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Opinión

Opinión: Poner la mesa

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Hete aquí que si existe una tarea digna, loable y poco atractiva para muchos, esa es, mis amigos, poner la mesa. Es decir, como ya ustedes saben, preparar todos los elementos necesarios para  participar de una exquisita cena o un opíparo almuerzo o bien un distendido ágape.

Se trata, entonces, de un preámbulo particular, especial, que también tiene estrecha unión con el contexto de brindar un servicio, una forma de recibir a los comensales, una manera de hacerlos sentir cómodos en el ámbito que sea.

Poner la mesa es servir al otro. Es propender a que el individuo al sentarse, ya tenga todo a mano, y se dedique sin sobresaltos pueriles a la labor específica de alimentarse.

Salvando obviamente distancias, pero queriendo al menos componer una tibia comparación, he de señalar, si me permiten, que la cuestión “fomenteril”, tiende en su fundamento, en su preciosa base a eso, a ponerse el overol en beneficio del otro, del prójimo.

En la realidad del fomentismo local, la mesa aguarda de un conductor, de un guía que oficie en principio de “gastronómico” y preanuncie un nuevo banquete, una fiesta de consensuadas actividades en aras de mejorar la calidad de vida vecinal.

Un dirigente que sea concreto, decidido y además que posea una alta dosis de humildad. Que sea capaz de poner la mesa, de servir y a su vez, de conciliar un futuro de gloria para una entidad que se cae a pedazos: la querida pero hoy minimizada “Federación de Sociedades de Fomento y Juntas Vecinales”. ¿Es potable tal actitud, concentrarla en un solo referente de fuste?

La anterior semana, lectores míos, mientras crujía el tablero electoral, se concentraron en el domicilio de un fomentista, aquellos que son candidatos y los que están habilitados para votar el jueves 26 en los comicios que pondrán en órbita a un novel Presidente de la “Federación”.

A instancias de un buen señor con peso barrial, se planteó el tema del millón: Buscar entre los paneles de la razón humana un equilibrio, y dejar en pie solo un par de apellidos de oferentes al sillón de mando de la institución progenitora de los fomentistas.   

Las idas y vueltas del cónclave arrojó dos perlas al aire: don Domingo Soráiz, de “Pueblo Nuevo” y la tradicional “Petty Mapis”, o sea la señora Élida Saizar, desde la “12 de Octubre”. El resto quedó relegado, sin extensivas anuencias como para continuar una aventura de comandancia efectiva.

Por dentro y por fuera de los quince electores que votarán en la álgida nocturnidad del jueves, los comentarios ya se visualizan y son moneda común en los pasillos fomentistas. Pro y contras de éste o aquél, salen, tenues, a la palestra y ven la claridad diurna de los minutos previos del acto en sí.

Más allá de ilusiones y proyectos, algunos conocidos y otros no, la autenticidad de la situación amerita un párrafo subrayado. La expectación es “olfateable”. Y no faltan tampoco los pronosticadores que vaticinan el éxito de uno u otro candidato, e inclusive se atreven a ir hacia el futuro inmediato y expresan convencidos cómo serán los primeros albores de la nueva Comisión Directiva.

Con demasiado por hacer, dicho sea con justeza y crudeza al mismo tiempo. Y demasiado significa eso: bastante más de lo que se imaginan algunos. Con un puente entre los barrios y la superioridad dirigencial, dañado. No nos olvidemos que tenemos barrios con Sociedades de Fomento sin ningún tipo de “bulla” al día de hoy. Otras están acéfalas y se anotan por su parte, en un cuaderno que ha de revisarse prontito nomás, aquellas entidades que teniendo autoridades constituidas, en la praxis, no resguardan los intereses del barrio, por lo tanto los propios socios y/o vecinos, no los digieren como referenciables.

Menuda descripción de un plato que danza de mesa en mesa. Hace a la cuestión por tal motivo, que se instale a un “Jefe” acorde a las circunstancias. Que sea receptivo. Que ubique a los comensales y que conozca qué anhela cada uno de ellos.  

Por Mario Delgado.-

Opinión

Lo bueno de tener prioridades

Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.

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Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar. 

Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego. 

A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa. 

Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera. 

Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas. 

Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido. 

El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría. 

Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad. 

Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?

Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora. 

Por Mario Delgado.-  

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Opinión

Te acostumbrás 

Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera. 

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“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo. 

La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos. 

Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto. 

Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros. 

No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.

En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino. 

Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes. 

Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales. 

Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre. 

Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás. 

Por Mario Delgado.-   

  

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 Farmacias de turno en Olavarría Facultad de Derecho