Opinión
El gusto o peligro de repetir
Se advierte con una mirada global, que este gobierno nacional replica decisiones ya vistas, ya tomadas con antelación por sus antecesores. Una vuelta de tuerca fotocopiada que evidencia además, efectos de corto plazo y sin conquistar beneficios generalizados en un país desmoronado.
En tal sentido pràctico, nos iremos encontrando particularmente este año, con medidas de carácter paliativo, que cumplan empero una tarea compleja: permitirle a Casa Rosada una buena performance electoral en las legislativas de octubre. Y, previamente en las PASO, si se concretan por supuesto.
Es un tòpico sustancial y previsible. Balcarce 50 no desea, para nada, tener sorpresas àsperas o adversas que no lo convaliden favorablemente en las urnas. Al contrario, ya anhela fomentar un cùmulo de planes para solidificar su cimiento y arraigo en la mayoría del electorado argentino. Porque esta próxima contienda en los cuartos oscuros, es la bisagra hacia las presidenciales y habrá que ir marcando territorio desde lo antes posible.
Un vèrtice fundamental en la vida de los argentinos es la economía, por ende, se van generando acciones cortoplacistas, poniendo erróneamente mucho ènfasis en restringir el tipo de cambio, tratar de esgrimir precios fijos y augurar bajo todos los métodos, el consumo interno desmesurado.
La realidad no da para bollos ni tampoco para yerros bruscos. Asì que el inminente acoso de volver a devaluar el peso, es una preocupación muy común para el Ejecutivo central y su equipo económico.
Pero los pasos dados no corresponden a quienes bucean en un manual diferente, en un camino nuevo y màs conveniente. No, mis amigos, hete aquí que el poder actual, recae, reincide en hechos ya prefijados, los cuales nunca dejaron huellas positivas. Una recaìda nostálgica lamentable. Porque se retoma el sendero de beneficiar a los importadores por sobre los exportadores, mas, a su vez, se comprime cada hora a los tejidos de la economía, de modo que se mantiene el cìrculo vicioso.
Y, a todo esto, en un marco tan crucial, no se profundiza en un trabajo conciso: atacar los dominios de doña Inflaciòn. Opta el Gobierno por emitir màs cantidad de dinero para programas sociales que sirvan a un propósito sugerente: facilitar la venta de productos alimenticios en su mayoría y dar, ante el público, la imagen subjetiva por cierto, de que en Argentina se pervive con un consumo adecuado, pese a las circunstancias desfavorables.
Los ìndices inflacionarios trepan hasta las nubes y los denominados “precios cuidados o controlados” por el Estado, suelen brillar por su ausencia en las góndolas, como ha ocurrido antes también. Nada novel bajo el sol de enero.
Algunas empresas han sido ya autorizas para destrabar las tarifas enrejadas, y otras todavía no. Sin embargo el caudal de lamentaciones de la gente, no concuerda con los pronósticos de los mandantes de turno. El viejo juego de la manta corta. Los problemas acucian màs que las salidas de emergencia ofertadas por el oficialismo, que no concibe un programa potable, sustentable y alejado de ideas populistas y de corto alcance.
Los días son números, pero inciden en un mar de fondo distinto a otros. Veremos como timonean tal mar bravìo. Lo que salta a ojos de buen cubero es simple: no aprendieron la lección previa.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Lo bueno de tener prioridades
Tener prioridades es realmente óptimo: sugiere, entre otras cosas, que el individuo o los gobiernos de los tres niveles, poseen un criterio juicioso, y cuentan, además, con un proyecto de vida de largo alcance.
Marcar las cuestiones a realizar o resolver con premura, habla bien y nos habilita a creer que hay una contemplación completa de la realidad, y, en base a tal visión, se planea un estricto núcleo de objetivos a cumplimentar.
Marchar por la senda sin rumbo, sin norte ni guía, es mala o necia, al menos, señal. Por tal motivo se interpela siempre a cada quien, contar con una agenda al alcance de la diestra. Y activar los hilos en consecuencia, desde luego.
A propósito, este pequeño marco introductorio pretende depositarnos, mis amigos, en un ítem crucial para la concreción individual y colectiva como ciudadanos plenos. Y, conviene por cierto mencionar, la imposibilidad de seguir guitarreando en esta temática que ofreceremos, y desprenderla lo antes posible, de fanatismos partidistas. Me refiero en concreto a la Educación nuestra, en esta nación gloriosa.
Se ha difundido hace horas atrás un informe contundente por parte de la señora Ministra de Educación de CABA que sentencia con supina espontaneidad, los vericuetos de la niñez y adolescencia que no transitan por un camino elogiable en materia de aprendizaje, llegando a terminar la Primaria o estar en Tercer Año de la Secundaria y no saber leer y escribir sin yerros y tampoco poder comprender y explicar con palabras propias, un texto cualquiera.
