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Opinión

Despidos en Cerro Negro: Cuando la soledad no se disimula

Los despidos vienen a traer un álgido debate en torno al auténtico rol de los actores laborales locales, tanto los propios trabajadores, como los estamentos sindicales.

El latigazo funesto de los despidos producidos a parte del personal jerárquico de la conocida empresa “Canteras Cerro Negro S.A.”, comprada junto a su par “LOSA” hace apenas meses por los capitales nacionales representados en la rúbrica “Comercial Del Plata”, viene a traer un álgido debate en torno al auténtico rol de los actores laborales locales, tanto los propios trabajadores, como los estamentos sindicales.

Una bandeja servida a las elucubraciones, en medio de una docena de personas, once olavarrienses y un compatriota de la “docta” cordobesa, que se han quedado, de un día para otro, sin su fuente salarial.
La ubicación real de los hechos tiene, al menos dos interpretaciones disímiles e irreconciliables. En un costado del ring los señores echados y del otro, la firma comercial. Cada uno aduce justamente, diferentes causas de la llegada a casa de los engorrosos telegramas de adiós a la obra. Para los muchachos expulsados es una cuestión de mordaz discriminación y apriete por elevación, ya que fueron alejados de la cancha, justo cuando armaban un nucleamiento gremial para los jerarquizados de Cerro Negro, a nivel país.
Los “capos di tutti capi”, sin embargo, esgrimen otros elementos, los acusan medianamente de ser “impropios” para la fábrica, de no querer trabajar como es menester y de ser, entonces, operarios que no pueden continuar con sus obligaciones.

Los movimientos del tablero tienen cierta lógica si se toma en cuenta la postura de los apartados. La firma no desea que su gente se sindicalice y la disciplina. Dejando una estela de rumores y de temor latiendo cual pesado tambor en las mentes de los obreros fabriles. ¿A quién se le ocurriría, por estas tristes horas, exigirle algo a la patronal?

Una patronal que ha venido a exponer con claridad soberbia cuál será su modus operandi. O se adapta el personal o se empieza a ir del mundo ceramista.

Claro que todo este despliegue, posee puntos llamativos en el resto de la sociedad, y, sobre todo en los ámbitos en que se supone, debiera hacer sonar algún timbre de alarma.
Fíjense ustedes, queridos lectores, que solamente el arco opositor político, con los ediles de los diversos bloques de la vereda de enfrente, son los únicos que han exhibido una carta de apoyo a los hombres en desgracia, dándoles un total e irrestricto abrazo.

El SOECO, que agrupa a los trabajadores sin puestos de jerarquía digamos, y que nadie se ofenda, por favor, solamente ha brindado un apretón de manos y un mesurado aval.
El resto del tapiz sindical hogareño, brilla. Por su ausencia, eso sí. Nadie ha exclamado un sentido “Ay”. Ni mu. La soledad no se disimula en estas ocasiones. Y las márgenes de reincorporación, son cada hora más improbables. Y menos con tal contexto de abandono a la suerte.
¿Por qué ocurre tal actitud? Quizá una pretendida razón pase porque no son lo que decimos “laburantes comunes”, sino capataces, administrativos y supervisores. O sea personal que ha respondido siempre directamente a la empresa. Entonces, da la impresión, que para algunos no es lo mismo gordura que hinchazón.
Aunque los despedidos, a través de sus voceros, han recalcado que todos en conjunto, sin distingos, son hijos de una misma madre.

Las miradas absortas encuentran, en cambio, vacío y distancias por recorrer. El tema central es la preocupación que genera la posibilidad en ciernes de noveles telegramas portadores de la plaga maldita.
Los echados están persuadidos de que la cosa va en serio. Y que ellos son la punta del iceberg. Que habrá más cesanteados e “invitaciones” a dejar la planta fabril. Y que en otros espacios, también irá acaeciendo idénticamente.

Por tal motivo advierten para que la sociedad no tenga en poco este suceso. Por ahora, mis amigos, y por lo que se divisa en el horizonte, no surgen los acompañantes para “campear” el temporal.
Una docena de náufragos en el océano con un incierto porvenir.

Por Mario Delgado.-

 Farmacias de turno en Olavarría Facultad de Derecho