Opinión
Opinión: Impactos culturales
1. El adiós de un “copado”.- El conocido curador del Centro Cultural, Benjamín Aitala, se va de su lugar de tareas y lo hace público a través de la red social Facebook, tomando en cuenta al instante de la despedida, los buenos y excelsos momentos que pudo pasar en su hábitat, rodeado de gente que tiraba para el mismo lado.
No queda determinado el auténtico motivo de su decisión tan personal, aunque habremos de deducir ciertos elementos, ciertos condimentos que lo han llevado a tomar ese rumbo.
Benjamín era un poco el “alma” de ese magnífico espacio que tanto ama, y junto a Agustina Marino y equipo, le fueron dando una impronta muy particular, desde todo punto de vista.
No pretendo entrar en una valoración técnica de su laburo porque no está a mi alcance, pero sí plasmar aquí, mis amigos, la completa calidad de las muestras presentadas, ensalzadas incluso por expertos foráneos.
A esas exhibiciones, Aitala y Compañía, le dieron siempre una esencia única. Y se mostraron atentos para con los visitantes y ni qué hablar, para conmigo, como representante de un par de medios.
Desde lo profundo de su sonrisa contagiosa, con los rulos alborotados y sus lentes a veces originales, Benjamín se sentía “copado” y compartía esa actitud hacia afuera.
Tal vez ya no se encontrase tan cómodo. O quizá se vio aplacado por algo o alguien, su entusiasmo de crear y proponer cosas.
La última mirada cómplice a sus compañeros, a su entorno tan querido y un enorme “GRACIAS” en su Face, sirven de consuelo, aunque sesgado ante la triste confirmación de su adiós al complejo de Riobamba 2949.
2. Libros sí, libros no.- Por un lado, había surgido la voz oficial determinando la nueva edición de la Feria librera de Olavarría, que iba a alcanzar este año, el número 25.
Sin embargo, los vientos invernales soplaron demasiado fuertes y derribaron el castillo a medio construir.
Y la Comisión encabezada por la señora Olga Rasposo, transmite ahora en una frecuencia desoladora. La tal referida muestra, NO se cristalizará tal lo previsto, desde el 7 de septiembre próximo.
Una pena de gran porte, amigos lectores, para todos los que amamos a ese invalorable hermano que tanto nos ha enseñado: o sea, al querido libro impreso.
“Naninga”. Se terminó la ilusión del festejo. Otra vez será. U otro año, mejor expresado. ¿Cómo pudo ocurrir este desfasaje? ¿Dónde se ubicó el mal para desandar el sendero ya medio transitado?
Entre las razones presupuestarias y la ausencia de un fluido diálogo, o entre el acortamiento de los días de feria y el precio de los stands. O razones varias, por fuera de las citadas. Vaya uno a entender con cordura y sencillez de espíritu, el nominal por qué de esta frustración librera y cultural.
Lo concreto, lo real es para golpearnos el pecho, cual enigmático tambor. No habrá desfile de escritores, ni corridas de un salón a otro, ni “relojeos” de volúmenes recién escritos.
Ya comentan a vuelo de pájaro, que el venidero 2017, será diferente. El tópico es que todavía existimos aquellos a los que nos importa aún el año en curso…
Por Mario Delgado.-
Opinión
Lo bueno de tener prioridades
Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.
Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar.
Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego.
A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa.
Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera.
Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas.
Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido.
El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría.
Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad.
Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?
Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Te acostumbrás
Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera.
“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo.
La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos.
Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto.
Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros.
No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.
En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino.
Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes.
Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales.
Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre.
Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás.
Por Mario Delgado.-