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Opinión

Opinión: Un puente que termina siendo un portal

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En ese punto imaginario, vertiginoso, en que la Avenida Pringles se convierte en Dante y Torcuato Emiliozzi. En ese preciso y proverbial instante, cuando traspasas el puente de la Ruta 226, es cuando ingresás de pronto, casi sin proponértelo, en otro mundo.

Porque esa citada mole de cemento es un auténtico portal a otra dimensión. La idea, la filosofía esbozada aquí mismo, a través de ésta columna de opinión, varias ocasiones, de que hay por lo menos dos ciudades, dos diferentes realidades, se confirma una vez más.

Del puente hacia el norte, se yergue, entre diversos barrios, el denominado “Belén”. Con su impronta particular, con sus características peculiares y bien palpitantes. Un ángulo de la comarca, una porción del partido de Olavarría, con gente que ama y sufre, que siente y anhela cuestiones puntuales. Un complejo habitacional que aún aguarda, desde lo profundo de su corazón, insertarse, integrarse a la comunidad. Ser parte cierta. Comprobable de la pujanza que se advierte por fuera de las fronteras barriales.

Los terrenos son de bajo costo. Como en otros lugares, esto ha favorecido su loteo. Por tal motivo, muchas familias se han ido asentando en sus dominios. Se han levantado casas generalmente humildes que, dados los caracteres inmobiliarios, no es muy fácil poder comercializar luego. Sobre todo si se desea ir en pos de una propiedad con mejoras en los esenciales servicios.

De abuelos a nietos. De antiguas y noveles vicisitudes. Las cuitas se cuentan a diario. Y se notan. Los ejemplos sobran: en la Calle 120 entre 25 de Mayo y 9 de Julio, hay un pozo inmenso, custodiado por dos pocitos aledaños más.

Idéntico panorama, cual un irónico calco, lo tienen en las arterias 122 y 124. Además sobre la 120, casi España, se pueden ver dos nítidas franjas de agua que van de vereda a vereda. En Calle 118 esquina 9 de Julio, un grandioso pozo cubre gran parte de la esquina.

Un componente del hábitat, don Cipriano, reflexiona en voz alta: “Nos duele que quienes están en el poder gracias a nosotros los pobres, nos tengan abandonados, tirados aquí. Estamos revolcados en el barro. Acá cuando llueve mucho, de borde a borde de la calle, se llena de agua, imposibilitando el natural paso de los vecinos”.

Y prosigue, paseando sus ojos por el entorno: “Yo hace 15 años que estoy en este ambiente y ahora está peor. Antes por lo menos, poseíamos una calle en óptimo estado. Luego hicieron trabajos con las máquinas y ha quedado un caos. Claro que desde las elecciones pasadas, no vemos una máquina laburar para y por nosotros”.

Al parecer, los propios vecinos tapan con piedras y greda, algunos baches. Una inquietud que surge es ¿cuentan ustedes con representación barrial? Y la contestación de Cipriano es: “Existe pero resulta precaria para las problemáticas de todos. Lo que queremos lograr, es evidente que no está al alcance de ellos. Cualquier nota que manden al Palacio San Martín, rebota; no vemos respuestas positivas de ninguna índole. No le dan cabida”, subraya el entrevistado.

Dentro del marco de incertidumbre, nace un elogio “para los muchachos de Coopelectric, que hacen lo mejor que pueden para darnos iluminación pública”. Por último, el baqueano del lugar, exhibe una solicitud al señor Jefe Comunal: “Nuestro posicionamiento no es ni aspirará jamás a ser político partidario. Sólo le instamos a pensar una décima en el Belén”.

También un muchacho joven, de 22 años, llamado Jonathan, explica que: “Cuando llueve los chicos no salen para ir a la escuela. O si van, han de llevar dos pares de zapatillas o botas para cambiarse. Obviamente, tampoco tienen espacio para jugar o andar en bicicleta; si está todo mojado y barroso”, se lamenta.

Transitar el aire cotidiano  “es sobrevivir dándonos una mano, ayudándonos entre nosotros, tapando con piedras varios pozos”. Las deterioradas calles, la negativa de los autos de alquiler a entrar después de una determinada hora de la noche, el acortamiento del recorrido del transporte urbano que solamente arriba hasta la rotonda de la 118, cuando la normativa apunta a que llegue hasta el Matadero, es decir 20 cuadras antes dobla la unidad, aduciendo inseguridad, todo este cúmulo de negatividades, no es excusa al minuto de idear que los pibes tengan una diversión, un por qué. Jonathan lo grafica así: “En la iglesia hay un salón que ceden para practicar boxeo. Vienen ex púgiles y boxeadores tres veces por semana, luego del horario de clases, a enseñar y a hacer que los chicos se motiven y no anden por ahí dando vueltas”.

El boxeo es una actividad que los anima. Si la superficie lo permite, algún día, podrán jugar fútbol. Ahora es inviable por razones obvias.

Las personas liberan sus sentimientos. Beatriz, una mamá del barrio, a su vez, explica que: “Vivir aquí es bastante fulero”. Todo un símbolo. Y anexa: “Por el monte de las cabañas, no tenemos señal de Internet y se dificulta la captación del ex ´Sibateco´. El señor no quiere oírnos y cortar los árboles”, afirma acongojada.

Esta señora hace 30 años que vive aquí y entiende que: “Hoy por hoy, estamos un poquito mejor porque nos trajeron el agua corriente y el gas. Lo primordial sería el arreglo de las maltrechas calles”, concluye.

Por Mario Delgado.-

Opinión

Lo bueno de tener prioridades

Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.

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Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar. 

Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego. 

A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa. 

Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera. 

Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas. 

Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido. 

El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría. 

Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad. 

Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?

Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora. 

Por Mario Delgado.-  

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Opinión

Te acostumbrás 

Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera. 

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“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo. 

La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos. 

Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto. 

Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros. 

No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.

En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino. 

Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes. 

Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales. 

Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre. 

Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás. 

Por Mario Delgado.-   

  

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 Farmacias de turno en Olavarría Facultad de Derecho