Opinión
Ausente… ¿con aviso?
El experimentado fomentista se acuerda de otras épocas. Su memoria se traslada por fuera de la cortina del espacio y el tiempo. Y se queda anonadado en su silla, frente a mí. La situación requiere de otro mate y de un sesgo de distención. Los silencios suelen ser elocuentes y, a veces, es mucho más prudente no romperlos de balde. Por Mario Delgado.
Su rostro revela, por cierto, lo que siente su espíritu. Y tal sentimiento no es muy alentador que digamos, mis lectores amigos. Podríamos esbozar sin miedo a equívocos que este señor, dirigente barrial desde hace bastante, se encuentra desilusionado.
Desencantado. Supuso que algo iría a mutar, dejando para siempre en el pasado lo negativo, lo pueril, las actitudes rayanas con la inoperancia o la pereza institucional. Creyó con creces en un auténtico novel proceso en la entidad madre de los vecinalistas.
Fue crédulo de veras, abriendo su corazón y mente a un tiempo realmente nuevo. Apostó hasta su honor que las venas barriales se nutrirían de bríos consistentes, llenos de impulsos eléctricos, de proyectos concomitantes y de realizaciones positivas para los complejos habitacionales y sus moradores.
Me mira algo preocupado el hombre. Es probable que esté luchando en su íntimo fuero por disfrazarme las respuestas. Le duele en el alma criticar a sus pares. Tiene códigos el tipo. No es un “buchón” despechado. Es alguien que anhela ver en la cúspide a las obras vecinales.
Quizá sienta una dosis de incomodidad. Pero se relaja luego de varios mates. Lo dejo hacer. No lo interrumpo en el columpio de su tristeza y de sus elucubraciones. Le invito un cigarrillo. Accede y se dirige a la ventana próxima. Comienzan a caer lágrimas del cielo.
La pausa se hace interminable. Y al fin, como para sí mismo, el señor expresa: “Es lamentable, Mario. Lo he comentado con otros colegas referentes barriales y veo distintas visiones. Mas es evidente algo: la Federación de Juntas Vecinales y Sociedades de Fomento, se ha quedado estancada y no es ubicable al pie del cañón. Al registrarse un montón de hechos puntuales, que involucran a determinados barrios e inclusive directamente a fomentistas, la entidad no aportó su bálsamo aliviador como se hubiese esperado”.
Noto un suspiro extenso en mi interlocutor. Lo aqueja una crisis interna, un dolor de impotencia. Es poseedor de un arsenal de inquietudes sin respuestas. Continúa la lluvia. “Al tomar el mando del barco en picada Juan Carlos Castelli, en una reñida elección, dicho sea de paso, fue cual si se abriera un ciclo con expectativas optimistas”, dice el dirigente.
Y sigue: “Sin embargo, no se observan sustanciales avances y el mar está picado. Queremos la Personería Jurídica de la Federación y aún estamos en veremos. Se habló de la posibilidad de contar con un local, una sede, una oficina nuestra en la Terminal de Ómnibus, en el subsuelo, te digo más, en el Local 8, y ahí quedó todo en danza. Primaron las dudas y las posturas en contra y, hete aquí, deambulando sin un sitio que palpemos como propio”.
“Pero eso no es el final de la odisea. Hay amigos aislados, que no saben qué hacer ante circunstancias específicas. Ha habido agresiones a colegas y no se los ha avalado cual hubiese sido menester, moviendo cielo y tierra en pos de reivindicar al fomentista en apuros. Hubo, en cambio, ‘silencio de radio’, o un tímido llamadito telefónico más frío que el hielo Antártico”.
Parece haberse desinhibido el hombre. Y ¿ahora, quién lo para? “Olavarría no es lineal. El progreso y las ´buenas ondas’, no son elementos corrientes en toda la composición geográfica vernácula. También se pueden divisar sectores con dramas de décadas, problemáticas urticantes que los dirigentes presentan en el Palacio San Martín y te dan vuelta la cara, cual si tuviésemos una innombrable peste”.
Eleva un tanto la voz en varios pasajes de su alocución. Advierto que sabe de lo que habla. Eso es interesante en estas horas de improvisados que opinan sin siquiera saber dónde queda tal calle. Adivina mis pensamientos. “Para resolver y decidir, tenés que caminar las arterias. Un funcionario que no se embarra jamás, ¿qué te puede vender, desde su comodidad? Hay barrios sin mínimas calidades de vida, imprescindibles al día de hoy. Pero quedás en el aire, bailando sin pareja y sin contestaciones coherentes”, subraya el señor fomentista.
“Sería extenso de enumerar pero ya no queda más yerba, bromea. Nos gustaría más empuje federativo y que el overol del dirigente sea respetado y valorado. Se ha juntado gente con propuestas en un hermoso barrio sureño de aquí y armaron su Junta Vecinal. Y la Federación, querido periodista, ni enterada estaba de tal situación. ¿Nadie se anotició? La quietud es desgaste. Un mecanismo que no se moviliza, termina perdiendo su teórica efectividad. Y el descontento ya no es un pequeño globo inflado por opositores”.
Y, para el cierre de su exposición, sale a la luz la temática de las Territoriales Municipales. Me refriego las manos, atento. “Son las Mesas un mojón del señor alcalde. No hemos de pecar de ingenuos, más de lo que ya lo hemos sido. Toman apuntes, pedidos vecinales, cumplen el papel original y basal del dirigente de barrio. El fomentista se pela el lomo y no consigue nada, tal vez. Y con las Mesas, tienen los vecinos un poquito más de esperanzas. Pero que nadie se confunda: tampoco son la llave al paraíso. Dan giros cual calesitas y es un tránsito en varias ocasiones, hacia una espera vana de soluciones que no se encuentran”.
Un apretón de manos y la despedida. Afuera llueve, y se le adiciona a las gotas una ventisca irredenta. Me dispongo a caminar bajo la lluvia.
Por Mario Delgado.-

