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Opinión

Cristina no es Teseo

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El laberinto, espacio redondo o cuadrado con vericuetos circulares insoportables y plagados de trampas para no escapar, ha simbolizado, queridos amigos, una condición no solamente física de encierro o impotencia, sino una etapa espiritual. Se ha inscripto cual específico simbolismo de una persona atrapada en sus propias limitaciones. Por Mario Delgado.

La mitología griega, tan rica y amplia, le atribuyó al héroe Teseo, la victoria sobre Minotauro en el malévolo laberinto de Cnosos. Ayudado por la bella Ariadna, hermana del monstruo mitad hombre, mitad toro, quien le otorgó un extenso hilo, logró salir del lugar tétrico, una vez matar a Minotauro con golpes de puño. Fue por consiguiente, Teseo el único mortal capaz de sobrevivir la desesperación y locura laberíntica. El premio a su hazaña fue el amor de la encantadora Ariadna, a quien llevó a Atenas.

A su vez, los poetas y trovadores de Grecia expresaban en sus versos que mirando a lo alto, que concentrándose en lo alto, el escape también era factible. Por otra parte, hay un relato fantástico de Howard Lovecraft, que despliega intriga y suspenso en cuanto a un laberinto que él ubica en el Planeta Venus.

Los humanos astronautas se metieron encantados en una superficie de vidrio. El sitio resultó ser una extensa trampa. Al advertir la situación, los hombres inician un infructuoso camino de salida, mientras soportan la burla y las risas de los venusinos, a quienes creían criaturas torpes y tontas.

El lógico desgaste del hambre, la sed y la demencia brutal, hace presa de los terrestres que mueren uno a uno sin llegar a comprender que la puerta a la libertad, estaba a centímetros de ellos.

En la República Argentina, mis lectores del alma, los indicios son más que diáfanos: Cristina Fernández está introducida en un circular y despótico laberinto. Entre la histeria, la soberbia, la ignominia y la ignorancia, que devoran sus entrañas, no capta ni la luz ni los consejos acordes, para reinsertarse en la vida en libertad.

Pretendidamente de izquierda, pero mansa y útil ante los factores económicos internacionales de poder, la ex senadora se arregla, se pinta, se maquilla, se adecua a las circunstancias que le reclama su visión chata y opaca de lo que debe ser una mandataria.

Rodeada en su hostilidad y vanidad de mohines inventados para seducir giles, se nutre de energúmenos serviles de cuarta categoría, quienes obviamente le hacen ver la falsedad de una idolatría cada vez menos obsecuente. Alcahuetes y aplaudidores que se embarran en el laberinto, pero de reojo observan ya qué hacer luego del 10 de diciembre.

Su corte de imbéciles laberínticos la componen, entre otras clases de pérfidos, sindicalistas deshonestos, subversivos vengativos, delincuentes de baja estofa que se treparon al programa kirchnerista con el insano propósito de emular a un corrupto de ley como Néstor Kirchner.

Hipócritas de salón, éstos sujetos y Ella misma, despotrican contra la riqueza, mientras se llenan las arcas personales con suculentas divisas mal habidas. Hace la Presidente la parodia estúpida del supuesto aumento a jubilados, que ganan ahora casi 4.000 pesos mensuales, cuando todos saben a la perfección de lo irrisorio de tal necia cifra.

Ha otorgado un tropel de subsidios, con tal de garantizarse un marco de clientelismo crepuscular de novela. No se fomentó la “Cultura del Trabajo”; empero se benefició y beneficia a los inveterados que, como rémoras, se terminan sentando al banquete de los despojos estatales más inconscientes.

Por todos estos aspectos prefijados, hemos de deslizar que el pensamiento “K”, ha tenido como prioridades: el enriquecimiento ilícito de los “jerarcas”; la proliferación de los pobres y desvalidos, puestos a los pies de la colaboración del Estado; el incesante incremento de la inseguridad y la violencia; la percepción de la intolerancia a aquél que no comulga con idéntica filosofía; el odio y resentimiento oficial setentista; la infiltración desmedida y continua de los servicios de inteligencia en temas políticos internos y las deshonrosas patotas que agreden, amenazan y “bastardean” a dirigentes, periodistas y gente que no es “del palo”.

Teseo huyó alegre y triunfal del peligroso laberinto. El dilema aquí y ahora es, mis lectores, que Cristina no es Teseo.

Por Mario Delgado.-

Opinión

Lo bueno de tener prioridades

Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.

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Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar. 

Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego. 

A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa. 

Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera. 

Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas. 

Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido. 

El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría. 

Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad. 

Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?

Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora. 

Por Mario Delgado.-  

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Opinión

Te acostumbrás 

Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera. 

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“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo. 

La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos. 

Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto. 

Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros. 

No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.

En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino. 

Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes. 

Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales. 

Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre. 

Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás. 

Por Mario Delgado.-   

  

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 Farmacias de turno en Olavarría Facultad de Derecho