Opinión
Opinión: El día después
El punto de inicio de cualquier diálogo hoy debiera darse, mis lectores del alma, admitiendo que la mayoría de la gente de Olavarría y el país en su conjunto, sufragaron solicitando aire fresco en la sala. Abriendo las ventanas para ventilar los ambientes, anhelando aromas nuevos para los tiempos porvenir.
Desoír el clamor del pueblo, expresado en las aulas de votación, sería imprudente y marcaría, a mi modesto juicio, desde luego, un pequeño o un desatinado desconocimiento de la realidad del instante.
Sin ir más lejos, la ciudad se batía en duelo con la posibilidad ideológica auténtica de virar de mando, habida cuenta de los guarismos de las lluviosas PASO del domingo 9 de agosto último.
Quedó patentado en el cielo político de nuestro hábitat, que los muros del Palacio San Martín no eran inexpugnables. Ante la duda, baste leer varias de mis columnas al respecto. No digo tal aseveración temeraria ahora; ya lo señalé antes.
Y lo charlé incluso con militantes y dirigentes de la órbita oficial. Y los sinceros de espíritu coincidían, muy a su pesar por supuesto, en reconocer ciertos yerros en el dominio del barco. Para mi gusto, el resumen pasa por una frase: falta de tacto de varios efectores de Rivadavia 2801 a la quemante hora de resolver situaciones incómodas.
Claro que se le puede anexar un cúmulo de otros condimentos que han permitido el despegue de otra fuerza, el soplar de un novel movimiento, que viene precedido de un mote: cambio.
La actitud del Ejecutivo desde el 10 del octavo mes hasta aquí, era un índice crucial a observar. O sea, amigos, estaba en el candelero del análisis, escudriñar si la vecindad aceptaba el sello distintivo del eseverrismo, que varió ostensiblemente, o no le otorgaba autoridad, credibilidad, espontaneidad a esos inusitados gestos interesantes, eso sí.
El 34,43 % le dio un respaldo imponente a José María. Lo cual no es poco. Lo que refiere que un porcentaje considerable de personas, de olavarrienses, quería un continuismo, convencida de que debía seguir el mismo signo en el Gobierno vernáculo.
Y un 45,54 % optó por el citado anteriormente cambio. Apostó a Ezequiel Galli, que ancla su nave de la mano del PRO, de Larreche y de la UCR oficial. Un grito de victoria que se expande pero sin revanchismos ni pedanterías absurdas.
Once puntos arriba no es una cifra ni una posición para minimizar ni ningunear. No deja dudas. Galli ganó y lo cristalizó a ese podio por la decisión de la mayoría de la gente. Gente que a lo mejor, cuatro años atrás había votado a Eseverri. Mas los humores mutan y la coyuntura pide otra opción, otro administrador en el sillón de Castro. No porque los que están sean malos; sino porque los períodos se agotan y es potable y de buenas almas, comprenderlo.
Nadie firma cheques en blanco. Nadie garantiza un mejor Gobierno local a venir. Simplemente el mensaje electivo anota con letras visibles por todos: “Queremos un cambio de rumbo, de estilo, de forma de ver la cotidianeidad”.
Hay lágrimas de festejo y también de tristeza. Habrá quienes cesen en sus puestos y habrá reemplazos. Habrá valores humanos que se alejarán y se notarán otros. Siempre ha sido así y no tenemos por qué asombrarnos o estar intranquilos. Que no haya antagonismos ya de entrada, es una obligación puntual de los mandantes de hoy y de los que arrancarán el 10 de diciembre.
Sin odios ni agravios. Porque la verdad de la milanesa, amigos, es tajante: no existen mesías ni superdotados, aptos para todo servicio. Contamos con hombres y mujeres que, con errores y logros, van escribiendo la historia de los pueblos.
Hay que atender no obstante en este minuto, lo aclamado por la mayoría. Unos tuvieron su oportunidad y sin ánimo de ofender, es de buena leche admitir lo bien conquistado por ellos. Aplaudamos por tal motivo, lo que, a criterio de cada quien, merezca tal demostración. Empero las agujas del reloj nos presentan un atrapante desafío de cara al mañana. Ojalá la transición sea en armonía y poniendo unos y otros la mano en el arado.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Lo bueno de tener prioridades
Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.
Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar.
Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego.
A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa.
Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera.
Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas.
Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido.
El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría.
Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad.
Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?
Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Te acostumbrás
Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera.
“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo.
La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos.
Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto.
Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros.
No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.
En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino.
Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes.
Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales.
Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre.
Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás.
Por Mario Delgado.-