Opinión
Treinta y tres lesiones compatibles
El miércoles 18, además de la Marcha del Silencio para recordar al fiscal Alberto Nisman, se llevará a cabo otro hecho de real implicancia judicial: comenzará el Juicio Oral y Público contra el individuo acusado de atacar a la joven Ángeles Rawson, de 16 años de edad, allá por junio de 2013. Por Mario Delgado.
Recordemos brevemente que la chica fue vista por vez última llegando a su domicilio de Ravignani 2360, barrio de Palermo, a media mañana del 10 de junio, luego de una clase de gimnasia. Se perdió todo rastro de la menor hasta el día posterior en que apareció sin vida en una cinta transportadora de la empresa Ceamse en José León Suárez, partido de San Martín.
A partir de ese conmocionado instante en que operarios se toparon con este hallazgo macabro, las derivaciones del suceso fueron varias e intensas. Con una cobertura mediática imponente y constante, la fiscal Paula Azaro y el juez de instrucción Javier Ríos, se hicieron cargo del trabajo investigativo pormenorizado y arduo.
La sociedad en su conjunto tomó partido por este asunto crucial y las hipótesis, una a una, se deslizaron por la cornisa de lo verosímil o no. Se sospechó de su círculo íntimo, de miembros de su propia familia, pero en la madrugada del 15 de junio, todo el andamiaje de presunciones y tesis, adquirió un matiz único: el señor portero del edificio donde habitaba la chiquita fallecida, Jorge Mangeri, que declaraba en calidad de testigo, se dobló sobre sí, se quebró, presa de un nerviosismo atroz y expresó con voz audible: “Soy el responsable del hecho de Ravignani 2360. Fui yo. Mi señora no tuvo nada que ver”.
Acto seguido, mis amigos, se cerró un libro y se abrió presuroso, otro. El hombre fue imputado por la doctora Azaro y desde ese momento, permanece preso en una unidad carcelaria de Ezeiza. La autoincriminación de Mangeri, quien llevaba ocho años como encargado del edificio, y vivía allí mismo con su esposa, descargó un golpe eléctrico muy notable a la causa.
Había que encontrar pruebas. Hubo que descorrer varios velos. Los estudios y exámenes sobre la persona del portero, mostraron subrepticias 33 lesiones en su piel compatibles con posibles arañazos recibidos por alguien que estuviese defendiéndose de una agresión con fines sexuales o de lastimar y/o matar.
Contradicciones en sus encuentros con la Justicia, han existido. Defendido por los abogados Pierri y Biondi, transitó de una idea a otra la cuestión, hasta que en un punto equis, los letrados se retiraron, sin allanarle el sendero a la libertad. Tomó ese puesto bacante el doctor Adrián Tenca.
Hoy se sabe que la adolescente murió aplastada en el camión recolector de residuos domiciliarios. No falleció estrangulada sino dentro del vehículo pesado. Estaba maniatada de pies, manos y muslos, le pusieron una bolsa verde en la cabeza y la introdujeron luego en una negra bolsa de consorcio.
Las pericias explican que no fue violada. No se ha explicitado aún, mis amigos, dónde la abordaron y cómo sacaron el cuerpo de Ángeles de la edificación. Obviamente, se deduce que no hubo testigos presenciales, o que al menos hasta aquí, no se ubicó a nadie que reuniese tal condición.
El Juicio tendrá empero 180 testigos que irán desgranando pros y contra sobre la vida y personalidad del imputado en soledad. La acusación es seria, desde ya: “Intento de abuso sexual agravado y femicidio”.
Quiso abusar de ella; la chiquita se resistió; se produjo un forcejeo con golpes y arañazos incluidos y la asfixia inmediata, dejándola inconsciente y de ahí en más, la sacó hasta un contenedor cercano, dónde finalmente muere Ángeles Rawson. Este podría ser el modus operandi del acusado, a entender de la evolución de la causa.
El Tribunal Oral en lo Criminal Número 9, integrado por los magistrados: Ana Herrero, Fernando Ramírez y Jorge Gettas, juzgará. La querella estará en manos del doctor Pablo Lanusse. Serán componentes del Ministerio Público, Julio César Castro y Fernando Fiszer.
El correspondiente acto judicial, podría durar cuatro meses. En el banquillo encontraremos a un individuo sencillo, al que muchos sindican como “un pan de Dios”, o como “un chivo expiatorio” de peces gordos que continúan en las sombras, al acecho. “Es imposible que haya sido él”, han vociferado algunos vecinos compungidos.
Claro que también vemos personas que lo defenestran. Lo concreto se irá palpitando desde el 18. La Justicia tendrá el deber de presentarnos el camino recorrido por las viles manos que cegaron la vida de la víctima. La palabra final la dirá el alto Tribunal. Mientras tanto, Mangeri reclama que la sociedad vigile la transparencia de las audiencias y vuelve a resaltar su completa inocencia.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Lo bueno de tener prioridades
Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.
Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar.
Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego.
A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa.
Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera.
Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas.
Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido.
El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría.
Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad.
Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?
Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Te acostumbrás
Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera.
“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo.
La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos.
Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto.
Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros.
No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.
En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino.
Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes.
Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales.
Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre.
Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás.
Por Mario Delgado.-