Tamaña deficiencia se ata, en cierta manera, al tiempo de parálisis escolar impreso por la pandemia y la sucesión de cuarentenas. Podríamos asimilar tal contingencia en mayor o menor talante; sin embargo las deducciones del informe van más allá del proceso frontal del Covid 19 y sus medidas aleatorias. El problema a aceptar sin disimulos ni excusas mantiene firme la idea de que, en rigor de verdad, hay un drama previo, un dilema estructural que se agudizó con el virus chino, pero no es solamente esta reciente etapa dispar, entre la virtualidad y la ausencia en las aulas.
Aún se agrega otro condimento no menor: se ha hecho un relevamiento entre una determinada cantidad de chicos, de entre 12 y 16 años, para averiguar si logran captar los subtítulos de las películas habladas en inglés u otro idioma, en cines o dispositivos hogareños. El análisis resulta desalentador, puesto que la gran mayoría, expresa no alcanzar a leer en tiempo real los zócalos correspondientes, no por interferencias en la visión, sino por no saber leer de corrido.
El temido abandono del noble hábito de la cotidiana lectura, es una incómoda piedra puntiaguda en el calzado. Y no se notan visos de mejoría.
Como daño colateral, por otra parte, del virus coronado, se ha comprobado que alrededor de 600.000 alumnos en el territorio nacional y 200.000 en la Provincia de Buenos Aires, no retornaron a sus establecimientos educativos al abrirse la famosa y tardía presencialidad.
Un escándalo, sin objeciones de ninguna naturaleza. ¿Y ahora, quién carga con semejante cruz social? Porque, ¿alguien puede aseverarnos que tales pibas y pibes, volverán raudos a sus obligaciones escolares, al ser visitados por un docente o asistente social?
Una auténtica lástima que redobla la apuesta a constatar en qué sitio hemos colocado a la educación. Obvio, que ha descendido varios peldaños de cómo supo hallarse situada otrora.
Por Mario Delgado.-
Opinión
Te acostumbrás
Un amigo, un poco mayor que yo, me graficaba ayer que, en rigor de verdad, los argentinos nos vamos acomodando, nos adaptamos, con suma ductilidad, aunque refunfuñemos, a ciertas cuestiones demenciales que debieran sacarnos de quicio y movilizarnos de otra manera.
“Te acostumbrás”, me pontificó, despejando incluso con tal frase, cualquier sombra de duda que pudiera subsistir aún. No hay pena ni atropello que no se nos haya puesto de manifiesto, y, sin embargo, continuamos erguidos como sociedad y metidos cada quien en lo suyo.
La escasa atención que le brindamos a los sucesos del entorno, tal vez tenga mucho que ver con las instancias personales de cada sujeto. Las ocupaciones son cada vez más en base a que el dinero rinde menos.
Se naturaliza la opción del mayor esfuerzo y la gente dispuesta, sale en pos de ganarse el cada día más caro, pan vital. Una pequeña gran gragea, un botoncito de muestra que nos revuelve la panza, pero, reitero, no todavía como la contingencia requiere de un pueblo auténticamente agobiado y harto.
Los niveles de corrupción piramidal se elevan a la enésima potencia, revolean bolsos con dinero mal habido en conventos o cuentan plata afanada en sendos videos virales, y todo gira sin más que algún comentario atrevido, desafiando a la ya incorporada manía de soportar y sobrellevar el drama, las culpas de otros.
No se hace ni siquiera un necesario gasoducto y luego llegan los “verseros” de siempre, con excusas y mensajes altisonantes. Y los robadores de vacunas contra el Covid se pasean orondos, dando cátedras seguro, de cómo fomentar el buen turismo ahora que todo mundo acató órdenes salvadoras. Hipócritas impíos, exonerados por el poder, como un tal Firmenich o un viscoso Verbitsky. Falsedades convertidas en relatos presumiblemente verídicos, para entretener a la platea boquiabierta, que no despierta.
En tal contexto de locura y terror, no escasean los heridores del campo, los que nada saben del trabajo aguerrido de los productores chicos o medianos, y demonizan al sector, olvidando que de ahí emana el 65 % de lo que consume el argentino.
Y nos quedaría chico el espacio para ir citando con mayúsculas, si lo desean, los yerros y las tropelías de los poderosos que se apoltronan en sus sillones, bebiendo en copas de oro, el sudor de los humildes.
Ya probaron el sabor de dominar a una población encerrada y muerta de miedo e incertidumbre y van a ir por más perversidades. Porque no les importa subsanar las necesidades básicas, ni mejorar la calidad de vida del ser humano; sólo ansían llenar sus propias arcas, permanecer y ampliar la red de mantenidos por el Estado, que son los votantes cautivos, los temerosos que no se irán del redil por no perder sus planes sociales.
Mientras la inflación consume las billeteras y separa a familias enteras, ahorcadas y sin solución, al tiempo que la inseguridad y la droga incrementa su paso fuerte y mortal, se encienden los doble discursos, las linternitas de los jetones de ocasión, charlatanes de bar, sin programas efectivos para mutar tanta mugre.
Te acostumbrás, es cierto y penoso, a convivir con la putrefacción y contemplar sin esperanzas el panorama difuso del país que amás.
Por Mario Delgado.-