Las clases que Fariña coordina dentro de la institución local, están íntimamente relacionadas con la comunicación, aspecto fundamental en la relación con el estudiante. Además, en el nuevo Programa de Ingreso que se puso en marcha este año, dirigió el Espacio LEO, donde los ingresantes trabajaron la lectura, la escritura, y la oralidad. “La convicción verdadera de querer estar en el aula es muy importante”, sostuvo el ingeniero civil, “implica un desafío muy grande. Hay que poder conquistar, ganarse a estos nativos digitales”, agregó.
Hace tiempo ya que la distancia entre el docente y el alumno se acortó. La figura del profesor ya no se erige como la del saber absoluto e incuestionable, sino que las aulas se constituyen como espacios de intercambio de saber, y en el siglo XXI, este saber pasa también por el buen uso de las nuevas tecnologías. Especialmente en las carreras de corte tecnológico, donde los procesos ocupan un rol esencial.
Aún así, la evolución tecnológica y el manejo de los dispositivos tecnológicos en los jóvenes, no significa que el profesor deba integrar necesariamente una estrategia digital, si no se siente a gusto con ella. En este sentido, el relato sigue siendo un transmisor de conocimientos infalible. “Hay diversos planos de respuesta de cómo se comporta la docencia frente a esta generación”, consideró Orfel Fariña.
Comunicación diversificada
“El más inmediato es hay que usar la computadora, recursos audiovisuales, que hay que ponerle música y color a todo esto. Es un plano de respuesta válido pero insuficiente”, opinó el ingeniero, “a mi entender no completa del todo lo que es la necesidad de los estudiantes”. De acuerdo a lo que piensa el docente, sería un error que el profesor universitario crea que es obligatorio el uso del proyector, “porque si no se usan correctamente los dispositivos, los chicos, en esto son drásticos, te cortan de su cerebro. Si tienen el celular a mano, se ponen a jugar, pero si no te sacan de su mente que es peor, entonces uno piensa que está llevando adelante un proceso educativo pero en realidad el estudiante está en otra”. Las diversas estrategias comunicacionales y la vocación, son fundamentales para evitar que los jóvenes pierdan el interés y dejen la carrera.
El ingresante tiene necesidades marcadas, que desde la Facultad de Ingeniería se trabajan en relación directa con los contenidos del nivel secundario, y los primeros acercamientos a los conceptos específicos de la disciplina. Los docentes del Programa de Ingreso abordan así, herramientas de resolución de problemas e introducción a contenidos técnicos para nivelar el conocimiento.
Otro plano de la comunicación, tal vez el más profundo, es el hecho que esta generación propone diferentes posturas ante la obtención de un título universitario. “Años atrás el docente tenía la autoridad completa conferida por la entidad universitaria para dar clase. Uno sabía que lo que le ofrecía a los pibes era de muy alto valor y obtener el título era lo que más deseaban. Por eso si el profesor no le daba el formato que él necesitaba, el esfuerzo lo hacia el chico”, recordó el ingeniero, y comparó: “Esto cambió. Porque hoy el estudiante no tiene la misma avidez que hace unos años para obtener el diploma como gesto emblemático. Simplemente deja de estudiar y hace otra cosa que le da también satisfacciones, entonces hay que buscar el encuentro”.
Vocación y compromiso docente
“La ética de la comunicación es un término que uso mucho porque creo que nos ha puesto a los docentes en una situación de revisar si en verdad tenemos la convicción de participar de este fenómeno en donde el otro, el estudiante, valida nuestro rol”, definió el profesional de la FIO.
“Si los ingenieros, y cualquier docente, toma este concepto, puede entender cómo funciona el cerebro del otro que lo vuelve docente pleno”. Por eso, “el cambio de la generación es lo que pegó muy fuerte en este rol, pero nos puso en un desafío, porque si el otro se va, deja la facultad, afecta nuestra función. Si entendemos eso, podemos buscar mejor que antes las herramientas”, puntualizó.
En este sentido, el profesor debe reafirmar su convicción, el deseo y la voluntad de formar estudiantes críticos, y profesionales de la ciencia aplicada. Para Fariña, “si la respuesta de querer estar frente a un grupo de estudiantes es positiva, empezás a buscar las herramientas, que son lo menos grave. Antes, los docentes sin pasión podían funcionar, pero ahora los pibes cuestionan constantemente, buscan, y eso requiere revisarte éticamente”, concluyó. En la medida que el docente puede supera esa instancia, el enriquecimiento de la profesión impactará en el compromiso con los futuros profesionales, actores determinantes en el crecimiento de una sociedad.