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Opinión

Opinión: ¿Quién encarrila lo desviado?

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La álgida reunión vecinal en la sede fomentista del barrio “4 de Octubre”, Tacuarí 4268, con el tema exponencial de la seguridad como leitmotiv del encuentro, arrojó apostillas por doquier y dejó, no obstante mis amigos, un sabor amargo, o cuando menos semi amargo (para no ser tan pesimistas), puesto que se retiraron los concurrentes y sin embargo siguió flotando cual enigmático danzarín un interrogante de élite: ¿Quién encarrila lo desviado?

Cincuenta personas abordaron a los señores Daniel Borra y Eduardo Simón de la Municipalidad, quienes estuvieron acompañados a su vez por las señoras Laura Sequeira y Cristina Alem, las cuales coordinan al Palacio San Martín en sus relaciones con las entidades barriales.

Las intempestivas consideraciones de las almas asistentes al lugar, tuvieron que ver con resaltar sus propias vivencias, muy lamentables claro, que pasaban por dramas con otros vecinos o haber sufrido la acción de los indeseables que los asaltaron o robaron en sus domicilios.

Algunos testimonios eran tristes y punzantes en grado sumo. Y llamaban a la reflexión. Porque salieron a la luz del candelero, ciertas cositas intrigantes, como duras acusaciones que iban desde inferir que a veces los móviles de los uniformados no “caminan” como es menester, hasta las quejas puntualizadas de demoras en la atención del “101”. O el “inexplicable” ¿cómo es posible que si la denuncia es anónima, luego el hampón sepa quién lo señaló?

Las explicaciones de los funcionarios que pusieron la cara, cosa que no ocurría con anterioridad por estos lares barriales, a decir de los propios vecinos, instaban a hacer la denuncia y no cejar en el compromiso permanente en aras de equilibrar la balanza.

Salpicado inclusive estuvo el diálogo, amigos del alma, por varios militantes camporistas que deslizaron al terreno munición gruesa contra todo objetivo que se cruzase, desde el mismísimo ex Intendente, al que mencionaron con actitud despectiva, hasta la desidia judicial. Yéndose trocalmente del ítem específico en varias oportunidades.

Tal así el planteo, la asamblea se fue tornando un poquito anárquica, aunque referencial. Por ahí una señora se alzó sobre los montículos de individualismo y exhortó a sus pares a fijarse un ápice más en lo colectivo.
Salió a relucir en un tramo del debate, el famoso video de las dos mujeres sustrayendo artículos en una casa de por allí. Y las piedras se arrojaron entonces contra la situación tan rara e incomprensible para el común denominador. ¿Por qué cornos estas “ovejas descarriadas” están libres cuando se presentía otra condena, más prolongada, más reparadora por el daño causado?

Y la voz oficial explicó los procedimientos, los distintos pasos legales. Inútil fue. El medio centenar de olavarrienses convocado, no estaba, era evidente, en concordancia con los tiempos y ejercicios del señor Juez interviniente en tal causa. Y seguro hay otras personas que opinan en idéntico sentido.

El tema es escabroso y arduo. Son años de corrupción, de connivencia y otras yerbas afines. Y ahora, ¿se podrá engrillar al enemigo? Para corregir vamos a encontrar cientos de desperfectos. El quid de la cuestión trasunta por hacer prevalecer la voluntad política de virar en torno a lo convincente y conveniente para el pueblo, no para los “prendidos en la joda”.

¿Se podrá? Caía ya la tarde y el bullicio se diluía, mientras los vecinos anotaban los números apropiados a los cuales acudir en momentos obscuros.

Será hora de mirar en dirección de la prevención. Será hora de poner el punto inflexible sobre las “ies”. Será hora de poner a laburar en las filas del orden, a gente con sincera vocación de servir al prójimo, y no de “acobacharse” a tomar mate en los vehículos que les provee el Estado.
Y tal vez sea el minuto cero también para “echarle flit” a aquellos que no velan nada más que por su integridad, y se burlan del resto. Ah, y también habría que desembarazarse de los policías que no entran por miedo en determinados barrios.
O dotarlos de otra impronta.

Por Mario Delgado.-

 

Opinión

Lo bueno de tener prioridades

Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.

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Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar. 

Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego. 

A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa. 

Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera. 

Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas. 

Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido. 

El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría. 

Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad. 

Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?

Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora. 

Por Mario Delgado.-  

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Opinión

Te acostumbrás 

Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera. 

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“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo. 

La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos. 

Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto. 

Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros. 

No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.

En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino. 

Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes. 

Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales. 

Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre. 

Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás. 

Por Mario Delgado.-   

  

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 Farmacias de turno en Olavarría Facultad de Derecho