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Soltar las alas a la emoción
Calor pegadizo cubre la ciudad en la tarde del viernes. Y los autos de los “Amigos de Multimarca Luciano Catini”, se acomodaron en la acera de Fomento Pueblo Nuevo. De a poco, la gente se fue acercando con un alimento no perecedero para el Comedor Buscavidas.
Como por arte de magia, luego más tarde, el evento organizado por “Juntemos las Manos”, inició dentro del salón fomentista los primeros acordes. Y, entonces mis amigos, ya no se detuvo la catarata inestimable, la sucesión ponderable de excelentes artistas que, desinteresadamente, volcaron todo su talento ya sea cantando o danzando para un nutrido público que se iba multiplicando y se aclimataba con gusto, a los distintos ritmos y facetas musicales que se deslizaban por el lugar.
Pablo Alejandro “rompió el hielo”, inapropiada metáfora por cierto, debido al calor ya mencionado que hacía,, y abrió el show. Gladys Romero, Juan Carlos Banegas, La Tradición, Majo Finet, Tatiana Veneziano, Ángeles Serantes y las danzas cuyanas, Marcos Pacheco, Osvaldo Prado, Jacinto Villamayor, La Nueva Generación, La juntada, Eduardo García, Roberto González, Coco Macías, el Ballet sentir Argentino, la Escuela de Danzas de la Sociedad Española de la profesora Liz Giménez y el sentido y esmerado homenaje a un excelso tenor español ya fallecido: Nino Bravo, efectuado por Daniel Ottino y sus músicos.
Los minutos trascurrían cargados de sentimientos y emoción. El baile copaba también la pista. Los aplausos avalaban con creces la entrega de los exponentes y en un abrir y cerrar de ojos, los corazones palpitaron en un ensamble de uniformidad, porque nadie quedó exceptuado ni indiferente ante la situación, amigos: esto ocurrió cuando Esteban Juárez, que debe operarse de una córnea, se abrazó con Gisela Rodríguez, que la viene luchando con tesón y garra contra un mal desconocido aún por la ciencia médica.
No fue una peña más. Fue la manifestación de cariño y de apoyo de familiares, allegados y personas proclives a tender una mano, que le dieron el rotundo “sí” a estas almas que, con la colaboración de todos, irán emergiendo del problema que los aqueja.
Las cuatro de la mañana del sábado 25 señalaron los relojes. Y los últimos acordes “cumbiamberos” de Pablo Alejandro, que se ocupó también del epílogo, se oyeron nítidos. Todavía hubo gente que se quedó y ayudó a acomodar las cosas. Los organizadores estaban cansados por la ardua tarea del día, pero con la felicidad que expone el sentirse útil al prójimo. Un prójimo que sonreía feliz.
Por Mario Delgado, para INFOOLAVARRÍA.-

