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Desventuras que intimidan
Las arterias del barrio “Isaura”, también visualizado como “Belén” por algunos vecinos, comprende el rectángulo expuesto por las siguientes fronteras: Avenida Emiliozzi, Ruta 226, Calle 118 y el Arroyo Tapalqué. Es un rectángulo muy populoso y tradicional también de la ciudad. Con una cantidad impactante de familias que viven allí desde hace años y otras que se han venido incorporando.
Los avatares de la cotidianeidad sin embargo, mis amigos, no son fáciles para este núcleo de olavarrienses. Todo parece doler más en esa porción de la geografía local. Todo tiende a complicarse para grandes y chicos. Todo tiene un costo doble, sin lugar a dudas.
La paciencia de aquellos que han soportado durante décadas, se aúna a la desazón más novata de las noveles generaciones. Los antiguos dramas se repiten, calcados e incluso amplificados. Es que en rigor de verdad, y siendo francos, no se advierten demasiados logros que ostentar, que exhibir a propios y extraños.
La tierra no vale mucho económicamente por allí. Las viviendas tampoco. La razón es muy simple, rotunda y triste a la vez: escasean los servicios; huyen las oportunidades de progresar por esos lares. Una pena. Una auténtica lástima.
Para arrancar, es perfectamente observable en Rivadavia norte, entrando al complejo habitacional, un par de charcos de dimensiones apoteóticas. Cargados de agua, claro. Y eso que el domingo 1° de marzo no cayó desde los manantiales celestiales, tanta cantidad de agua.
Si continuamos avanzando, nos topamos con un “lago” de más de 30 centímetros de profundidad en la intersección de las calles 118 y 9 de Julio. En plena esquina, en un “córner” de la misma, este fenómeno producido por la falta de mantenimiento, es un dilema para los habitantes barriales.
Un vecino, Fabián, nos interpreta el calvario: “Es impresionante este charco, expresa compungido, pero además tenemos los innumerables pozos en la mayoría de las calles. En ocasiones no podemos salir a hacer mandados, sobre todo si llueve seguido. Estos pozos hacen pedazo a los autos que se meten aquí y desconocen por dónde andar”.
Una moto pasa por el borde del charco: hay 20 centímetros de agua en la orilla. Mientras, Fabián da luz verde a otras vicisitudes: “Le solicitamos a las autoridades municipales una pala mecánica, con toscas y granza, que por favor arreglen lo antes posible estas deficiencias”.
Otras incidencias las plantean “un enorme pastizal que tenemos sobre la 118 y en distintos sitios. Es un tema que nos toca bien de cerca, porque genera inseguridad, como así la difusa iluminación pública que termina siendo extremadamente precaria”, subraya nuestro entrevistado.
Chicos correteando se hacen presentes. Una señora reniega de su suerte y de la “falta de atención hacia nosotros; nos sentimos cual parias”, rezonga. Fabián insiste, incisivo: “Estos pastos, estas malezas acarrean roedores y son una molestia”, sentencia.
El canal que se ha construido sobre un margen de la Calle 118 “debiera ser limpiado con asiduidad y darle la caída que amerite para que cumpla su cometido”, grafica el señor Fabián, quien anexa a las cuitas: “Luego de las 20 o 21 horas, ningún remisero ingresa al barrio. Por el estado de las calles, por un lado, y porque nadie quiere correr riesgos de ser asaltado. Es una boca de lobos y un asunto complicado porque si una persona tiene una urgencia, sí o sí tendrá que caminar hasta la Ruta o hasta la Emiliozzi. Sin solución estamos; abandonados”, finaliza el hombre.
Por Mario Delgado.-

