Opinión
Causa terrenos: flotan dudas
Flotan dudas sobre la denominada “Causa Terrenos”. Una híper ventana abierta a la corrupción en las narices del pueblo olavarriense, con diversos actores en danza. Se suponen una serie de temáticas, por un lado, y se investiga por otro, en aras de dar con el centro del pozo.
Los entrecruces partidistas han sonado desde el arranque de esta historia, o sea, desde mediados de enero del presente año. La oposición, o parte de ella al menos, perfila sus dardos con prudencia pero los direcciona a sostener la hipótesis de un autèntico “robo para la corona”.
Es interesante distinguir ciertos aspectos que han trascendido aùn a medias, de còmo habrìa operado un cìrculo aceitado de rufianes al servicio de seducir incautos – o no tan incautos – compradores de lotes.
Un plan urdido en las sombras por personeros del mal y el presunto y consiguiente enriquecimiento ilícito. Aunque quepa saber todavía, mis amigos, si la plata ingresada en las arcas oscuras del engaño, era para ellos o había otro propósito subyacente. Y otro receptor de la suculenta “ganancia”.
El modus operandi necesitaría, seguro, de excelsos datos catastrales, de un vendedor desfachatado y entrador y alguna oficina habilitante de tamaña “fiesta”. Y, por supuesto, el aval intrínseco de alguna escribanìa, como para maquillar la operación y dar una linda dosis de tranquilidad al comprador.
La cosa hubo de iniciar, tal vez, cual juego de naipes, en una reunión de amigos. Y se profundizò a raíz del éxito alcanzado. Quienes eran y quien comandaba el barco fuera de la ley, es tarea hoy de la señora Justicia. Jugosos datos se aguardan. En realidad, se presiente màs de lo que verdaderamente se sabe.
Un terrenito aquí y otro màs allà. Y una burla a la objetividad, a la credibilidad. Denuncias hubo, al parecer, desde hace bastante. Mas algo o alguien, frenò cualquier intento desestabilizador del programa inmobiliario. No era cuestión de perder la ventaja establecida y quedar con las manos vacìas y los rostros enhiestos antes de tiempo, mis amigos.
Entre ayuda social y terrenos librados al azar, transcurriò un lindo lapso de especulaciones y tropelías. Los posibles clientes caìan en la red, endulzados posiblemente, por el bajo monto exigido por cada lote. El valor del mercado no condecía ni por asomo, con el precio sugerido por los hoy atados a las sospechas e investigados.
¿Còmo resultaba factible adquirir un terreno en 500.000 pesos, cuando el valor al dìa en inmobiliaria, databa de unos 3.000.000 millones de pesos? Una oferta imperdible que, por cierto, tenía también la opción habilitante de entregar un vehículo como parte de pago. Como prenda de compromiso.
Nombres expuestos, videos, diálogos y denuncias que no terminan de contabilizar, empero, la numérica cifra que opositores esperaron con ansias. Y comparaciones con otra época cuando saltaron inmensas “desprolijidades” en torno a viviendas. En este plano es bien polémica la cosa, porque quienes defienden al Intendente de aquèl escàndalo, avalan la tesis de que èste Alcalde, debió conocer los movimientos siniestros de estos ambiciosos y malévolos seres. Las diatribas no se resuelven, sino que toman un cariz bien politizado.
Las estafas y la asociación ilìcita que habrìan conllevado estas ventas irregulares, son materia de estudio judicial. Pero pocos profieren la alternativa, a su vez, validada por las circunstancias, de que quienes compraban, sabían o intuían la rareza del negocio.
Miedo y vergüenza a denunciar se ha exhibido como causa de no existir màs personas trayendo sus quejas. ¿Miedo y vergüenza, por què? Por la sencilla y tajante razón de señalar lo antes expuesto: no todos los presuntos adquirentes de lotes, eran tan inocentes y humildes ciudadanos como para no advertir la endeblez de lo que se les presentaba tan raramente, tan “campechanamente”.
Hubo quienes obraron con malicia a su turno. Adhiriendo a la orquesta. No les intrigò saber el còmo, sino comprar a un precio irrisorio. La codicia se paseò oronda.
Un vil proceso que debiera culminar con el descubrimiento a ultranza de la verdad. Caiga quien sea. Un ruin plan sobre el cual flotan dudas.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Lo bueno de tener prioridades
Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.
Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar.
Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego.
A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa.
Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera.
Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas.
Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido.
El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría.
Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad.
Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?
Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Te acostumbrás
Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera.
“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo.
La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos.
Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto.
Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros.
No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.
En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino.
Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes.
Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales.
Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre.
Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás.
Por Mario Delgado.-