Opinión
Opinión: De la deuda irrevocable
En los albores de la reapertura democrática, allá por el hoy distante y recordado 1.983, una de las cuestiones que se visualizaba en las agendas proselitistas de los diversos oferentes políticos, era la inminente fulminación de un problemón nacional: la pobreza y la indigencia en la República, sobre todo claro, en algunos puntos cardinales específicos del suelo patrio.
Con mayor o menor aplomo, los candidatos expusieron sus puntos de vista y presuntas acciones directas que aplicarían, en caso de ser elegidos, para combatir tal circunstancia crucial.
Los años han ido transcurriendo y la prosecución del flagelo no ha podido ser dinamitada. Por el contrario, los caudales del río se desbordaron, arrojando al ruedo una infinidad de compatriotas afectados con el mal, cargando entonces sobre sus espaldas, la cruel e incómoda mochila.
La telaraña se tejió, pese incluso a los esfuerzos que se pueden haber circunscripto. Aunque es evidente que durante la última década, se agudizó el proceso.
Los planes sociales y la intervención al INDEC orquestada en 2.006, no sirvieron realmente a sus propósitos, ya que la circunferencia de la sombra, no logró tapar al sol.
Los designios de la desgracia se transmitieron a espacios que antes hubiesen sido impensados. Y reverdecieron increíblemente enfermedades típicas de la desazón. El ejemplo más crudo es la tuberculosis.
Las consideraciones partidistas acérrimas, dotaron al contexto de yerros y parches, como para ir zafando. El expreso amor al oficialismo de turno, desvío la mirada al foco de la tormenta de mucha masa ciudadana.
Hubo quienes dieron auge al “relato” por convencimiento y otros porque ganaban buen dinero con ello. No todos los “K” han ejercido su cariño “ad honorem”.
Pero las mentiras y los “furcios” se desvelaron y ahora nos queda la leve esperanza de que se plantee la pura verdad, por más compleja que ésta sea.
Y en tal dirección, descorrido el velo, nos enteramos de dos elementos a considerar y evaluar sin apasionamientos fanáticos. Por un sector marcha la fiel medición del Observatorio de la UCA, y por otro sendero el termómetro del remodelado INDEC.
La gente de la Universidad Católica nos presenta sin disimulos que, desde la asunción del ingeniero Macri hasta aquí, el marcador del índice de pobreza aumentó un 3 %.
Y el Instituto de Estadísticas y Censos nos revela que, luego de 33 años de gobiernos electos por voluntad popular, la pobreza trepó a un 32,3 % y la indigencia ronda el 6,2 %.
Son dos datos detallados a conciencia. Firmes. Certeros. Sin engaños. Cosa desacostumbrada en las épocas idas. O en algunas, al menos.
Ayer hubo pobres. Hoy los hay también. Y más cantidad. La diferencia, amigos, sustancial es que en estos momentos las cifras no se esconden debajo del almud.
Por supuesto que solamente con saber qué sucede, no basta: es menester obrar en consecuencia.
Por Mario Delgado.-

