Opinión
Del valor de la muerte
I.- Dicen los estudiosos que somos los seres humanos, casi exclusivamente los únicos sujetos sobre este Planeta Tierra, capaces de discernir que estamos de paso, con lo cual reconocemos que tenemos un principio y un desenlace, un cierre del ciclo vital. Por Mario Delgado.
Comenzar a disponer del uso de razonamiento, implica, entre otros atributos, abrir esa puerta mágica al entendimiento de la conciencia de que nacemos y morimos, indefectiblemente, por más capacidad económica o intelectual o influencias políticas de las que dispongamos.
Son los dos parámetros, las dos circunstancias sublimes de un individuo: llegar e irse. Desde tiempos inmemoriales, el análisis de la muerte ha sido profundo y extenso. Pero por más que el hombre haya intentado poner coto al fallecimiento, por más elíxires de la vida eterna que haya creado, nada ha garantizado, al menos hasta hoy, el acceso directo a la ansiada por tantos, inmortalidad.
La finalización de la existencia es un momento de recogimiento, de dolor, de visualizar que tal o cual persona que se va, lo hará para siempre; ya no será vuelta a ver en su casa, en su trabajo, en su estudio, con su pareja e hijos. Se fue, ya no estará nunca más aquí.
Ni los científicos ni los filósofos pueden aceptar las ideas románticas o religiosas de una continuación espiritual, después del epílogo terrestre. Queda a criterio de cada quien, esbozar tesis en tal sentido. Queda incluso en el plano de las suposiciones, la posibilidad de un cielo o un infierno o un reencuentro algún día postrero en las alturas celestiales, con cuerpos glorificados.
Nadie está en condiciones reales en la instancia presente, mis amigos, de certificar a pie juntillas que efectivamente, la muerte física es la génesis de otra vida, de otra dimensión, en un sitio mejor y sin las dificultades que se enfrentan y se vencen o no, aquí en este mundo.
Por lo tanto, morir no es un ítem menor. Y la muerte debiera colocarse en iguales balanzas, sin restricciones ni discriminaciones. No habría que hablar de muertes de primera y de segunda clase. Mas hemos de ser sinceros: como en la vida misma, el cierre del telón, también ejerce sus diferencias.
II.- Que un fiscal no atienda a la puerta y se lo ubique luego muerto, es un problemón. Sobre todo si ese ministro público es o era el señor Alberto Nisman. ¿Qué acaeció? Algo falló entre bambalinas. Algo no se resolvió con profesionalismo, puesto que disponía de vigilancia constante. Claro que en teoría era así; la praxis nos abofetea con un nocivo no.
El cuerpo frío de don Nisman es símbolo acabado de magnicidio. Es un hecho político. Sea suicidio u homicidio. Porque la bala se introdujo en su cuerpo por su laburo de investigación. Las revelaciones cada día son más tajantes en este sentido directo y sin dobleces.
La sociedad, el cúmulo de colegas, los jueces, el Gobierno ¿deben o no rendirle honores post morten al fallecido hombre de derecho? Por su investidura, por su laburo sobre la AMIA, por lo último averiguado, por esto es menester deducir afirmativamente.
Empero, amigos, también ha de ser recordado en silencio y con respeto, por ser un individuo, por ser un tipo único, como usted y como yo. Da la impresión que para ciertos personajes, no era nada más que un escollo, un estorbo. Y festejan su alejamiento eterno. Ni siquiera lo disimulan.
No es común que un fiscal termine en las condiciones de Nisman. ¿Recuerdan ustedes el caso de Richard Nixon y el “Watergate”?. El ex Presidente yanqui, acorralado, pudo apenas echar al fiscal acusador. Aquí y ahora, al investigador lo silenciaron. ¿Comprendemos la sutil y drástica diferencia?
III.- Por supuesto que la parca nos iguala. Por eso quisiera mencionar con suma congoja, que en nuestra querida Olavarría tenemos singulares casos de vecinos que han ido perdiendo en forma violenta lo mejor que disponían: su propio hálito de vida.
Las tristezas de sus familiares y allegados, en varios de estos sucesos terribles, no han sido observadas por los congéneres, y tampoco por las esferas políticas. Son muertos sin sepultura. Sin un matador entre rejas. Ánimas divagando por el limbo. Criaturas que engrosan una nómina, una lista larga y sinuosa de nombres.
En ocasiones se han concebido marchas por ellos. Y la soledad del cuarto vacío, que otrora habitasen, sigue golpeando en la frente de sus seres queridos. La falta de contestación, la ausencia de justicia, el desplante de poderosos señores, enturbia corazones en Olavarría.
La muerte desgraciada o felizmente empareja a todos. Que lo apreciemos cada minuto. Y que sea objeto de detenidos y minuciosos trabajos investigativos para cada quien que es eliminado de cuajo. El fiscal valía oro y se merece los honores pertinentes. De idéntico modo tantas otras víctimas aún impunes.
Por Mario Delgado.-

