<\/p>\n\n\n\n

Hay un mundo pararelo, oculto al gran p\u00fablico, de\ncadenas y barrotes, de personas que no han sabido valorar la vida en libertad o\nno han tenido otra opci\u00f3n que ceder a las garras del delito como modus operandi\nde su propia cotidianeidad. <\/p>\n\n\n\n

Otra ambientaci\u00f3n se observa en tal universo, otros\nc\u00f3digos y un lenguaje particular. Prima la violencia y la desconfianza. La ley\ndel m\u00e1s fuerte se desarrolla con intensidad. Entre \u201cparias\u201d solitarios sin\nvisitas y visitados que se quiebran ante sus afectos, con la muerte en el d\u00eda a\nd\u00eda, el encierro atroz y el hacinamiento, transcurren las semanas y los a\u00f1os de\nlos condenados. <\/p>\n\n\n\n

Es d\u00eda de visitas en la Unidad Carcelaria. No es un\ntiempo cualquiera, es toda una ceremonia que cambia \u00e1nimos. Desde muy temprano\nlos internos se levantan, se afeitan, se ba\u00f1an y ordenan sus cosas. Desde lo\nm\u00e1s trivial hasta los detalles m\u00e1s salientes, todo debe estar diez puntos. <\/p>\n\n\n\n

El guardia de turno dir\u00e1 en voz alta cada apellido de\naquellos que reciben a sus familiares. El eco de los nombres mencionados por el\nuniformado, resuena como caricia en los o\u00eddos de los aludidos que pasan alborotados\nal sal\u00f3n espec\u00edfico, a ese sitio que muta, que se convierte m\u00e1gicamente en\ndivino, en cuento de hadas. <\/p>\n\n\n\n

El tan deseado instante arriba, haciendo olvidar\nodios, rencores y sentencias. Haciendo perder la imagen de los colchones de\nestopa, con chinches. Aquietando rumores de cucarachas y ratas. La maldad\ninsolente los deja por unas horas a la vera de la calma mar de las caricias y\nbesos de ese amor que qued\u00f3 en casa, buscando respuestas o ignorando culpas. <\/p>\n\n\n\n

Ese abrazo mutuo, rom\u00e1ntico, se eterniza. Las risas\nsurgen por cualquier tema, los planes para el futuro se intercambian, abriendo\nsurcos en los sue\u00f1os de salir por fin del infierno amurallado. Preguntas y\ncomentarios pueblan el contacto. La intimidad del beso y los designios de los\ncorazones medio partidos en pedacitos que entonces se rearman. Aunque m\u00e1s no\nsea por un majestuoso rato. <\/p>\n\n\n\n

Atr\u00e1s ha quedado la espera en la fila, el fr\u00edo o el\ncalor de la intemperie, o incluso la lluvia. Las vicisitudes de la otra cara de\nla moneda, que se reinstalan tambi\u00e9n cada vuelta al Penal.  <\/p>\n\n\n\n

Las agujas del reloj corren irreductibles. El devenir\nde los segundos se puebla de voces que no quieren librar nada al azar. Hay\nmucho de qu\u00e9 hablar, tanto para contar y siempre algo se dispersa, algo queda irremediable\nen el tintero. <\/p>\n\n\n\n

Pero lo bueno durar\u00e1 poco. Muy poco, en verdad. Y el\nanuncio grave de: \u201cFin de las visitas\u201d, conmocionar\u00e1 hasta al m\u00e1s duro de roer.\nLos presuntos gigantes caen derrotados en esos precisos minutos de adrenalina\nal ciento por cien. Una trenza del cabello de la mujer y un gesto cari\u00f1oso de\nun hijo, valen en ese impactante trance m\u00e1s que un cami\u00f3n de caudales.  <\/p>\n\n\n\n

Habr\u00e1 espacio sin dudas para los arrepentimientos\ngenuinos y de los otros. Que nadie olvide tampoco las causas, los pecados\ncometidos. No es un templo de santidad; los muros no resguardan puritanos; mas\nigual palpitan los temblorosos pechos de los que se quedar\u00e1n dentro,\ncabizbajos, maldiciendo al destino. O a ellos mismos por su descarriado camino.\n<\/p>\n\n\n\n

El acompa\u00f1amiento de cada pareja hasta el port\u00f3n de\nsalida es un caso \u00fanico. Experiencia que se multiplica pero con un contexto\nin\u00e9dito en cada una. No es factible describir f\u00e1cilmente ese trayecto sin apelar\nal tapiz de la emoci\u00f3n m\u00e1s elocuente. Hasta el hombre m\u00e1s fr\u00edo, m\u00e1s s\u00e1dico o\nc\u00ednico, se sentir\u00e1 tocado en sus fibras m\u00e1s \u00edntimas. <\/p>\n\n\n\n

Ella, la mujer que sufre, que aguarda, que banca, que\nes parte del estigma o del meollo de la cuesti\u00f3n, que a lo mejor tambi\u00e9n est\u00e1\npresa de id\u00e9nticos designios, lo besar\u00e1 al hombre indigno que cay\u00f3 en\ndesgracia, que est\u00e1 cumpliendo una condena por algo il\u00edcito, y que, no\nobstante, para ella es un adonis, un \u00eddolo, y le susurrar\u00e1 muy tierna, con el\nastro rey como testigo: \u201cTe amo y p\u00f3rtate bien\u201d. <\/p>\n\n\n\n

Alguna risita nerviosa y alguna l\u00e1grima. Y el ritual amoroso\nse disipa en la ya tarde entrada, de ese nuevo d\u00eda de visitas. <\/p>\n\n\n\n

Por Mario Delgado.-   <\/p>\n","protected":false},"excerpt":{"rendered":"

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