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Opinión

Aquellos viejos eucaliptus

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Tal vez sea considerable un auténtico lujo el nuevo ingreso asfaltado al barrio Eucaliptus. Después de todo es su entrada principal y merecía poseer condiciones más o menos presentables, si señores míos.
El hormigón entonces, nos abre paso a una recorrida por las arterias internas del sector. Eucaliptus es un complejo habitacional rectangular compuesto por escasas manzanas y con una característica primordial: la mayoría de los moradores de allí, son parientes entre sí. O sea, todo el mundo se conoce casi podríamos decir, a la perfección.
La colectora de la Ruta Nacional 226, atraviesa al lugar, cual columna vertebral. Y nos topamos con los primarios indicios de carencias. Primeros atisbos concretos de sendos pozos que pueden llegar a tener mayores o diminutas dimensiones, pero que son peligrosos para el respectivo tránsito.
La Calle 106 está pobremente iluminada. O, en rigor de sinceridad, pésima es la luz existente. Claro que esta circunstancia no debe alterar ni alarmar porque termina siendo una constante en la circunferencia barrial. Aunque también se percibe la mano de imbéciles rompedores de lamparitas que, con su acción idiota, acaban perjudicando al resto de la vecindad eucalíptica.
Que los coches de alquiler o los amigos moto mandados sean remisos a apersonarse por estas calles de tierra, no es para culparlos. Porque, entre la precariedad lumínica y los charcos de agua, la cuestión es para analizar.
La Amparo Castro al 5.400 es para llorar. La 112 Bis, no le va en saga. Un habitante antiguo se permite dudar de su propia capacidad de conocimiento del mapa: “Es toda una odisea caminar por aquí de noche. Y eso que yo hace dos décadas que vivo acá. Pero las tinieblas me superan”, expresa Aníbal, regresando del almacén lugareño.
“Desde hace tres años no vemos una máquina por estos pagos”, afirma Juan Carlos, otro “baqueano” que anexa a su comentario: “Al llover, se nos imposibilita salir. Los pibes sufren las consecuencias, van mojados y embarrados al cole”.
Otro punto crucial a tener sobre el tapete es la seguridad. O la ausencia de ésta. “A nosotros nos entraron a robar hace meses. Nos dejaron destruidos, sin ganas de continuar”, cuenta con natural tristeza una señora sesentona. “Mi esposo ya casi no duerme, puesto que cualquier ruidito lo sobresalta. Es que esa vez nos rompieron la reja de la ventana. No sabemos qué hacer”.
Quizá la angustia de esta familia laburadora se multiplique por una sencilla e incómoda situación: a su criterio, los ladrones son del mismo barrio. No obstante, otros testimonios no son tan tajantes. Por ejemplo, Javier sostiene que: “Fue en algún tiempo muy peligroso vivir aquí. Hoy esto ha variado; ya no es común enterarnos de ilícitos”. E incluso se desliza la teoría de que, en ocasiones, remiseros por ejemplo, han sido traídos hasta aquí por delincuentes para asaltarlos, pero “no se roba con frecuencia en esta franja”, expone una joven.
Por su parte el Presidente de la Junta Vecinal, Jorge Negrete, se manifestó optimista, con la visión dispuesta a entrever un porvenir interesante y atractivo para sus convecinos. Destacó determinadas obras y promesas que resaltarán en breve, el “status” del Eucaliptus.
“Coopelectric nos instalará 18 luminarias que, obviamente, le darán un impulso tremendo a nuestra zona”, anotó el dirigente quien agregó: “Por otro carril, hemos también de valorar la puesta en marcha del agua corriente y el gas natural que ya casi está colocado en todas las cuadras”.
Aquí algunos vecinos demuestran su disconformidad con lo que les costaría llevar el caño de gas, desde la vereda hacia la propiedad pertinente. Los valores esbozados son disímiles. Sin embargo, Negrete avanza pese a las dudas de varios: “Una vez concluida la labor de la empresa de gas en las calles, tenemos la anuencia de la Comuna para empezar a arreglar las arterias barriales”, sentencia convencido.
Apuntalado por una Comisión Directiva fomentista de 25 miembros, algo no demasiado fácil de lograr, el referente insiste en su tesis: “Son varias las propuestas que figuran en nuestra agenda para ir acondicionando la vida social y deportiva de los jóvenes. Le otorgamos tiempo al fútbol, participando en campeonatos y es nuestro interés realizar eventos y promocionar otras actividades para integrar al barrio”, expuso el fomentista.
Por Mario Delgado.-

Opinión

Lo bueno de tener prioridades

Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.

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Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar. 

Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego. 

A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa. 

Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera. 

Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas. 

Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido. 

El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría. 

Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad. 

Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?

Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora. 

Por Mario Delgado.-  

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Opinión

Te acostumbrás 

Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera. 

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“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo. 

La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos. 

Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto. 

Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros. 

No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.

En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino. 

Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes. 

Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales. 

Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre. 

Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás. 

Por Mario Delgado.-   

  

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 Farmacias de turno en Olavarría Facultad de Derecho