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Opinión

Nuevo puente divisorio

No hay caso. Por más que circundemos la ruta por alternativos caminos laterales, da la impresión que sentimos en carne propia la perspectiva consciente de que todo nos lleva, con ímpetu de viento recio, a un potencial margen de choque, a un nuevo y triste puente divisorio entre hermanos de patria, o sea, entre argentinos. Por Mario Delgado.

Los atajos se reducen a cenizas. Los equilibrios de los trapecistas en la alta red, se simplifican y se ven toscos, torpes. Las voces de los conciliadores se pierden opacadas por el eco atroz de los improperios, de los insultos, de los dardos envenenados, descalificadores y avasallantes.

Ante tal siniestro panorama, los carteles indicadores pierden objetivo, carecen de absoluto sentido. Los pacifistas se meten sus discursos de paz permanente en sus bolsillos y se alejan de la escena con el rabo entre las piernas, preocupados, desalentados.

La República Argentina se debate desde hace ya bastante, mis queridos lectores, en un mar de enojos, en un enjambre de dicotomías y en un auténtico campo de batalla, donde cada quien exhibe un cartel de acercamiento u oposición al Gobierno Central, ejercido desde la Casa Rosada en concordancia con un espíritu belicoso de antología.

Este es un ejercicio del poder que cimenta  su énfasis en tal ideología. No es casualidad que desde el 2003 hacia nuestros días, se anteponga siempre el tablero de “bueno” o “malo”, de acuerdo a cómo se está con las autoridades ejecutivas nacionales.

Quizá don Néstor primero y su esposa Cristina luego, se arrogaron para sí, abrevando en ella, con sumo placer aquella frase pronunciada por Jesús: “Yo no he venido sino a traer divisiones”. Porque los estímulos son clarificadores. Es imperativo cruzar espadas con otro. Es pues preciso, contar con un contrincante a la vista.

Es un estilo de gestión: “Yo soy lo excelente, lo pulido, lo genial; el que me enfrenta es lo diabólico, lo gorila, lo golpista”. Braden o Perón. Nosotros o ellos. Elegí pronto de qué lado situarte, con quién estar cuando haya que salir a defender la causa.

Naturalmente se sobreentiende que este mecanismo, esta palanca guerrera, esta filosofía de rivalidad constante, no puede administrar equivocaciones o genuflexiones. No está autorizado jamás ceder. No hay dios fuera del ámbito cristinista y por tal motivo, cualquier cosita, por pequeña o nimia que sea, es bienvenida al minuto de echarle leña al fuego de la controversia.

El problema es que el andamio oficialista empezó a temblar, hace ya rato también. Como directa respuesta, surgieron causas, procesamientos y hasta la sospecha arribó sin titubeos al espacio concéntrico más cercano a la señora Presidente.

Cuando un enemigo pierde efecto en la sociedad, no interesa: se inventa un reemplazo con rapidez de emergencia. Porque sin ese contraste sombra – luz, no se gobierna con comodidad. El asunto es, mis amigos, que la truculenta muerte del fiscal de la causa AMIA, don Alberto Nisman, ha pasado con increíble movimiento de relojero, a construir una novel pared de divorcio entre pares. Un puente sorprendente en medio de una investigación judicial. En lugar del conmovedor esperado silencio ante la desgracia y la insensatez de tal epílogo de la vida de un funcionario que se aprestaba a ampliar su batería de pruebas contra la Jefa de Estado, el señor Canciller y demás idiotas útiles, los oficialistas concentraron toda su atención en crear un sitio de desplantes y de bastardeos.

El escrito del fiscal, sus averiguaciones, sus colegas que lo avalan , y quienes promueven la marcha del 18F, se han ganado el mote de opositores y concuerdan ahorita mismo con el propósito gubernamental de continuar con su tarea boxística.

En vez de amilanarse o de ponerse a consideración de la Justicia, la verdad de la milanesa nos introduce a una arena calurosa, donde los arcos y las flechas, los escudos y los gritos de guerra pululan.

Una lástima. Un dolor terrible en el alma. ¿Por qué son así las cosas? Porque han sido así desde el preámbulo kirchnerista, reiteramos. Mas en esta ocasión la gravedad es considerable por una razón inviolable: el cuerpo inerte de Nisman superó todas las expectativas y ya nada será igual, porque una cosa es criticar al campo, como en 2008 y 2009, y otra más insólita es matar a un ministro público.

El impacto de bala no solamente silenció al perjudicado, a la víctima fatal. Ha emocionado y shockeado a toda la ciudadanía, más allá o más acá de cómo sienta, de qué opine cada uno del programa de gobierno de la ex senadora.

La gente se ha dispersado una jornada más. De un lado y del otro. Lamentable pero previsible. Los que irán a la movilización y los que no. Argumentos sólidos y endebles. Crónicas de muerte y zozobra sin visos de solución.

El tema amerita entonces una pequeña y modesta reflexión de cierre: mientras esté Cristina en el sillón de don Rivadavia sentada, no hay ángulo para el asombro, nada virará.

Por Mario Delgado.-

 Farmacias de turno en Olavarría Facultad de Derecho