Opinión
“Sin vacuna, no salen de parranda”
Si señores mìos, tal pareciese ser el mensaje directo, tajante, sin concesiones a la vista que han dado hace apenas días atrás los señores Primer Ministro y el “Ministro de las Vacunas”, como le llaman con ironía a Nadhim Zahawi en la Gran Bretaña. Tal anuncio – sentencia fue hecho en el marco de una conferencia ante periodistas, donde celebraron el “Dìa de la Libertad”, en la permanente lucha contra el virus coronado, no porque no haya màs contagios sino por la ostensible disminución de internados y el no registro de fallecimientos.
El tema es crucial y ya ha iniciado una serie de opiniones muy atendibles todas, en relación al devenir de los sucesos.
La cuestión es que, de acuerdo a lo dispuesto por el Gobierno inglès, a partir de septiembre “nadie podrá asistir a clubes nocturnos, bares y demás centros de diversión o entretenimientos, sin previamente haberse vacunado al menos con una dosis” de las vacunas existentes en el país europeo.
Esto despliega polémicas, ya que representa para políticos y estudiosos, un avance de la coerción del Estado, por sobre los derechos individuales de los británicos y acorrala su presunta libertad, su voluntad personal de elegir o no inocularse las respectivas dosis contra el Covid 19.
Ademàs, toca muy de cerca la idea de discriminar a los individuos para el ingreso o permanencia en determinados sitios, ateniéndose por supuesto a una probable ampliación del requerimiento de vacunarse, antes de entrar inclusive a comercios de uso diario, como mercados por citar un ejemplo.
Y la juventud londinense tiembla. Y lanza dardos de autèntica disconformidad. Sin vacuna, no habrá parranda. Obvio que los incumplimientos acarrearàn multas severas a los “boliches” que no se den por aludidos. De modo tal que se plantea una encrucijada poco sutil para miles de chicas y muchachos y para aquellos adultos que han optado por no prestar su brazo a la jeringa.
Sectores de oposiciòn, subrayan empero, mis lectores, que tal medida es una especie de “intento desesperado de desvíar la atención, ya que el dilema de fondo pasarìa por no poseer un plan, un programa serio para iniciar el proceso de pasaportes de vacunación, al efecto de poder viajar sin dramas por toda Europa”.
Ante la ausencia de un criterio unificado y valedero, se toma este atajo, sostiene pues un espectro de la política de la vereda de enfrente. Sin embargo tales dictámenes se vendrán tarde o temprano también para estos lares del sur de Amèrica.
Pero si basta con decir que la Legislatura argentina ya se afana, ya analiza criterios de tal magnitud. O sea, hacer una división clara para ir concediendo oportunidades, ya sea de ir a un restaurant y luego la carpeta se irà engrosando, con el eje puesto en que para los vacunados, las puertas se abrirán con mayor celeridad. Desde la diversión hasta por què no, lo laboral.
No nos hallamos, entonces, frente a un lejano y simple caso, nos tendremos que ir “poniendo en autos”, como refieren los señores abogados. Porque todo indicarìa que, en el mundo que se avecina, en la famosa “nueva normalidad”, un requisito casi primordial, o directamente esencial, será haber recibido al menos una dosis para estar medianamente inmunizado y acceder asì a comercios, trabajos y otras instancias.
No se debiera suponer que los no vacunados, son o serán todos sujetos contagiados, mas la inquietud del momento y los cànones sociales, van en sentido a apuntalar la preeminencia de la vacuna, aùn colisionando con derechos propios y vigentes, como repito el de no vacunarse.
El debata se instalò desde antes de aparecer las primeras cajas de vacunas. Ya se oían las voces de los “contras”, que por diversos motivos, sostenían y todavía lo hacen, la inoperancia y riesgos de las dosis anti virus chino.
Se ha difundido la teoría de un complot mundial para dominar al hombre vacunado, por medio de las antenas de 5 G. Y otras difamaciones màs, pero para no cansar vuestra paciencia, termino diciendo que el debate se nos vendrà encima muy prontito, cual una novel barrera divisoria entre argentinos.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Lo bueno de tener prioridades
Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.
Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar.
Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego.
A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa.
Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera.
Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas.
Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido.
El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría.
Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad.
Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?
Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Te acostumbrás
Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera.
“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo.
La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos.
Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto.
Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros.
No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.
En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino.
Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes.
Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales.
Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre.
Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás.
Por Mario Delgado.-