Opinión
El día 100
Hoy quiero con estas líneas renovar mi compromiso con la Argentina que cuida, que incluye, que crece. Quiero reflexionar en conjunto sobre lo que nos pasa buscando darle certidumbre a la necesidad de empezar a construir un mejor futuro
Por
Alberto Fernández
5 de Septiembre de 2021
Presidente de la Nación
Estoy escribiendo estas líneas en un medio de comunicación que día a día abre su espacio para que todos se expresen libremente. Yo celebro que en la Argentina que gobierno no haya voces acalladas, periodistas censurados ni opositores perseguidos. La pluralidad y el disenso deben nutrir nuestra democracia.
Aun así, observo muchas palabras dichas que lesionan la convivencia democrática y convocan al escepticismo en una sociedad herida después de ver como sus estructuras sociales y económicas se derrumbaron justo antes de tener que soportar una pandemia de dimensiones impensadas.
Nos ha tocado vivir un tiempo muy difícil. No suele ocurrir que una pandemia se desate en el mundo y azote a la humanidad. Recién ahora, con el avance de la vacunación, los contagios ceden y empezamos a recuperar el ritmo habitual en nuestras vidas. Así, nuestra Argentina ingresa en una nueva etapa.
Creo que este es el momento oportuno para convocar a una reflexión colectiva. Sé que para algunos el concepto de futuro está en crisis. Enfrentar la pandemia vivida en un contexto negativo generado por el estrepitoso fracaso del gobierno que nos precedió, debe ser razón suficiente para explicar tanta incertidumbre.
Desde que asumimos el gobierno, solo contamos con 99 días de normalidad sanitaria. El resto, fue básicamente poner de pie un sistema de salud abandonado y enfrentar los contagios de un virus desconocido. Todos nuestros planes originales se trastocaron porque las prioridades repentinamente fueron otras.
Tras el dolor que la pandemia nos ha inflingido llevándose con ella la vida de tantos seres queridos, hoy la Argentina empieza a recuperarse.
La inversión ha aumentado más de un 14% respecto de 2019. Si observamos la actividad industrial, advertimos que ha crecido en junio casi el 12% respecto del mismo mes de 2019. Lo mismo ocurre en la construcción y en el uso de la capacidad instalada de nuestras industrias. Hemos logrado el nivel más alto de exportaciones en los últimos ocho años y nuestras reservas monetarias poco a poco se recomponen.
Todas las estimaciones dan cuenta de que cuando este año culmine, Argentina habrá crecido más del 7% y seguirá creciendo en los años posteriores.
Este año Argentina habrá crecido más del 7% y seguirá creciendo en los años posteriores
En gran medida el ritmo de la recuperación es posible por haber puesto en práctica la lógica política que abrazamos desde siempre: un Estado presente para cuidar la vida, la educación, el trabajo y la producción de la Argentina.
Desatada la pandemia, trabajamos para asegurar la atención médica de quienes el virus contagió. Así salvamos miles de vidas en Argentina como muestran las cifras comparadas de exceso de mortalidad. Cuidar fue éticamente imprescindible.
Con esa misma lógica de cuidados, avanzamos en la inmunidad. Desde el último diciembre aceleramos el plan de vacunación más vertiginoso que nuestra memoria recuerda. La vacunación no solo nos permitió preservar vidas. También hizo posible la recuperación económica que hoy vivimos.
Pero mientras cuidábamos la salud de los argentinos nunca perdimos de vista la necesidad de preservar pequeñas y medianas empresas que daban y dan trabajo.
Si no hubiéramos cuidado a esas empresas, hoy no estaríamos volviendo a crecer. Si no hubiéramos acompañado a cada trabajador y a cada trabajadora, hoy no se volverían a levantar las persianas de las industrias y los comercios. Si no hubiéramos aumentado los créditos para aquellas pequeñas y medianas empresas bajando las tasas que los bancos cobran por esos créditos, la producción se hubiera estancado.
Estamos logrando esta recuperación porque existe un Estado promotor de la obra pública y de la construcción de viviendas. Esa mayor inversión pública se financia porque el fisco recauda más en una economía que crece, porque el Aporte de las Grandes Fortunas es destinado a ese desarrollo y porque hemos ahorrado más de 35 mil millones de dólares en intereses de la deuda que el anterior gobierno tomó.
Yo sé que muchos argentinos todavía no logran salir del malestar que la pandemia ha generado. Pero estoy seguro de que con el correr de los días en cada hogar de nuestra Argentina se va a sentir más esta recuperación que estamos transitando.
Sé también de la decepción que anida en muchos jóvenes. Ya es hora de renovar la esperanza.
Con la reactivación, las oportunidades de educarse, trabajar y progresar van a florecer. Es necesaria toda su energía porque están llamados a ser protagonistas centrales en este tiempo. Son las y los jóvenes quienes mejor y más intensamente nos señalan los desafíos que debemos enfrentar, en particular los vinculados a la protección ambiental que nos impone el cuidar la casa común y a la construcción de una sociedad más democrática, diversa, libre e igual.
