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Opinión

Silenciado por investigar

La fuerza del concepto está grabada a fuego en las piedras y cincelada en el bronce: al señor fiscal Alberto Nisman, lo silenciaron por cumplir con su trabajo específico, o sea por investigar, o sea por tener en la mira al poder. Por Mario Delgado.

Lo cual resulta un auténtico desastre en la Argentina de hoy, pero no es un dato totalmente nuevo, aunque sí su deceso tan truculento sea un hecho inédito, siendo entonces el primer componente calificado del Ministerio Público es terminar en circunstancias sumamente llamativas y tétricas al mismo tiempo.

Esto sí, insistimos, tiende a plantearse como caso primario, pero no es una novedad sin embargo, queridos amigos, que aquellos que trabajan y anhelan servir con devoción y convicciones plenas a la Patria, sean castigados de alguna forma bruta: o con el incesante ninguneo reptil o con las sanciones más bochornosas y absurdas, como fue el particular asunto del también fiscal Campagnoli.

A Nisman lo sacaron de circulación pocas horas antes que revelase un montón de pormenores en el Congreso. Algo ya había trascendido, mas había un pilón de denuncias más que iba a concretar muros adentro del Parlamento Nacional.

Nunca arribó a ese sitio puesto que la parca se lo llevó a sus dominios. Más allá de conjeturas y certezas, suena evidente en los oídos del pueblo que no se lo protegió como ameritaba la cuestión. Se lo desprotegió, en realidad más bien. El tema es que hay que ser claros y tajantes: ese aparente “descuido” en su seguridad personal, no debe interpretarse como tal. Es plausible sostener la tesis de que se lo desamparó adrede.

Nisman era una molestia en el calzado del Gobierno Central. Denunciar a la Presidente, al señor Canciller y a otros “cuatro de copas” más, no es un eslabón perdido en una cadena de corrupción y encubrimiento; por el contrario, es un condimento basal del coctel malévolo que estudiaba el hombre designado por don Néstor Kirchner allá por el ya lejano 2004.

Alberto tenía miedo. Por él y mucho más aún por sus hijas. Esto lo supieron sus más íntimos allegados y un par de diputadas, las señoras Laura Alonso y Patricia Bullrich. Eran momentos cruciales, emblemáticos, provistos de una adrenalina especial. Donde la tensión se cortaba con una tijera desafilada y donde los efectores de Balcarce 50, deambulaban nerviosos, desprestigiando al servidor de la Justicia.

Y lo han continuado haciendo luego del epílogo de su existencia. Desplazando el centro, el polo, hacia otros andariveles, ávidos de confundir y “embarrar la cancha”, enlodando a más no poder, en un vano y desesperado laburo tendiente a distraer y quitarle al suceso luctuoso la implicancia visceral que posee y que la civilidad de a pie, advierte.

Las ínfulas de Casa Rosada han sido tan extremas que ni siquiera tuvo la delicadeza de obsequiar un pésame de rigor a la familia del difunto. Ni bandera a media asta, ni duelo, ni respeto. En vez de generar una imagen de santa inocencia, Olivos con tantos desplantes, se pone en el ojo de la culpabilidad, de la responsabilidad. El pensamiento es que “algo tuvo que ver” alguien de “adentro” del Gobierno. Ojalá algún día se conozca la veracidad del desgraciado y sonado caso y descanse finalmente en paz el occiso.

En el mientras tanto, se prevé una marcha pacífica y en silencio, organizada por colegas de Nisman que anhelan honrar su muerte y recordarlo con ciertos honores inherentes a los seres humanos. Por tal motivo, a un mes de su partida física, harán una movilización en la Autónoma Ciudad de Buenos Aires, el 18 del corriente, desde las 21 horas.

Dicha medida no pretende reclamar justicia. Tal cosa sería un contrasentido. Se caminará no obstante, amigos míos, meditando, mostrándole a los impúdicos de siempre que la sociedad no quiere este tipo de quebrantos institucionales.

Además y atando cavos, los fiscales tienen temor. Y lo expresan sin tapujos. Y está bien que así sea, porque deducen que la procaz batalla no ha cesado y que es lógico sospechar que la desgracia puede continuar con otro representante del Ministerio Público.

Es un ambiente tórrido, obscuro, sin ventanas. Cualquiera está en peligro. La estocada contra Alberto Nisman lo catapulta a este axioma. Ser parte de esta marcha, volviendo a ella, es casi una obligación cívica, aún sin coincidir demasiado con el fiscal, aún si se es de derecha o izquierda, cristinista u opositor. Todos debieran estar en el sitio propicio, a la señalada hora. Apoyando la labor desempeñada y avalando la investigación en curso. Y poniendo un granito de arena por la República, en detrimento de la violencia y los violentos.

Por Mario Delgado.-

 Farmacias de turno en Olavarría Facultad de Derecho