Opinión
Interpelación: Difícil que lleguemos a ponernos de acuerdo
Pasó el vendaval. Los que aguardaban la catástrofe, la apoteosis de la democracia lugareña, se quedaron asombrados con el transcurrir lento y respetuoso de la nocturna interpelación.
Pasó el vendaval. Los que aguardaban la catástrofe, la apoteosis de la democracia lugareña, se quedaron asombrados con el transcurrir lento y respetuoso de la nocturna interpelación. Los minutos se fueron irremediables, con respuestas que, más allá de satisfacer o no, se otorgaron a una cantidad abrumadora de preguntas y a una catarata de repreguntas, como para aniquilar dudas.
El Intendente se sentó y dio su versión y visión de los hechos. Y lo hizo en el marco de un mar de elucubraciones y de ciertos rumores de una posible eyección de su cargo, a raíz de las derivaciones del multitudinario recital del señor Solari, brindado en “La Colmena”, un hoy ¿lejano? 11 de marzo.
La realidad golpeó fortísimo a Olavarría y la máxima autoridad, no lo disimuló, pese a que, hábilmente, fue graficando un mapa de responsables del cuadro dantesco soportado, distanciándose del centro tormentoso de otrora.
Quitó el sayo de los hombros municipales y lo fue colocando sobre otros, léase la productora, la Policía o, hasta incluso la Provincia, devolviendo desde luego, gentilezas de un señor Ministro.
De traje negro y camisa blanca, habló por una “ponchada” de horas, colocando, A SU CRITERIO, los puntos en las “íes” correspondientes. Actitud que, resultó evidente, no convenció las ansias de sus opositores ediles que derramaron la gota de las repreguntas, hasta el absurdo más temido.
Innecesaria y repetitiva extensión de consultas, mientras nuestro terruño se desangra ya por otras cuestiones preocupantes.
Pero había que iluminar la zona obscura y se trató de hacerlo. Y en tal esfuerzo, se lanzaron al aire colmado de espectadores pacientes del Salón Rivadavia, cifras, nombres y culpas, al por mayor. La Comuna ganó dinero, mas tuvo erogaciones también, con lo cual, lo que deja de saldo el “Indio” en estos pagos “cementeriles”, es más bien una promoción capitalina de la geografía nuestra, barnizada con el sintético mate de la improvisación y el desborde posterior de personas que nos visitaron, ávidas de ver y oír al legendario músico rockero.
Que los puestos de comidas, que los camiones llevándose a los varados, que los cacheos, que la acción (o inacción) policial y la búsqueda de los “vivos” que traían drogas. Un singular paseo por distintas áreas que requerían exposiciones directas.
Lo sobresaliente del caso, podríamos subrayar, ha de esgrimirse por la sumisión del Alcalde a dar la cara, a poner el cuerpo a los latigazos que cada interrogación suponía.
El reconocer yerros, estuvo a la altura de los sacudones previos. Soberbio y necio, hubiese quedado el expositor si no aceptase las “meas culpas”, aunque éstas no fuesen tan “eclipsantes”.
Se optó por una fiesta, por una comunidad sonriendo y algo no cuajó, por aquellos días festivaleros. Brillaron por su ausencia algunos controles y eso ya no tiene remedio. Por supuesto que hubo a su vez especuladores y “bribones”, que se sentaron indolentes a esperar los negativos usufructos del proyecto cultural tan ambicioso e inédito por estas pampas.
Hubo impresentables que quisieron voltear al árbol, aprovechando el río de críticas que bajaba bullicioso desde Capital Federal y de la ciudad de las diagonales.
Han existido por otra parte, sinceros personajes que supieron silenciar pensamientos políticos acérrimos, y se instalaron en la columna de la mesura.
Hete aquí que la madrugada nos sorprendió deseando comprender un por qué de varias cosas, como decíamos antes.
Es factible que algunas dudas ya no estén. Y que otras siguan presentes. Pero si se piensa en un futuro mejor, es momento de iniciar un proceso de inclusión que no libre al azar ningún rincón del distrito.
Y qué lindo sería que, de hoy en adelante, finalizada la interpelación, algunas almas que sientan la vocación política, comiencen a darse unas vueltitas por los barrios y las localidades. Qué se yo. Por ahí terminamos con esa casta de políticos de escritorio.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Lo bueno de tener prioridades
Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.
Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar.
Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego.
A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa.
Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera.
Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas.
Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido.
El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría.
Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad.
Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?
Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Te acostumbrás
Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera.
“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo.
La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos.
Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto.
Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros.
No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.
En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino.
Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes.
Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales.
Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre.
Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás.
Por Mario Delgado.-