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Opinión

Néstor Femenía

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El derecho a la vida es constitucional. Y además un argumento de injerencia social, imprescindible. A esta altura de las circunstancias, ya se debería tener bien en claro tal realidad en cualquier ámbito. Sin embargo, mis queridos lectores, esto no es así en la práctica en algunos lugares específicos de nuestro extenso y hermoso país. Por Mario Delgado.

La reciente ingrata muerte del niño qom de siete años, Néstor Femenía, en la norteña provincia de Chaco, víctima de desnutrición y tuberculosis, es una clarificación visible e inmoral que pone sobre aviso a la sociedad argentina y a sus dirigentes políticos, para que se actúe con prontitud, porque no nos hallamos frente a una historia producida para la ficción televisiva. El golpe es frontal y quiebra la frialdad.

No hay lugar para la indiferencia, ni para timoratos imbéciles que sólo ansían zafar de la mano ríspida de la enorme culpabilidad que poseen. Tanto por no hacer absolutamente nada para evitar estos dramas, como por tener el tupé de dibujar excusas.

El pequeño padeció desnutrición y se le adicionó tuberculosis.  Por más de sesenta días permaneció internado. Mas la lucha por supervivir, fue perdida por la criatura que no resistió más y dejó este mundo.

En Villa Río Bermejo , localidad de donde era oriundo Néstor, la situación puede calificarse de desesperante: no cuentan con redes de agua potabilizada ni servicio de cloacas. Deben procurarse el líquido elemento en estanques y posteriormente, hervir el agua obtenida.

La mitad de la población está compuesta por gente que no tiene sangre indígena. Se la llama allí “criollos”. El otro porcentaje humano lo representan los qom. Mitad Y mitad. Divididos por una pared invisible pero presente. Que se advierte cada vez con mayor asiduidad. Dejando de lado, amigos, las elementales normas de convivencia y respeto o aprecio por el prójimo.

Golpeados, robados y asesinados vienen siendo los qom, en los últimos lustros. Sin pruritos ni disimulos. Por ejemplo, repasemos que en enero de 2013, un niño de 12 años, Imer Flores, pagó con su único capital, su vida, el “error” de haberse cruzado en la malvada senda de quienes, es evidente, carecen de alma y corazón.

Pero nada es obra de la casualidad. Sino más apropiado decir sería que los casos son la síntesis de la causalidad de mentes faltas de escrúpulos. ¿Por qué? Muy sencillo: cuando los “señores feudales” del norte argentino, observaron la cantidad de divisas que podían obtener en sus arcas, con la imparable expansión de la soja, se ocuparon con medios cuasi mafiosos, de una misión necesaria, a su criterio, para dispersar a los nativos qom: se los desplazó, obligándolos a un éxodo y a una siniestra desolación y pérdida impune de derechos adquiridos por ser también, ciudadanos de la patria de San Martín.

Lógico, los funcionarios idearon un sistema de desinformación y obscurantismo. Y, pedantes, ningunearon a aquellos “cruzados” que, desde la oposición o desde algunos medios, abrieron los grifos y se atrevieron a vencer la censura de la mendacidad de la órbita oficialista.

Señoras y señores de fuste, pasearon su increíble soberbia y sin reparos, acusaron a las familias compuestas por indios, de extrema dejadez, sin citar ni un párrafo de acción o inacción gubernamental. Las declaraciones de Diana Conti, Jorge Capitanich y Gildo Insfran, son apenas botones de muestra de algo que simboliza un sentimiento de odio hacia esos hermanos aborígenes.

En el medio de un arbitrario dominio de la fuerza, en el medio de un intrincado lodazal capitalista, una vida que recién salía del cascarón, tuvo que irse. La primordial responsabilidad la debe asumir el Estado, en sus dos manifestaciones: el chaqueño y el nacional. Que en pleno Siglo XXI fallezca un inocente de hambre, no es broma. Ni un tema para deslindar. La corrupción ciega vidas. Hete aquí un caso.

Néstor Femenía descansará en paz cuando haya ecuanimidad y equidad. Y se destierre al pérfido de los espacios de poder.

Por Mario Delgado.-

Opinión

Lo bueno de tener prioridades

Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.

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Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar. 

Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego. 

A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa. 

Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera. 

Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas. 

Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido. 

El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría. 

Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad. 

Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?

Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora. 

Por Mario Delgado.-  

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Opinión

Te acostumbrás 

Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera. 

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“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo. 

La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos. 

Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto. 

Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros. 

No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.

En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino. 

Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes. 

Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales. 

Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre. 

Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás. 

Por Mario Delgado.-   

  

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 Farmacias de turno en Olavarría Facultad de Derecho