Opinión
Opinión: ¿Por qué a ellas?
No es un interrogante más, aislado, perdido en la inmensidad de las incertidumbres humanas. Es un planteo neto, un certero dilema por resolver aún. Un toque de atención que no debiera pasar inadvertido por nadie de nuestra sociedad.
¿Por qué a ellas? Es un auténtico símbolo de la locura más extrema, de una demoníaca maldad inserta en cuerpos y corazones machistas y perversos. No hay explicaciones racionales para actos fuera de la lógica y el raciocinio. Por tal motivo, mis amigos, hemos de considerar inviable desde ya, cualquier atisbo de atenuantes.
En la República Argentina se ultima como si esto fuese un juego, una necesidad, un simple tiro al blanco, a una mujer cada treinta horas. O sea, prácticamente una dama por día es ejecutada por un hombre que, resulta ser su pareja actual o su ex. O, en otro mínimo porcentaje, alguien muy allegado a ella.
Antes se inscribían estos siniestros crímenes como de tenor “pasional”. Hoy la realidad y los estudios fehacientes efectuados por especialistas, demuestran algo tétrico: son directos disparos al espíritu, al alma femenina. Son “femicidios” sin vueltas, sin eufemismos.
¿Qué extraño ser de ultratumba puede experimentar cierto grado de placer o de venganza, eliminando del mapa a una fémina? ¿Cómo se llega a tanta inverosimilitud en una convivencia que se supone civilizada? Los cables se pelan en el cerebro del victimario y entonces actúa, y pierde toda esencia natural, todo rasgo de piedad.
No se ha arribado a tamaña desproporcional cifra por nada. Hay todo un sendero recorrido de impunidad, soberbia y desinterés. Y existe además, mis queridos lectores, todo un campo de acción interesante y digno de visualizar.
Porque en el transmutar de los valores en que nos situamos, se ha pensado a veces con criterio equivocado y se ha culminado victimizando al autor de la muerte. “Que la mujer siempre vuelve con el tipo que la golpea”, hasta el “Es un buen hombre. Ella algo le hará”, suenan como excusas de peleas o agresiones, o incluso lo más drástico: ante el triste final de la chica o dama en cuestión.
Da la impresión que es un asunto álgido y es verdad creer tal cosa. Pero ya es tiempo de poner las barbas en remojo y señalar el destino a proseguir. No es momento de improvisaciones que sólo hacen desviar la atención y perder valiosos minutos. Ha venido el día de la puesta en marcha de un programa especial, primero tendiente a desenmascarar a los imbéciles que maltratan a una mujer, a dejarlos expuestos y a expulsarlos de la comarca cual apestados de enfermedad contagiosa. La basura ha de ir al basural.
Uno de los últimos estertores de la malevolencia, se precipitó a tierra hace apenas días atrás en la localidad de Rufino, provincia de Santa Fe. Allí, una pequeña criatura de 14 años, Chiara Páez, fue vilmente separada de este mundo al parecer, por su novio de 16 años y familiares de éste. La menor estaba encinta.
Este misil, ensordecedor y atroz, ha derribado por sí solo toda resistencia a tratar ya de corregir el rumbo. Por eso es que, desde cada punto cardinal de la nación, se han lanzado mensajes tajantes y contundentes: hay que frenar tanta crueldad.
Y en disposición de esa inminente consigna, se anuncia un evento imprescindible: el denominado “NI UNA MENOS”, un encuentro vital y comprometido a efectivizarse el próximo 3 de junio, desde las 17 horas en cada plaza central, en cada lugar emblemático de las ciudades argentinas.
Actores, periodistas, deportistas, políticos, activistas, público en general, se van agregando cada segundo a esta crucial campaña en contra de la inusitada violencia de género que cobra vidas de mujeres inocentes. En el Congreso, en Capital Federal, o en el Paseo Jesús Mendía, aquí en nuestro medio. Sin dilaciones, ni titubeos; todos tenemos que concurrir, todos hemos de estar; dar el “Sí” de rigor ante tamaña empresa que, replicamos, se concientizará a nivel país, sin quedar un ángulo sin tocar, sin adherir.
Las personas que ya se han ido, las chicas fallecidas en manos de energúmenos, son el baluarte, el estandarte a divisar. Desde 2.008 a la fecha, amigos, han sido destruidas 1.808 vidas humanas femeninas. No es una simplicidad.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Lo bueno de tener prioridades
Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.
Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar.
Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego.
A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa.
Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera.
Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas.
Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido.
El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría.
Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad.
Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?
Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Te acostumbrás
Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera.
“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo.
La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos.
Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto.
Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros.
No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.
En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino.
Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes.
Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales.
Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre.
Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás.
Por Mario Delgado.-