Sé también de la decepción que anida en muchos jóvenes. Ya es hora de renovar la esperanza
Ni la enfermedad, ni el deterioro social, ni la crisis económica nos impidió seguir ampliando derechos. Las mujeres hoy deciden con más libertad. Tienen un Estado que las asiste sanitariamente si interrumpen su embarazo. Y tienen también un Estado que las auxilia sanitaria y económicamente en el tiempo de gestación y de crianza en los primeros años de vida de sus hijos. El respeto a la diversidad de género se profundizó y posibilitó avanzar en la igualación de oportunidades para quienes siempre fueron víctimas de una discriminación inadmisible.
En aquella reflexión colectiva que propuse, debemos entender que lo que está en debate es cómo será nuestro país cuando acabe esta pandemia. Enfrentamos dos modelos de país claramente contrapuestos que miran los problemas del pueblo de modo diferente. Y comprender la dimensión de la discrepancia es central para construir el futuro.
No todo es lo mismo.
No es lo mismo generar con total desaprensión una crisis económica y social como la que creó el gobierno anterior, que trabajar y esforzarse por proteger en todo lo posible a la Argentina ante una crisis global determinada por una pandemia.
No es lo mismo lograr que la industria crezca, incluso en pandemia, que la destrucción industrial que hemos vivido entre 2016 y 2019.
No es lo mismo que los jubilados paguen o no los medicamentos que necesitan para vivir.
No es lo mismo que las tarifas de los servicios públicos sean accesibles para quienes los requieran o que las tarifas sean dispuestas en función de las utilidades pretendidas por quienes explotan esos servicios.
No es lo mismo que más de un millón de trabajadores paguen o no impuesto a las ganancias.
No es lo mismo que los chicos tengan o no la computadora que necesitan para estudiar, ni es lo mismo que la educación universitaria se disemine federalmente o se concentre en las grandes ciudades.
No es lo mismo igualar o no los derechos de argentinos y argentinas.
Enfrentamos dos modelos de país claramente contrapuestos
Es evidente que debimos enfrentar la sumatoria de dos crisis: la derivada de la pandemia y la que generó el gobierno anterior. No todos advierten esa realidad. Algunos, producto del dolor presente causado por la enfermedad y la muerte, han pasado a un segundo plano el sufrimiento que hemos vivido cuando la actual oposición gobernaba el país.
Estamos convencidos que lo que fuimos capaces de hacer como sociedad, es lo que hoy nos permite avanzar en la recuperación que observamos. Debemos seguir en el mismo camino que estamos transitando para no volver a aquella senda que ya caminamos y nos dejó endeudados y empobrecidos en un callejón sin salida.
Por sobre todas las cosas, queremos impulsar el trabajo en nuestra patria. Dejar atrás los tiempos de especulación financiera para promover la inversión en proyectos productivos que generen más empleos. Ensamblar el capital y el trabajo para favorecer un desarrollo económico y social sostenido.
Esa es nuestra prioridad. El tiempo de los planes sociales debe ser superado por la creación de trabajo. Sabemos que gobernar es crear trabajo porque entendemos que nada dignifica más al ser humano que poder ganar lo necesario para su sustento diario. Eso no significa dejar de asistir a quienes lo necesitan. El Estado no puede abandonar a su suerte a las víctimas de la pobreza.
Queremos una Argentina que proteja primero a lo nuestro, a nuestra ciencia, a nuestras PYMEs, a nuestros trabajadores, a nuestros jóvenes.
Queremos una Argentina que construya los hospitales, las escuelas y las universidades necesarias para que todos los argentinos puedan crecer sanos y estudiar en un mundo donde el saber es una herramienta imprescindible.
Esa es la Argentina que ya estamos poniendo de pie. Tenemos muy presente para qué nos votaron. Toda nuestra energía está en vacunar, en crear trabajo, en encender la economía y en lograr que los ingresos este año le ganen a la inflación.
Debemos seguir en el mismo camino que estamos transitando para no volver a aquella senda que nos dejó endeudados y empobrecidos
Vamos a superar esa suma de crisis que hemos vivido. Más que nunca necesitamos de todos y todas para hacer que esta sólida recuperación llegue a cada hogar, a cada pueblo y a cada ciudad de la República Argentina.
Hoy quise con estas líneas, renovar mi compromiso con la Argentina que cuida, con la Argentina que incluye, con la Argentina que crece. Quise renovar mi compromiso con la democracia y con el pleno respeto a las instituciones. Quise reflexionar en conjunto sobre lo que nos pasa buscando darle certidumbre a la necesidad de empezar a construir un mejor futuro.
De aquí en adelante solo nos queda trabajar sin descanso, en unidad, impulsando el desarrollo federal siempre postergado. Solo de ese modo lograremos la igualdad social tantas veces pregonada y tan pocas veces alcanzada.
Desde el 10 de diciembre de 2019 solo vivimos 99 días en un clima de normalidad sin tener en riesgo nuestras vidas. El día 100 de normalidad está llegando y a partir de entonces solo seremos nosotros lo únicos artífices de nuestro destino.
Fuente: Infobae
Opinión
Lo bueno de tener prioridades
Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.
Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar.
Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego.
A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa.
Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera.
Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas.
Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido.
El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría.
Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad.
Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?
Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Te acostumbrás
Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera.
“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo.
La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos.
Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto.
Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros.
No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.
En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino.
Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes.
Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales.
Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre.
Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás.
Por Mario Delgado.-