El señor Juan Tejo fue un importante artífice, entre tantas voluntades solidarias, para lograr un objetivo trascendente: conseguir que llegase a manos de la pequeña Isabela Rodríguez Bella, la silla postular, por la cual inclusive se hicieran diversos eventos.
Recordemos que la menor padece una enfermedad denominada hidranencefalia, por lo tanto sus movimientos son impulsivos, careciendo de coordinación en los mismos. Hay que darle de comer y su cabecita debe estar sostenida. Aunque su evolución ha venido siendo notable.
El domicilio de don Juan es perfectamente ubicable, por su perfecta empalizada barnizada. Las flores cumplen su cometido, hermoseando la casa, dispuestas gentilmente en una variedad de macetas. Allí en su domicilio, recibió a InfoOlavarría para contarnos su gestión.
¿Cómo se originó esto de incluirse usted en el “staff” de personas que han ayudado a Isabela? “Surgió a través de haberme encontrado en una oportunidad con Norma López de “Juntemos las Manos”. Fuimos con mi señora a la sede de esa asociación a llevar mercadería y algo de ropa por un caso de una inundación, que se estaba haciendo una campaña y nos encontramos allí con una foto de la pequeña, donde se pedía ayuda. Me preocupó el tema y empecé a indagar a ver que se podía hacer para solucionarle el asunto de conseguir la sillita. Creí que era imprescindible el hecho de que su obra social, se ocupase de dársela. Ahí empezó la carrera que duró cinco meses, con idas y venidas a las oficinas de “PROFE”, y a Desarrollo Social municipal ya que también hice gestiones ahí, donde me dieron planillas y demás formularios para llenar. Pero Desarrollo Social se hacía cargo siempre y cuando tuviera la negativa de “PROFE” de no poder adquirir el citado elemento. En la obra social me atendieron muy bien, ya que fui en reiteradas oportunidades. Hasta que me dieron todos los datos que necesitaba, como la historia clínica que se tuvo que escribir de vuelta. La negativa que habían tenido anteriormente era porque le habían puesto la marca de la sillita en la nota de pedido. No tenía que inducirse el nombre comercial. Se mandó todo de regreso y luego de prácticamente dos meses, me informaron que había pasado a compras. Podía llegar a darse en una semana o en años que obtuviéramos el ansiado objeto. Ahí se sumó entonces al proceso la abogada Telma Cazot con varias notas, o llamando por teléfono a la obra social, hasta que nos encontramos con la grata novedad que la orden de compra ya había sido otorgada a una ortopedia. Hablamos con el propietario de la empresa adjudicataria y nos confirmó que la silla se había pedido al exterior (es importada) y no tardaría más de sesenta días a lo sumo. Gracias a Dios, en un mes, ya estaba acá. Hace una semana, Eliana, la mamá de Isabela, me informó que ya tenían en su poder la sillita. Se cumplió un sueño esperado por todos”.
La silla costaba en pesos, más de 100 mil. ¿Su labor denodada, permitió que arribase en forma gratuita? “Sí, sí. No hubo costo alguno, ni siquiera el traslado, el flete. Fue cuestión de tiempo y de armarse de suma paciencia. Es un camino de solidaridad, por eso uno lo hace”.
¿En el transcurso, en la espera, se fue encontrando con personas que se colocaron el overol para colaborar? “Exactamente, como el caso de Telma Cazot que me dio una imprescindible mano con el tema legal”.
¿Va a proseguir esta veta, esta vertiente de poder ayudar? “Sí, la idea es atender alguna otra cuestión, a alguna otra persona que precise una mano tendida. Lo hago a esto con mucho amor”.
¿Tuvo la ocasión de conocer personalmente a la niña, a Isabela? “Cuando Eliana me avisó que ella ya tenía la documentación nueva que se requería para tramitar la silla, fui al departamento donde vive la familia de Isabela y allí la vi ya que una hermana de Eliana, la llevaba en brazos para hacer algunos mandados. Isabela es encantadora, realmente hermosa”.
Cerramos con una consulta final: ¿Ahora que ya concluyó su misión autoimpuesta, cómo se siente? “Al enterarme que llegó la sillita, se me escapó un lagrimón, realmente. Porque después de tanto sacrificio, es evidente que valió la pena. Estoy orgulloso”.
Por Mario Delgado.-