Opinión
Los latidos de la izquierda
Quien camine por la vereda de la realidad política actual, ha de notar los latidos de los sectores de izquierda que vienen luchando, que la vienen remando con distintos resultados, de acuerdo al estándar del partido en cuestión o del frente correspondiente. Por Mario Delgado.
Los diversos estamentos han de ir, se presume, generando un puente de aproximación hacia el electorado. Como ya es de público conocimiento, son varias las opciones o posiciones políticas y sociales “rojas” en la República Argentina y por ende, aquí también en Olavarría.
Por tal motivo, mis amigos lectores, es intención de esta columna de hoy, hacer un breve repaso por el “búnquer” local y divisar en qué andan los oferentes marxistas de Avenida Pringles, entre Bolívar y Hornos.
El Partido Obrero es en nuestro entorno, eje del Frente de Izquierda y de los Trabajadores (FIT), puesto que aquí y por el momento, no existen sedes formales de Izquierda Socialista y del Partido Socialista de los Trabajadores, quienes son los dos restantes aliados frentistas en el nivel provincial y nacional.
El citado FIT venía en notable avance, liderado por el dirigente Carlos Gil. En 2013 por ejemplo, contabilizaron la nada despreciable suma de 3.500 votos en el Distrito, lo cual reveló a todas luces, un exponencial crecimiento del caudal habitual de sufragantes que adherían al llamado de ese armado político.
Años de “romperse el lomo” militando y llevando las ideas a fábricas, universidades y demás sitios, como así haber tenido ostensible protagonismo en conflictos laborales olavarrienses, pusieron en un sitial de honor a los émulos de don Jorge Altamira.
Y, si bien es cierto que ha ido moviéndose la lista de nombres de referentes de fuste, nadie puede dudar ni siquiera un ápice de la idoneidad dirigencial de Carlos Gil. Sin embargo éste ha solicitado hace ya tiempo, mis amigos, una licencia partidaria a sus pares por motivos estrictamente personales. Gil está abocado a culminar su carrera terciaria.
Tal vacío no ha pasado desapercibido. Un manto de sepulcral silencio envuelve al PO y esa actitud se nota cuando surgen temas inherentes a lo laboral o a cuestiones de índole general también. Los medios y la gente veíamos en Carlos al vocero auténtico y dispuesto siempre, además, a responder consultas, esgrimiendo la filosofía del PO y del FIT.
Esa impronta se diluyó en aguas de borrajas con su virtual distanciamiento. Y, como ocurre en otras latitudes partidistas, no resultó ni resulta tampoco, fácil reemplazarlo con alguien más que ocupe, al menos transitoriamente, su ubicación.
Es un “agujero negro” que la muchachada obrera deberá escrutar con sincero detenimiento. Pero a la vez, ese imperativo estudio no tendría que sufrir mucha demora que digamos, sobre todo si se observa aunque sea de reojo, hacia agosto y octubre respectivamente.
No es que no haya apellidos. El punto es más delicado: no se trataría de imponer a alguien porque sí; se necesita de un proceso natural de instalación del candidato. Y el interrogante pasa, al mismo tiempo, por este andarivel: ¿realmente hay un voluntario para asumir el riesgo y ponerse la mochila al hombro?
La decisión urge. Porque los votos recibidos en las anteriores elecciones son un trofeo interesante. Que no habría que rifar o dejar a la intemperie, sin el recaudo que amerita. La izquierda aquí fue premiada con la más aplaudida cantidad de votantes de la historia.
Estamos entonces ante un dilema existencial. Es la dicotomía del año: seguir siendo los referentes inequívocos del “paño rojo” o mutar al fracaso más absoluto. Claro que la segunda posibilidad, llevaría aparejada una crucial entrada en un callejón obscuro y de intrincado retorno a la luminosidad.
¿Podrá finalmente, aparecer un adalid post Gil? ¿O éste, acorralado por las circunstancias, terminará cediendo a la enorme presión y se calzará el overol para salir a la batalla?
Por Mario Delgado.-

