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Opinión

El pedestal de la señora Hipocresía

Este domingo 11 en Francia se realiza una concentración que se prevé multitudinaria. El motivo central de la misma tiene estrecha relación con el atentado perpetrado el miércoles próximo pasado en la sede la revista satírica “Charlie Hebdo”. Por Mario Delgado.

El punto es que líderes del viejo continente y representantes de Estados Unidos de América, estarán dando su repudio público por lo sucedido, fundamentalmente con la tristeza y desazón por las víctimas mortales de la acción intempestiva de los tres sujetos sindicados como autores materiales del criminal acto.

Por tal motivo, entonces, se conjugará la permanencia en la marcha de Ángela Merkel, de Alemania; David Cameron desde Inglaterra; Mariano Rajov por el Estado español; Mateo Renzi, Italia y por supuesto el local Francois Hollande.

Se estima pertinente puntualizar que en las actuales circunstancias, mis amigos, la bandera que enarbolan los europeos, tiende a la defensa en teoría, de los valores esenciales de la libertad y la democracia. Y, lógico, resuena por los altavoces la dicotomía “terrorismo versus vivir en paz”.

El impacto de shock instalado desde el 7 de enero, que ha afectado a la población civil y que ha ganado repercusión mundial, es altísimo y, por ende, los políticos buscarán con denuedo reencausar el barco en un mar tan tempestuoso. El objetivo es desbloquear el miedo, y mostrar ante la comunidad internacional que los postulados de la Unión Europea están intactos, pese al momento y la coyuntura que ocasionó el demencial impulso terrorista.

Incluso la Jefa del Frente Nacional, ultraderechista, ha sido recibida por don Hollande en la Casa de Gobierno francesa, el Palacio Eliseo. Sin embargo la fuerza fundada por Marie Le Pen, no está invitada a la movilización. Lo cual genera una contradicción de actitud, según Marine Le Pen.

Lo cierto y concreto es, amigos lectores, que en el convulsionado país francés, coquetean hoy con la perspectiva de la “Unidad Nacional”, más allá de antagonismos de criterios. Y ese pensamiento filosófico se extiende por carácter transitivo, a la totalidad del común de Europa. El quid de la cuestión es no decaer, no ceder y por lo tanto, fotografiarse como una masa compacta capaz de recibir el cros y erguirse nuevamente en escasos segundos.

Pero no hemos de perder de vista un tópico interesante y atrayente: la connotación del flagelo, da la impresión, a más de uno lo ha circunscripto en el hecho del miércoles y no le ha quedado margen para divisar “plus ultra”, como decían los antiguos sabios griegos.

Y con “anteojeras” colocadas, adrede o no, no se preocupan por ejemplo, de advertir a las personas un detalle vital: quienes ahora se rasgan las vestiduras y se bañan con cilicio, son parte integrante también de la contracara de la verdad. Son, ellos mismos, partícipes de inmoralidades de grueso tenor y avalan la intervención en Irak y Siria y no son para nada complacientes con los palestinos, habida cuenta de su “amistad estrecha” con el sionismo brutal de Israel que cobra vidas y que sume a Palestina en el caos y la miseria.

Son terroristas de Estado. Que además no respetan los derechos de los inmigrantes que llegan a las naciones que hoy se sienten dolidas y ultrajadas en este minuto crucial. Los musulmanes en la periferia francesa sobreviven a diario, en medio de las calamidades que nadie corrige. Ninguneados y bastardeados como si tal cosa.

Y eso se propaga con un escenario de prohibiciones europeas de apoyar causas o de reclamar por beneficios inherentes a la condición humana. O sea, es evidente que los posicionamientos se enmarcan en la vieja tónica del “doble discurso”. Hacen la política del tero. Y se ríen de los más necesitados y débiles jurídicamente hablando.

Son personeros del engaño y la alocución falaz; sólo esgrimida para la tribuna, o utilizando un término popular nuestro, podríamos señalar que “hablan para la gilada”. Pero el corazón y la mente de esos mandatarios y funcionarios, dista kilómetros de ahí. Están en otra dimensión, sin resolver el dilema de fondo.

Se acercan al rebaño. Se quieren metamorfosear. Comprenden que conviene congraciarse porque así lo indica el pragmatismo de la fecha. Mas no sienten el peso de la responsabilidad sobre las espaldas y deslindan ese capítulo para otra ocasión, para otra agenda.

En el sopor que rodea a sus congéneres, no se privan de fogonear el boom que ha despertado: la islamofobia. Cualquier culpa recae y recaerá en las ánforas de los seguidores de Mahoma. Un peligro inminente se cierne con garras de acero y muerte. Abrir ese arcón es casi tan problemático como despertar un monstruo gigante que hubiese yacido por milenios.

La Caja de Pandora puede contener veneno y plagas atroces. La xenofobia no es una niña inocente. Y dejar que entre con alfombra roja, es un desliz imperdonable. La trampa tienta a varios y seducidos se convierten en “idiotas útiles” del sistema.

Para discursar hay que saber. Y para saber hay que estudiar los antecedentes de la cuestión. Ver con atención el contexto y la forma de ser de los protagonistas. Nada surge por combustión espontánea. No es justificable la matanza del 7. Tampoco la hipocresía de Hollande y Compañía.

Por Mario Delgado.-

 Farmacias de turno en Olavarría Facultad de Derecho