Se posa la frente contra el vidrio del negocio. Una y otra vez. El cartel de \u201cCerrado\u201d ya no se mover\u00e1, ni cambiar\u00e1 de posici\u00f3n. La impotencia roza la sangre e ingresa al organismo. Parece un cuento de terror, con ribetes estramb\u00f3ticos, pero no, mis amigos, es un canto desafinado y agud\u00edsimo de la realidad que nos concierne a todos. Por Mario Delgado.<\/p><\/blockquote>\n

La mujer volvi\u00f3 al pago y al barrio de siempre. Donde naci\u00f3, donde creci\u00f3, donde empez\u00f3 a proyectar sue\u00f1os. Su esposo qued\u00f3 en Buenos Aires y ella emprendi\u00f3 aqu\u00ed un entusiasta negocio de venta de ropa para ni\u00f1os, mujeres y caballeros.<\/p>\n

Alquil\u00f3 un local cercano a la vivienda de su madre, lindero a \u201csu\u201d casa de la infancia. Y arranc\u00f3 el primer tiempo a full de un partido que la dispon\u00eda a sentirse \u00fatil, contenta y contenida por sus afectos y clientes.<\/p>\n

Los resultados iban siendo acordes al esfuerzo, a las gotas de sudor que obviamente, amerita salir al ruedo comercial en estos convulsionados tiempos actuales. Las perspectivas se visualizaban y se charlaban con el marido, quien la alentaba. Y esas proyecciones se amplificaban tambi\u00e9n ac\u00e1, en la mesa familiar. El sol del verano brillaba en los poros de la novel emprendedora. Quiz\u00e1 no estuviese distante la posibilidad de que el hombre de la casa, volviese aqu\u00ed y todos juntos, con la hija y un peque\u00f1o de meses, patear con garra inusitada, hacia adelante.<\/p>\n

Sin embargo, los dientes del drag\u00f3n asomaron, echando fuego. Febril el monstruo de odio, de codicia y de ganas de vivir con art\u00edculos mal habidos. Una noche negra, varios indeseables forzaron la puerta de la tienda. Y cargaron en sendas bolsas una impresionante cantidad y variedad de prendas. Seguro, al irse, rieron satisfechos con el bot\u00edn obtenido.\u00a0 La cobard\u00eda y la impostura de los seres sin escr\u00fapulos que no tienen un m\u00ednimo de reparo en el llanto ajeno.<\/p>\n

Al otro d\u00eda, la sorpresa, las llamadas a los servidores del orden. Las idas y venidas y un rostro de mujer que se puebla de l\u00e1grimas. El manantial de cristales cae sobre su cara, moviendo maquillaje y \u00e1nimo con id\u00e9ntica intensidad.<\/p>\n

Corren las agujas del reloj. Corre tambi\u00e9n el rumor del cierre definitivo del local. Un certero impacto dif\u00edcil de digerir. M\u00e1s aun teniendo en cuenta, amigos m\u00edos, que los se\u00f1ores ladrones son del barrio: conocidos desde hace d\u00e9cadas y habitantes de una muy pr\u00f3xima vivienda. \u00bfC\u00f3mo? S\u00ed, aunque pueda interpretarse como una estrepitosa locura, es as\u00ed nom\u00e1s. Los malvivientes son de ah\u00ed.<\/p>\n

La incredulidad se contrapone con an\u00e9cdotas de cosas vividas a\u00f1os atr\u00e1s. La desfiguraci\u00f3n imponente de la droga, corroe a estos sujetos y salen en busca de dinero para retroalimentar su vicio. Se contrae el cuerpo de los inocentes que pulsan el anhelo, inalcanzable todav\u00eda, de vivir sin lacra.<\/p>\n

Una vuelta de tuerca se produce a la nochecita, en el \u201cd\u00eda despu\u00e9s\u201d. La hermana de uno de los \u201ccacos\u201d avisa que devolver\u00e1 la ropa sustra\u00edda por su hermano y alguien m\u00e1s. Van a recibir los paquetes. Otra chica abre, vestida incluso, con art\u00edculos robados en el negocio barrial en cuesti\u00f3n. Dantesca fotograf\u00eda de una sociedad agrietada y necesitada de una transmutaci\u00f3n en serio.<\/p>\n

Las sensaciones danzan. La propietaria se abraza a lo recuperado como a un roble en alta mar. Mas hay algo que ya no se discute: el cartel de \u201cCerrado\u201d es un aut\u00e9ntico testigo de un fracaso. El fracaso de los laburantes.<\/p>\n

Por Mario Delgado.-<\/p>\n","protected":false},"excerpt":{"rendered":"

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