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Opinión

“Guapas” o la apología de la histeria permanente

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Se están viendo por Canal 13, los últimos capítulos de la telenovela diaria “Guapas”, producida por Pol-Ka, y que arrancara allá por el 17 de marzo de este año. Es un envío creado por Pilar Ramos. Por Mario Delgado.

El reparto actoral es el siguiente: Mercedes Morán, Carla Peterson, Florencia Bertolotti, Isabel Macedo y Araceli González en los protagónicos principales, acompañadas de un gran elenco. Está dirigida la emisión por Daniel Barone y Lucas Gil. Fue escrita por Leandro Calderone y Carolina Aguirre. Empezó proyectándose a las 23 horas, mutó luego a las 22, para bajar a las 21 y quedarse en el “prime time” de las 21:15 horas.
Una escueta síntesis dirá, queridos lectores, que en 2007 quiebra inesperadamente una entidad bancaria y esa se convierte en la excusa ideal e imprevista, para que cinco mujeres de entre 30 y 40 años de edad, se ubiquen y nazca a partir de allí, una amistad que se prolongará con el correr de los almanaques, hasta llegar al presente.
Las historias personales, tanto afectivas como laborales, se irán entrelazando y la fortaleza de la unión, de la hermandad que las reúne siempre, pese a las vicisitudes, es un pilar basal de la propuesta.
Las chicas no son mujeres modelos de perfección; sino personas con debilidades y entereza como para enfrentar el diario desafío de continuar existiendo y con el consabido matiz de querer progresar y ser plenamente felices en lo que emprenden.
Obviamente distintas entre sí, se amalgaman con una invisible armonía que las mantiene juntas, aun cuando se distancien o peleen, generalmente por tonteras del momento o malos entendidos que se exageran en auténtica demasía, inyectándole a la tira un halo de “histeriquismo” bastante profundo.
Las niñas son apuntaladas en su labor por un cúmulo interesante de actrices y actores que le van dispensando oxígeno a la obra, puesto que con la reiteración de problemas y dramas pasionales, la puesta en escena se puede llegar a tornar densa y monocorde.
Por supuesto, amigos míos, que ha sido ex profeso ese campo de acción creado con tantas situaciones “mambeadas” y rayanas en la disyuntiva de ser o no ser. Puesta a prueba cotidiana de caer en la tentación de ir por el camino más fácil: el de ceder con ímpetu ante la mínima invitación a la discusión y al estrés emocional y pertinaz.

Hubiese sido un éxito de taquilla esta historia si sólo hubiera durado unos dos o tres meses en el aire de la tele emisora de Constitución. Porque recogía elogios, adhesiones y paralelismos simpáticos de cientos de personas televidentes con las protagonistas.
Un entender mágico de cómo son y actúan y ponerse del lado de una o de la otra. Quienes se identifican con tal o cual, llegaron es posible a sentir la piel de gallina en una o varias noches álgidas. Sin embargo la trama ha ido concatenando tantas telarañas profusas que el peso argumental, ha cedido. Indudable resulta ya a esta altura de la novela que no levanta más el “rating”, que se topó algún día con un 13 % y fracción de audiencia. Mas fue decayendo hasta quedar en un “stanby”, planchadito, planchadito.
Los “rollos” que instrumenta la tira pueden sonar divertidos o caóticos, y se hallan elaborados lo mejor posible para acaparar la atención del público. Un público esencialmente adulto y acostumbrado quizá a lo bueno y negativo que ofrece la cotidianeidad urbana.
Tal vez lo más rescatable sea que no posee escenas de sexo explícito, como recurso para atraer gente frente al televisor, sino que se apoya en las disidencias, en los giros que va tomando la narración. Pero acá también se culmina cumpliendo con el dispositivo archi visto ya de repetir penas y penas.

Una sincera apología de la histeria, eso es esta novela. Un sinfín de contiendas y cuestiones donde el efecto es similar, calcado, sinónimo de una rueda que gira y gira, mostrando la cara de la prueba, de la lucha, de lo conflictual por sobre toda noción de bienestar y paz.
Uno capta desde luego, insistimos, la evidente óptica del núcleo de la narración del envío. Uno sabe a qué dispara. Pero lo cierto también es que se visualiza como una llovizna constante, sin variaciones, sin un haz de luz, sin una pizca de aire fresco, al menos por un rato, con la misión de ventilar la densa proyección de una crisis que se multiplica y reedita sin dar espacio a la meditación, a procesar las escenas.
“Se sufre y no se aprende”. Tal parece la moraleja de esta obra. Porque un desliz le da el lugar a otro y así hasta la eternidad. Te reís un minuto pero volvés indefectible, al obscuro rincón de la tristeza y el bostezo.
A veces se conjugan inclusive episodios infantiles, pueriles que parecen más bien de relleno. La proyectada dimensión de comedia dramática se tambalea por la durabilidad de la novela. Se tocaba el cielo con menos tiempo en el aire. Ahora solamente resta divisar el epílogo y salir airosos todos de semejante maraña depresiva.

Por Mario Delgado.-

Opinión

Lo bueno de tener prioridades

Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.

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Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar. 

Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego. 

A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa. 

Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera. 

Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas. 

Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido. 

El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría. 

Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad. 

Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?

Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora. 

Por Mario Delgado.-  

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Opinión

Te acostumbrás 

Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera. 

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“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo. 

La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos. 

Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto. 

Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros. 

No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.

En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino. 

Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes. 

Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales. 

Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre. 

Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás. 

Por Mario Delgado.-   

  

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 Farmacias de turno en Olavarría Facultad de Derecho