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Opinión

¿Herejía o Reforma contundente?

Quienes observan con cierto cuidado y detenimiento la actividad emergente del seno de la Iglesia Católica, coinciden en señalar que desde la llegada al Pontificado de Francisco I, el argentino Jorge Bergoglio, las cuestiones inherentes a la fe y al proceder diario de la religión, han tomado un cariz particular, alcanzando de tal modo, una impronta muy fuerte. Por Mario Delgado.

El punto de colisión entre la unión férrea y la controversia separatista, pasa por dos elementos sustanciales: la búsqueda de una mutación acorde a las circunstancias temporales de la humanidad y, por otro ángulo de acción, la incólume permanencia en un slogan, en un dogmatismo ya establecido y con tendencia firme y valoración irrefutable.

En una estructura milenial y verticalista como la grey cristiana católica apostólica y romana, se producen chispazos de alto voltaje cuando se intenta mirar con la lupa algún postulado doctrinal o social. No es fácil propiciar o adherir a variantes que requieren dicho sea de paso, una serie de estudios y conclusiones que pueden costar años y horas y horas de reuniones.

Pero todo tiene su momento. Y con el ex arzobispo de Buenos Aires en el sillón de Pedro, da la impresión de que no resulta tan perjudicial citar la estrategia de mover de su letargo la edificación. Darle una nueva imagen, pintarla con colores más populares. Manteniendo eso sí la brújula en su correcto norte.

Por supuesto que poner el dedo en la llaga es causa de divisiones. Siempre lo ha sido. Remover la obra conservadora eclesial no es sencilla proposición. Están por ende las mentes purpuradas más abiertas a oír apuntes de tinte reformista. Y también hay de los otros, mis amigos, o sea religiosos aferrados al “Libro de la Ley” y sin ninguna ventana entreabierta a “aggiornamientos” con “el mundo moderno y secular”.

El tablero se divorcia entonces en dos grupos o sectores definidos: quienes son partícipes de idear cambios y quienes afirman que esas posibilidades, son rayanas en la herejía. Lógicamente se desata un proceso de revuelo interno en la Iglesia vaticana.

Hoy esto está sucediendo. Y a raíz, recalcamos, de la decisión papal de virar el timón de un barco anclado. Francisco sostiene la filosofía de que la embarcación cristiana debe transitar por los mares, no debe ser una ideología estanca, alejada de la cotidianeidad de sus fieles o futuros fieles inclusive.

Y luchar por una congregación viva, exultante, y con dinamismo, es una de sus prioridades pastorales. Por tal motivo se concretó, mis lectores del alma, un Sínodo (reunión o asamblea de autoridades religiosas católicas) en la Diócesis de Bolzano – Bressonone, Italia, en enero último. En tal sitio itálico se pergeñaron, tras arduo debate, una serie de “transgresoras” proclamas que han osado entrar en contradicción con baluartes seguidos por siglos en la cristiandad católica (hacemos siempre esta significación, ya que existen también los cristianos evangélicos y los ortodoxos).

Bajo la tutela del cura Eugen Runggaldier, se propuso, entre diferentes temas, lo siguiente: 1.- Abolición del celibato sacerdotal; 2.- Sí a las ordenaciones y al diaconado de las mujeres; 3.- Sí a su vez a la comunión para los divorciados vueltos a casar, después de un período de maduración y testimonios de carácter personales; 4.- Administración de la unción de los enfermos por los laicos, pudiendo ser éstos mujeres u hombres indistintamente y 5.- El sacramento de la Eucaristía debe abrirse a todos los bautizados.

En concordancia explícita con este Sínodo, el Jefe universal del catolicismo, comandó hace apenas días atrás, un cónclave con 160 cardenales en el Vaticano. Se posó el lápiz sobre la esperada reforma de la Curia, otra bomba de tiempo que quema en las manos de los dignatarios continuadores de los primeros cristianos.

Porque ha de decirse mucho más accesiblemente en la teoría, que lo que demandará en la praxis tal camino. El Papa lo sabe y lo reconoce. Muchos de sus segundos están en idéntica sintonía. Empero otros religiosos no quieren dar su brazo a torcer y se “atrincheran” en sus trece, argumentando el antiguo dilema de “herejía o reforma”.

En el medio de esta perspectiva, miles de almas se persignan y aguardan poder ingresar al redil, aceptados como ovejas santas, libres de ataduras y preconceptos desvirtuadores. Y miles de mujeres también añoran el llamado de la campana que las invite a ingresar por el pórtico grande, porque ya va siendo instante de que se les devuelva el natural esplendor que las damas tuvieron en los albores de la cruz de Cristo.

Por Mario Delgado.-

 Farmacias de turno en Olavarría Facultad de Derecho