Jos\u00e9 el herrero est\u00e1 \u201cchocho\u201d. Su lugar de trabajo es constantemente visitado y se siente pleno. Con algunos clientes amerita la incursi\u00f3n amable de la pava y el mate. Su hijo Pedro inclusive a veces lo ayuda un poco. Pero el pibe \u201cest\u00e1 en otra\u201d: sue\u00f1a con una carrera m\u00e9dica lejos de la herrer\u00eda paterna.<\/p>\n

Jos\u00e9 oficia de psic\u00f3logo en ocasiones. Los datos que le aportan sus visitas son estremecedores, en m\u00e1s de una oportunidad. Infartantes y ver\u00eddicas an\u00e9cdotas de casas desvalijadas, rondan su negocio a diario. Equilibra sus propias emociones con consejos y con recomendaciones de rejas. Pero si hasta sugiere colores de las mismas. Aunque la gente las termine prefiriendo negras o blancas, en definitiva. Para Jos\u00e9, hay una paleta de colores inaplicados en las rejas, lamentable es reconocerlo.<\/p>\n

Le ha confesado a su mujer, Beatriz, que es duro, pese a la multitud de a\u00f1os que lleva en estas lides, mirar de frente a ciertos clientes que vienen con una camionada de cuitas. Como aquella pobre viejecita a la que los chorros encerraron en el ba\u00f1o.<\/p>\n

Muestra fotos de modelos y formas. Depender\u00e1 tambi\u00e9n del monto a gastar, la elecci\u00f3n del elemento a colocar en ventanas y puertas.<\/p>\n

A la viejita le hizo buen precio. Apenas jubilada y sin otra entrada, \u00bfc\u00f3mo no hacerle \u201cuna ca\u00edda\u201d en el presupuesto? \u201cSe gana plata, por supuesto\u201d, reconoce nuestro herrero, \u201cmas hay que ser consciente de la situaci\u00f3n de cada quien\u201d. La mayor efusividad del cliente se produce luego del hecho en s\u00ed. Ah\u00ed habr\u00e1 que actuar entonces con m\u00e1s prisa que para quien compra su reja preventivamente. El asaltado, el violentado queda muy mal y cree que los indeseables van a volver. No es f\u00e1cil digerir la dosis de la p\u00e9rdida de bienes.<\/p>\n

Los costos van subiendo en el rubro de nuestro amigo. Comparar boletas, hace doler la cabeza. Y los sueldos y las cargas sociales al par de empleados. Y los horarios extendidos para llegar a tiempo con los pedidos m\u00e1s urgentes.<\/p>\n

Aunque no es meritorio quejarse al cuete; se hace un peso, insistimos, al cabo de la semana. Como para mantenerse y avanzar una fracci\u00f3n. Nada de locuras o de arrojar manteca al techo.<\/p>\n

A prop\u00f3sito, las recomendaciones son fundamentales, el boca a boca. Jos\u00e9 por tal motivo, trata de no mostrarse apurado ante su interlocutor. Por ah\u00ed resultan el se\u00f1or o la se\u00f1ora convencidos, despu\u00e9s de una charla previa sobre \u201cbueyes perdidos\u201d y, claro, sobre la maldita inseguridad.<\/p>\n

\u201cA mi nene le sustrajeron el celular en pleno d\u00eda, f\u00edjese usted\u201d, explicar\u00e1 una joven madre. \u201cMe entraron por la ventana que da a la vereda. Yo le hab\u00eda dicho a mi marido mil veces de poner rejas. Pero \u00e9l siempre que s\u00ed, que s\u00ed y nada. Ahora se decidi\u00f3 obligado\u201d, confesar\u00e1 una dama un viernes a la tarde.<\/p>\n

Jos\u00e9 baja las gruesas persianas agotado. A \u00faltima hora cae un amigo con una invitaci\u00f3n para una pe\u00f1a. Doble traba, doble llave y a casa. Le falta pintura a la fachada del negocio \u2013 taller. \u201cSi ma\u00f1ana no hay tanto laburo para entregar, bien valdr\u00eda iniciar la tarea de hermosear el frente\u201d, piensa Jos\u00e9 al retirarse.<\/p>\n

Por Mario Delgado.-<\/p>\n

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