativo estaba colmado. Era de esperar. Aunque brillaban por su ausencia, las autoridades uniformadas. Las banderas de apoyo al intendente doctor José María Eseverri, ocupaban puestos de preponderancia. Los funcionarios oficiales y un momento único en el año: el inicio de un ciclo muy particular, en un contexto electoral de primer nivel. Por Mario Delgado.
La totalidad de los ediles escucharon con dedicación el mensaje del Jefe de Rivadavia 2801, que duró 44 minutos exactos. Asintieron los componentes de su bancada; hicieron algunos gestos especiales los señores opositores.
La alocución fue prolija, ante todo, desdeñando aspectos que quizá se hubiesen aguardado. O sea, para ser francos y claros con ustedes, mis lectores, no se oyó en ningún tramo de la ponencia, determinados anuncios que pudiesen llegarse a catalogar como grandilocuentes.
Se esbozó desde luego, un resumen con énfasis en diversas áreas de la gestión, lanzando al aire fresco de la noche, andanadas de críticas hacia los gobiernos de La Plata y Casa Rosada. Al tiempo que se dejaba subrayado que Olavarría es pujante y sólida y debería continuar en tal línea.
Si alguien creía que se encontraría con renglones dedicados a un índice tal vez mínimo de autocrítica, seguro se fue del salón céntrico con decepción. El cuadro discursivo pintado por José María, no contó con apéndices propicios para esa instancia.
Desde los derechos humanos hasta el campo y una relación recompuesta con los productores rurales. Desde la modernidad de su trabajo al frente de la ciudad, hasta el siempre ponderado ítem de la cultura local, que abre sus alas cada vez más amplias. Desde las políticas de salud, teniendo ellas como eje al Hospital, hasta la controversial cotidianeidad de la seguridad. Ahí aprovechó don José para sacar un cros que pegó en el mentón de la Provincia. Apadrinó su función ejercida para protección de los vecinos, mientras desde la ciudad de las diagonales, a su entender, observan para otro lado.
Obviamente, amigos, no se olvidó de mencionar el concepto de inclusión social, aduciendo por supuesto, a que su administración va en ese sentido sin descanso ni demoras. También le dio aire a la niñez, la familia y los adultos mayores, contemplados en su programa. Una política de viviendas acorde presentó, al tiempo que ciertos ediles lo miraron medio feo, descreyendo de sus palabras. Olavarría precisa casas y el Banco de Tierras es un nexo, explicó el intendente, entre el olavarriense y la Anses, por ejemplo, para cristalizar el sueño del “techo o nido propio”. Además, coincidió en regalar un párrafo favorable al ProCreAr.
Mechó en su conferencia los nombres de dos concejales: Gerardo Ripol y Eduardo Rodríguez. Exaltó el asfalto en Barrio UOCRA y los espacios verdes. La implicancia de los parques y la comarca del porvenir, que no podrá cejar en su esfuerzo de ser preponderante en la región.
Habló de que existen pobres. Aunque el culpable de ello es, para el alcalde, el Estado Nacional. No recurrió al mapa vernáculo de desigualdades, de sectores ignorados o desprotegidos aún. No ve una imagen de dos ciudades. Todo está, es evidente, en idéntico plano de perspectiva para el Ejecutivo. No se sobrevoló siquiera por detalles de penumbras, como se podría haber sospechado en un tiempo de seducción de posibles electores.
No se prometió nada de consistencia para las localidades, aunque sí remarcó el laburo digno de los empleados municipales. Sus siete años sentado en el sillón de don Amparo Castro, no revisten sombras tétricas en derredor. Eso quedó flotando en el aire. Y el orgullo de pertenecer a Olavarría, seguirá siendo un caballo de batalla del señor líder político local.
Lineal. Sin sobresaltos y con quince aplausos. Habló Eseverri y de ahora en más, lo que vendrá en el HCD será un ciclo cargado de chicanas, reacciones encontradas, y discursos con alto impacto partidista.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Lo bueno de tener prioridades
Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.
Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar.
Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego.
A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa.
Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera.
Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas.
Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido.
El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría.
Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad.
Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?
Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Te acostumbrás
Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera.
“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo.
La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos.
Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto.
Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros.
No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.
En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino.
Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes.
Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales.
Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre.
Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás.
Por Mario Delgado.-