Connect with us

Opinión

Opinión: Del asombro a los problemas irresueltos

Mentalidad pueblerina todavía conservamos. Es evidente, lo cual significa que nos mantenemos atados a antañas costumbres y métodos de sentir las cosas, y, en sintonía con tal hipótesis de trabajo, también podemos intuir que está bien no romper del todo con ese esbozo, teórico y erróneo a esta altura, de que Olavarría es igual que ayer o que anteayer.

Pretendemos arraigarnos cual tabla de salvación a la incomprensible hoy “Vuelta al perro”, absurda forma de gastar combustible en tiempos de crisis, por cierto. Y nos retorcemos de curiosidad y hasta temor, cuando aviones de la Fuerza Aérea traspasan la barrera del sonido, generando sendos ruidos no habituales.

De ahí a estremecernos con el paso del tren, hay un cortísimo trecho, mis amigos. La ola de la señora Tecnología nos inunda cada jornada, llevándonos a un tiempo y a un espacio diferente; no obstante, la situación interior de los individuos vernáculos, obvio es decir que me incluyo, trata de no recibir choques muy drásticos.

Queremos ser modernos pero no despegamos de las costumbres o imágenes ya percibidas. Tenemos capacidad de asombro, mantenemos entonces una cuota de ingenuidad y nos vamos acomodando como podemos, en realidad.

A veces, nos envalentonamos con la majestuosidad de la ciudad y, otras veces escapamos de los riesgos, de los compromisos inherentes al auténtico crecimiento. Fluctuamos. Entre historias verídicas, contadas por sabios y fábulas de entretenedores de circunstancia. Entre Robledo Puch y los “Doce Apóstoles”. Entre el no fumar en el Bingo y la venta callejera de drogas de pésima calidad.

Caminamos conscientes o no, por un túnel, divorciados de la instantánea. Somos el obrero minero que se rompió el lomo por construir un futuro a sus descendientes. Pero también somos el iluso que se juega sus ingresos en la sala correspondiente y tan visitada.

Somos el crítico acérrimo que despotrica contra el señor alcalde de turno, y luego refrenda sus actos incoherentes, votándolo. Somos la voz en cuello por lo que está mal, pero al unísono nos excusamos a la hora de salir a protestar por las calles del centro, “no sea que me vean”.

Nuestro espíritu, loable, es “recontra” solidario y capaz de desprenderse de elementos de valor, en aras de asistir a alguien que sufre. Por el prójimo nos entregamos, conocedores de las implicancias mordaces de las temibles inundaciones, por citar un ejemplo claro y clave, mis queridos lectores.

Aunque, como contrapartida, no terminamos de entender la responsabilidad del acompañamiento a una pobre víctima de violencia de género. Y nos solemos pavonear de cara al opúsculo machista de que “la justicia resolverá”. Cuando ya debiéramos estar perfectamente al tanto de que no es así.

Mas nunca ha sido tan fácil. Por eso continúan muriendo mujeres en manos de sus actuales o ex hombres. ¿Hombres o chacales imbéciles? Gran pregunta sin contestación oficial. Se hace mucho y no alcanza. Y se da vuelta la página a un caso y nos abocamos a lo nuestro.

No falta la ocasión cuando vemos y hacemos como que no, para no ceder ante la tentación de formar parte de algo más trascendente. Salvo excepciones que siempre hubo, hay y habrá, por supuesto.

Entre lo positivo y negativo. Así pasan los días aquí. Tal vez sea gracioso y deba existir sin límites el bullicio de los conmovidos por el ruido de las supersónicas aves de metal. A lo mejor resulte menester guardar en el cofre del corazón la pureza y la candidez que no replicará jamás.

Sin embargo, no quedaría desubicado resolver los dislates contemporáneos y afrontar que muchas oportunidades, nos estancamos de balde.

Por Mario Delgado.-

 

 Farmacias de turno en Olavarría Facultad de Derecho