Opinión
Cuestión de tacto
Se hace de noche muy temprano para quien está sumamente ocupado. El hombre sustancialmente ganador en las contiendas electivas, se permitió reacomodarse una vez más en su sillón. Tal vez amerite encender un cigarrillo. O tal vez salir al patio de la terraza.
De contemplar, de semblantear, por qué no. De eso también se trata este digno oficio de gobernar. Y gobernar es mandar y administrar. Bien administrar, sobre todo si se posee visión futurista y se anhela permanecer en la cabina de capitán.
Decide al fin tomar un poco de aire fresco allí arriba, en la terraza. Captan los ojos una imagen pujante y convincente del centro local. No en vano cientos de personas optaron en su momento por venir a vivir aquí.
Edificios y ruidos callejeros se perciben con nitidez. Hurga en los bolsillos hasta hallar el atado de puchos. Está solo esta ocasión. Sonríe un instante, pensando en ese estigma añejo de la “soledad del poder”.
Recorre mentalmente años atrás y aparece la gorra vasca de su padre. Y las charlas y debates cuando la comarca se despertaba a una novel etapa. Vuelve a reírse sobrevolando las polémicas previas a la construcción del emblemático puente de la Avenida Colón.
Y aquellas aciagas críticas y tantas anécdotas sentidas. Otro estilo, sin dudas. Otra era. Otra impronta, pero como no, la voz y la personalidad de quien ya no está, resuenan en muchos. Y por cierto que en él también.
Abre el mandante el arcón de las instancias cotidianas. Medita con pausa, exhalando el humo del tabaco y dejando escapar al mismo tiempo, pronósticos y proyectos. “Es loable la introspección”, se dice. Y evalúa desde el 2007 para acá, entre logros y chicanas políticas de la oposición, se ha transitado un largo sendero.
Con el aval en principio de la Nación y con movimientos de caja vernáculos luego, habida cuenta de los cortocircuitos con Balcarce 50. Repasa una a una las acciones y saca un balance con saldo a favor. Con un “haber” más gordo que el “debe”.
No debería quejarse demasiado, entiende el líder. Después de los años de gestión, no se visualiza en el horizonte ninguna sombra opacadora o desplazadora con urgencia. Lo que no quita que haya que continuar haciendo prolijas las cosas, por supuesto.
La parquización, las luminarias en los sitios de esparcimiento, los parques industriales, las fiestas populares, los puntos de crecimiento constante de la ciudad y las cuadras que se ganan al campo, al espacio despoblado. Ah, y los canales propicios que se hacen, y las arterias de asfalto en varios sitios.
Una paloma se posa y picotea cerca. “Ya están próximos los corsos”, se comenta el funcionario. La palomita busca migas en el césped. La noche va ganando terreno. No es tan malo, a veces, apartar unos minutos para uno mismo y redondear ideas.
“Armar equipos es lo fundamental”, se dice para sí y estrecha vínculos mentales con quienes le acompañan en el diario trajinar urbano. Nombres con sapiencia que ya venían de lejos y la incorporación de figuras sin fogueo. Conjunción y conciliación de vital injerencia a la hora de proseguir una carrera con obstáculos naturales y de los otros.
“No tengo que olvidarme de las localidades tampoco”, anota. Es un tapiz amplio este partido nuestro. A veces da la sensación que queda corta la sábana y no cubre todos los vértices, todos los ángulos. ¿Se crece más de lo que se realiza o se trabaja acorde a las circunstancias? Interrogante de fuste que flota mientras la gente va en aras del reencuentro hogareño.
El característico ulular de una sirena a lo lejos y alguien que se asoma en un décimo piso lindero. “Y los museos, me olvidaba”, reacciona el señor alcalde. Despejado el cielo, agradable la temperatura. La docilidad del ave que lo visita es ponderable. Otro cigarrillo.
Recuerda un bagaje de cosas por cristalizar. Y ni hablar del Frente Renovador y las consiguientes actividades. Sin dudas el 2015 será para la adrenalina, para el traqueteo incesante y arduo. Se advierte de pronto afianzado en lo suyo, cual constructor que perfila a su gusto y recoge satisfactoriamente los resultados del posicionamiento utilizado.
Contras hay y habrá. Es la regla del juego. El punto es el manejo, pilotear las turbulencias. Emana de repente el concepto “tacto” y lo asimila, lo analiza. Porque, más allá de ser uno de los cinco sentidos, intuye algo en su interior. Una alarma se enciende en su espíritu.
El tacto nos presenta, nos hace percibir los riesgos internos y externos. “Por ahí vamos”, expresa y tamborilea los dedos. “Mágica receta”. Y la mente lo lleva a los últimos conflictos desatados dentro de sus dominios. Eso es. Por ahí trascienden los destinos.
En algún recorrido de la autoridad, en algún escritorio, en alguna boca abierta, en algún personal a su cargo, falta esa virtud tan linda: el tacto. Para dialogar con los vecinos. Para calmar díscolos, para hacer florecer los jardines en lugar de las espinas.
Cierra la puerta que da a la terraza. Baja las marmoladas escalinatas como tantas oportunidades. Aunque el bullicio de los olavarrienses lo cope todo, a esa álgida hora nocturna, él se hace un rinconcito para atesorar el pensamiento: la implicancia positiva de tener tacto.
Porque anticiparse a los dramas y no dejarlos prosperar, suele requerir nada más y nada menos que eso. Porque en definitiva, es una cuestión de tacto.
Por Mario Delgado.-

