Opinión
Con la boina del “Che”
En la recorrida por los discípulos de la “zurda” local, nos topamos con la Juventud Guevarista, la cual justamente por estos días lleva adelante el “Noveno Campamento Nacional”, en la calle Rivadavia prolongación sur. Por Mario Delgado.
Allí se irán dando oportuna cita militantes, dirigentes y visitantes incluso de otras latitudes de América como de otros continentes. Con varias premisas como puntos esenciales de la reunión, a saber: el rol de las mujeres y la cuestión de género, los jóvenes y la política y por supuesto, seguro harán ahí mismo, mis queridos lectores, un puntilloso análisis de la coyuntura del país, de cara a las venideras contiendas electorales.
A propósito, hemos de señalar que los guevaristas se inscriben dentro del marco legal del partido Unión del Pueblo (UP), con base en la Capital provincial. Es, por lo tanto, de suma importancia para ellos, la presencia aquí del señor Daniel De Santis, uno de los más encumbrados referentes de dicha fuerza y un eximio estudioso de la vida y obra de Ernesto “Che” Guevara.
El ideario de la muchachada olavarriense es incentivar en esta semana, a los vecinos a acercarse al movimiento y por qué no, afiliarse a UP. Obvio resulta afirmar que sin el cupo requerido por la Justicia Electoral, dicho andamiaje estará exento de participar en agosto, cuando menos.
O sea, amigos, el influjo es recién formativo: del embrión necesitan mutar a alternativa consistente. Tarea entusiasta, sobre todo porque está orquestada por chicas y chicos con ansias y ganas de ponerle el cuerpo al esfuerzo. Pero también ciclópea, dadas las características vernáculas y la reticencia que hoy se observa a la hora de catapultar una firma sobre una ficha de afiliación.
Lógicamente un evento de magnitud como éste, que durará hasta el jueves 22, luego de arrancar el sábado 17, es una plataforma de lanzamiento muy coherente y propicia. Sirve para hacer conocer a la JG local, por un lado y en segundo término, recarga las baterías de los seguidores políticos del emblemático y polémico hombre que dejó las comodidades por salir a la palestra en pos de lo que creía como camino a la auténtica verdad.
En todo este tiempo de acción, que no supera el par de años y fracción, el guevarismo ha ido ejerciendo un laburo de base. Con ex representantes de otras extracciones, por ejemplo el Partido Intransigente, y con noveles adeptos, se ocupan de recorrer barrios y de tender una mano en comedores y de organizar o integrar, jornadas solidarias con el fin de pintar establecimientos educativos, entre varias otras labores.
Algunos críticos ubican a la JG al amparo del proyecto kirchnerista. Y avalan tal aseveración en un hecho de tipo declaratorio, puesto que en ocasiones, han coincido los guevaristas con los tópicos enunciados o ejecutados por Casa Rosada.
Entonces, continuando el razonamiento expuesto sintéticamente, claro, subrayan que la liviandad o tibieza de las exposiciones de “popes” del núcleo de izquierda, en tanto y en cuanto, la sociedad por ahí aguardaba un documento más opositor, son un “botón de muestra” evidente y conciso.
Aunque la simpatía presupuesta con Olivos, suele esfumarse en artículos y reportajes. No obstante, ese vaivén, esas dudas, esas sospechas, debieran ser literalmente o consensuadas o desmentidas con énfasis por quienes comandan la nave, en aras de clarificar y optimizar un proceso que, reiteramos, anhela la masificación con gente que se “arrime al fogón” guevarista.
Aguardemos, pues, la trama de este asunto que, de evolucionar favorablemente, podría colocar en las boletas de la Séptima Sección y en nuestro Distrito a los bisoños amantes del barbado “Che”.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Lo bueno de tener prioridades
Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.
Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar.
Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego.
A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa.
Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera.
Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas.
Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido.
El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría.
Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad.
Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?
Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Te acostumbrás
Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera.
“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo.
La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos.
Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto.
Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros.
No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.
En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino.
Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes.
Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales.
Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre.
Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás.
Por Mario Delgado.-